De brevas a higos
Si bien se consumen también secos, en mermeladas o confituras (además de porque están buenísimos de estas formas, porque es una fruta delicada que no se conserva bien una vez está madura y es muy estacional), el sabor de una breva o un higo fresco es difícilmente comparable.
Canción recomendada: Ay, Rocío, Joaquín Sabina.
Aquellos que os asoméis al mercado seguramente ya habéis notado que las brevas han llegado a nuestras vidas. Y en breve lo harán sus hermanos los higos. Tanto las brevas como los higos son frutos de la misma planta, la higuera (Ficus carica). Las brevas son la primera cosecha, que se da en la primavera, en estos meses previos al verano. Mientras que los higos son la segunda cosecha, que se da en pleno verano. Recordad los refranes: "Por San Juan brevas y por San Pedro, las más buenas" y "Quien quiera los higos ver nacer, madrugue la mañana de San Bernabé".
En realidad no son frutas en el sentido biológico. En sentido estricto son una infrutescencia. ¿Qué cosa es una infrutescencia? os preguntaréis vosotros. Pues os responde la amiga Wikipedia, que lo explica mejor de lo que podría hacerlo yo: "Es el resultado de la fecundación de una inflorescencia compacta, así como también de la fecundación del óvulo de ciertas flores apocárpicas. En una infrutescencia, los frutos se encuentran en una formación donde un fruto está adherido y contiguo a otro de forma que el conjunto se asemeja a un gran fruto. A pesar de su apariencia externa de parecer un solo fruto, las infrutescencias pueden ser reconocidas por su estructura interna". Para resumir, una infrutescencia es la agrupación de un montón de frutos pequeñitos que se encuentran en una especie de envase natural y carnoso. Son infrutescencias también las fresas, las moras, el maíz o las piñas.
La higuera es una planta oriunda de la zona mediterránea y el sudeste asiático, de ahí el aprecio con que sus frutos cuentan en los países como el nuestro. Su importancia cultural ha sido siempre tremenda, se encuentra presente tanto en la Biblia (ya desde el Génesis, cuando Adán y Eva se cubren con hojas de higuera luego de comer el fruto prohibido) como en el Corán (parece que a Mahoma le encantaban los higos, tanto que le hacían pensar en el paraíso. Hay además una Sura, el capítulo 95 del Corán, conocida como De los higos). También se encuentra presente en la mitología griega y hasta en la fundación de Roma, ya que según cuenta la leyenda fue debajo de una higuera que la loba amamantó a Rómulo y Remo.
Fuera de leyendas y mitología, sabemos a ciencia cierta gracias a descubrimientos fósiles encontrados en el Valle del Jordán que los seres humanos recolectaban higos ya desde antes del 9.000 a.C.
Hoy en día los principales productores de higos son Turquía y Egipto, seguidos de Grecia, Chipre, Estados Unidos, Brasil, Israel, Italia, Francia y, por supuesto, España. En nuestro país se cultivan principalmente en Huesca, Lleida, Ávila, Cáceres, Alicante y Murcia.
Si bien se consumen también secos, en mermeladas o confituras (además de porque están buenísimos de estas formas, porque es una fruta delicada que no se conserva bien una vez está madura y es muy estacional), el sabor de una breva o un higo fresco es difícilmente comparable. Así que no dudéis en acercaros al mercado y elegir unos buenos higos para tomaros de postre o en el desayuno (es un alimento rico en calorías, en vitamina C, provitamina A, calcio, magnesio, fósforo y potasio).
¿Cómo elegís unos buenos higos (o brevas)? Pues al contrario que con otras frutas, debemos buscar los ejemplares que estén ya un tanto blandos, con arrugas, marcas e incluso alguna grieta en la piel, ya que todo esto es señal inequívoca de que se encuentran en el punto perfecto de maduración. Como os decía antes, son muy delicados y aguantan poco una vez maduros, así que comerlos cuanto antes. O, como mucho, conservarlos un par de días en el refrigerador antes de consumirlos.
Sed curiosos.
Besos y sus cosas