Cambiar uno mismo, cambiar el mundo
Olvidamos el otro poder en una sociedad democrática, el nuestro como ciudadanos. Si partimos de la base de que un Gobierno debe ser por y para el pueblo, no tiene sentido echar la culpa a nadie menos a nosotros mismos de las dificultades del país. Los ciudadanos tenemos el deber de estar informados, votar, organizarnos y manifestarnos.
Mi primera memoria política es del presidente Richard Nixon dando un discurso desde el despacho oval en la televisión y mi padre gritando. Fue el día que dimitió, el 8 de Agosto 1974 y mi padre, un republicano muy apasionado y no de acuerdo con esta dimisión, se enfadó mucho. Mi padre es la persona que me enseñaba la importancia de servicio a la comunidad y a pesar (o tal vez a causa de) su afiliación republicana, la persona que más ha despertado mi interés e implicación en la política.
No es sorprendente que tengamos una historia de enormes enfrentamientos políticos, pero no ha sido siempre así. A pesar de mi izquierdismo ahora, yo era una niña de papá y cuando cumplí 18 años fuimos los dos juntos a registrarme para votar. Republicano. Sí, fui republicana durante una temporada a los finales de los 80 y voté por George H.W. Bush en las elecciones presidenciales en 1988. En aquel momento estudiaba en la UCLA, donde se celebró uno de los debates entre Bush y el gobernador Michael Dukakis. (Años después, tuve el placer de presentar a Dukakis en una charla en Madrid y me impresionó su humanidad.) Fue la primera y última vez que voté republicano.
Mis estudios sirvieron para transformar mis ideas sobre la responsabilidad individual y el mito de la igualdad de oportunidad en una creencia en el papel del Gobierno para mejorar la vida de las ciudadanos a través del Estado de bienestar. Me di cuenta de que tenía una gran ventaja en la vida: haber sido criada en un pueblo próspero de San Francisco, con escuelas públicas excelentes que me prepararon para estudiar en la UCLA, una universidad pública reconocida por todo el mundo que me garantizaba un buen futuro. Y, más importante, me di cuenta de que esa posición en la sociedad (de una joven lista para tener éxito en lo que quisiera) no fue exclusivamente debido a mi trabajo individual sino a una combinación de buena fortuna y vivir en California, un Estado que valoraba la educación pública. Me sentí obligada a retribuir a la sociedad de alguna manera. Terminé la carera en la UCLA siendo una demócrata apasionada.
Mucha gente se sorprende cuando les cuento eso, pero en EEUU las familias dividas políticamente es la norma y no la excepción. Además, es un viaje típico de cualquier estudiante involucrado, que puede ir en cualquier dirección ideológica. Llegar a cuestionar todo, empezar a pensar de forma independiente de la influencia de los padres y estar abierto a una revolución personal es el reto imprescindible de la universidad. Y de toda la vida, pero aquí es donde fallamos muchos.
Estamos liados con el trabajo, la familia, etc. y no expuestos a muchas ideas distintas como estamos todos los días durante los años en la universidad. A la hora de informarnos, vamos al mismo periódico atrincherado no solamente por su línea editorial sino por su condición de ser mayoritario, de formar parte de un gran empresa con grandes intereses económicos. Es fácil y solamente nos confirma lo que ya pensamos, pero NO es suficiente. Estos no son tiempos fáciles y no son tiempos para estar dormidos.
Nos quejamos de los medios, que están llenos de opinión en vez de información. ¿De verdad pensamos que van a cambiar mientras están luchando por adaptarse a las nuevas realidades del mercado? ¿Por qué van a cambiar mientras les seguimos los mismos en vez de buscar algo alternativo? Nos quejamos de la "clase política", que son todos corruptos, malos, tontos y de que no haya transparencia, una queja imprecisa y vaga. ¿De verdad pensamos que van a iniciar un cambio sin una presión imponente? Es fácil echar la culpa a los políticos y a los medios, pero hay que entender sus intereses dentro de sistemas que nosotros permitimos que existan: los políticos harán lo que sea para ser reelegidos y los medios corporativos harán lo que sea para ganar dinero.
Pero olvidamos el otro poder en una sociedad democrática, el nuestro como ciudadanos. Si partimos de la base de que un Gobierno debe ser por y para el pueblo, no tiene sentido echar la culpa a nadie menos a nosotros mismos de las dificultades del país. Los ciudadanos tenemos el deber de estar informados, votar, organizarnos y manifestarnos.
Ahora es el momento clave de aprender, cuestionar, discutir y crecer. No es solo un deber para los estudiantes, es la obligación de todos los que queremos vivir una democracia.
Entonces, propongo que empecemos 2013 examinando nuestros hábitos de consumo de medios. ¿Son de izquierda o derecha? Pues busca uno del otro lado. ¿Son mayoritarios, pertenecen a grandes corporaciones, con los intereses que esto conlleva? Opta por otro independiente del yugo de la generación de beneficios para los accionistas, opta por un medio sin ánimo de lucro y verás una diferencia notable. ¿Son todos del mismo país? Las fronteras cada vez significan menos en este mundo y eso es verdad también para los medios: no estamos informados solamente leyendo los medios de un país.
Es verdad que somos lo que consumimos, tanto la comida como lo que leemos, escuchamos y vemos. Variar nuestra alimentación política es el primer paso para expandir nuestros mundos y desafiar nuestra forma de pensar. El coste de estar quietos y esperar que el Gobierno y los medios cambien es demasiado alto. Hay que empezar con algo concreto, algo tangible y aunque parezca poca cosa, mejorar y afilar tu propia mente; hay que recordar que es el punto de partida para cambiar el mundo.