¿Desde cuándo volver en coche a casa un lunes por la noche es un deporte de riesgo?
Hay una abolladura en la puerta del copiloto, pero los daños van más allá: además de asustarme hasta el punto de hacerme llorar, esos adolescentes demostraron no tenerme absolutamente ningún respeto como persona. Y, por si mi firma no lo deja claro, soy mujer.
La noche del lunes, mi coche fue asaltado por un grupo de adolescentes. Mientras yo estaba dentro. Había dejado atrás una estación de tren cuando un grupo de diez o doce adolescentes, la mayoría de ellos varones, cruzaban la carretera. El semáforo estaba en verde para mí, pero, como te dirá cualquiera que haya dado clases para sacarse el carnet de conducir, los peatones siempre tienen preferencia. Esperaba una señal de disculpa o de agradecimiento por haberme parado para dejarles pasar. En vez de eso, lo que obtuve fueron gritos y golpes.
Hay una abolladura en la puerta del copiloto, pero los daños van más allá: además de asustarme hasta el punto de hacerme llorar, esos adolescentes demostraron no tenerme absolutamente ningún respeto como persona. Y, por si mi firma no lo deja claro, soy mujer.
Por supuesto, esto podría haberle pasado a cualquiera independientemente de su sexo. Pero la cuestión es que no le pasó. Quiero que pienses en esto. Porque yo lo he pensado. Mi novio también. Y mi padre. Y mi compañero de piso. Y lo único en lo que estamos de acuerdo es en que la probabilidad de que esto le sucediera a uno de ellos es mucho más baja. De hecho, solo haber llevado a uno de ellos sentado en el asiento del copiloto habría cambiado el desenlace de esta historia.
¿No es eso exactamente lo que se nos enseña a todas las chicas? Los hombres te pueden hacer daño, pero también te pueden proteger. Deberías escribir un mensaje cuando llegues a casa, evitar ir sola a cualquier sitio cuando ya haya oscurecido y asegurarte de tener las llaves preparadas cuando vayas andando de camino al coche. Y, hablando del coche, lleva siempre las puertas cerradas. A menos que vayas en el coche con tu pareja, ya que la probabilidad de que el que te haga daño sea él es muy alta. ¡Ah!, y nunca abras la puerta de casa si estás sola, a no ser que estés esperando a alguien. Pero, incluso en ese caso, ese alguien podría hacerte daño.
Pero lo que yo quiero saber es lo siguiente: ¿desde cuándo volver de la peluquería en coche a casa un lunes a las siete de la noche es un deporte de riesgo?
Esos adolescentes no tuvieron ningún problema en intimidarme. De hecho, casi fue un comportamiento mecánico. Después de todo, era el primer día de las vacaciones escolares. El encontronazo duró unos dos minutos, y dudo que reflexionaran concienzudamente sobre la igualdad de género y sobre si respetaban a las mujeres antes de hacer este tipo de cosas. Ellos sabían que yo no iba a salir del coche para perseguirles y pedirles sus nombres y direcciones solo para no tener que pagar un excedente de 821 dólares sobre mi seguro. En ese momento yo estaba indefensa, y ellos lo sabían. Eso es lo que más me molesta.
Según un estudio, los jóvenes australianos tienen opiniones alarmantes respecto a la violencia contra las mujeres: un 22 por ciento está de acuerdo en que los hombres deberían asumir el control de las relaciones, dos de cada cinco piensan que las violaciones suceden como consecuencia de que los hombres no son capaces de controlar su deseo sexual, y el 20 por ciento cree que cuando las mujeres dicen «no», lo que quieren decir es «sí».
El primer ministro australiano, Malcom Turnbull, declaraba ayer: «Tenemos que tomárnoslo como si ser irrespetuoso con las mujeres fuera antiaustraliano. Tenemos que ser un país que sea conocido por su respeto a las mujeres».
Estoy de acuerdo.
Si estos adolescentes no tienen estos principios básicos, tanto si actúan desde la ingenuidad como si no, seguirán pasando cosas malas. Los niñatos estúpidos crecen, y con ellos, sus estúpidos principios.
No estoy insinuando que ese grupo de jóvenes represente a la juventud en general, solo me enfada que tengan el poder suficiente para hacer que no me sienta segura cuando vuelvo a casa conduciendo un lunes a las siete de la noche.
Este artículo fue publicado originalmente en la edición australiana de 'El Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Lara Eleno.