¿Qué se siente al sufrir un ataque de pánico?
"Como sentirse atrapada en un río bajo una capa de hielo".
"Hubo ocasiones en las que de verdad pensaba que me iba a morir", cuenta Emma al describir el terror absoluto que siente durante un ataque de pánico. Cuando sucede, empieza a sudar, le cuesta recuperar el aliento y siente como si el suelo empezara a moverse, por lo que sus piernas ceden. Esta sensación, como si estuviera a punto de morir, no es infrecuente. Según la organización benéfica Mind, una persona que sufre un ataque de pánico también siente a veces que se va a desmayar, que va a sufrir un infarto o a perder el control por completo.
El doctor Antonis Kousoulis, de la Mental Health Foundation, explica a la edición británica del HuffPost que el problema está más extendido de lo que parece, ya que de las 2200 personas encuestadas por esta organización, la cuarta parte de ellas aseguraron que habían sufrido algún ataque de pánico. Anxiety UK cree que la estadística es aún más grave: una de cada tres personas.
Los ataques de pánico son la reacción de lucha o huida del organismo, pero llevada al exceso. A medida que la persona que sufre estos ataques intenta llevarle más oxígeno al cuerpo, su respiración se acelera y su organismo libera hormonas como la adrenalina, que aumenta el ritmo del corazón y pone los músculos en tensión. Los ataques de pánico se dan más a menudo entre mujeres que entre hombres y a veces comienzan antes de los 25 años, aunque suelen sufrirlos las personas de 30 años en adelante.
Mucha gente sufrirá ataques de pánico por distintos motivos, con distintas formas de manifestarse y durante periodos de tiempo variables. Algunas de esas personas los sufrirán con regularidad y para otras será un suceso aislado. Sea como sea, hay luz al final del túnel. Con la gestión y el tratamiento adecuados, algunas personas dejan finalmente de experimentarlos.
"Muchas personas han sufrido un ataque de pánico en algún momento de su vida, lo cual no es un problema de salud mental por sí solo", explica Kousoulis. "No obstante, sí que es un problema con el que algunas personas tienen que lidiar de por vida, en cuyo caso los ataques de pánico y el temor abrumador a sufrirlos se llegan a convertir en síntomas de un trastorno de ansiedad, como el trastorno de pánico".
Sarah, de 21 años, compara sus ataques de pánico con sentirse atrapada en un río bajo una capa de hielo. "No eres capaz de encontrar el mismo agujero por el que te has caído. Te invade un terror ciego y no puedes escapar por mucho que lo intentes", describe. "Siento como si el pánico me consumiera y mi mente fuera a un millón por hora y todo pasara tan deprisa que no lo puedo procesar".
A lo largo de los años, Sarah, que vive con un trastorno de ansiedad y padecía ansiedad social, ha sufrido distintos tipos de ataques de pánico de hasta 15 minutos. Ha llegado a vomitar de tanto hiperventilar o se ha quedado sentada inmóvil en una sala llena de gente.
Según el Servicio Nacional de Salud británico (NHS), los ataques de pánico pueden durar entre 5 y 20 minutos, aunque a algunas personas los síntomas les duran hasta una hora y pueden incluir latidos fuertes, sensación de inconsciencia, sudores, náuseas, dolores de pecho, sensación de no poder respirar, extremidades temblorosas, boca seca y sensación de desconexión con el cuerpo.
Emma, de 33 años, lleva tomando medicamentos para la ansiedad desde hace más de 5 años y ahora también sufre ataques de pánico. Asegura que aunque rara vez duran más de media hora, a menudo sufre las consecuencias durante los días siguientes, de forma similar a una resaca. "Desde que empieza hasta que acaba es horrible y te sientes sin vida, y después te encuentras mal". Eso es un ataque de pánico, según ella. "Luego te encuentras fatal, pero sientes cierto alivio. Sigues sintiéndote horrible durante un par de días, pero lo peor ya ha pasado".
No todo el mundo es consciente de que está sufriendo un ataque de pánico, sobre todo si es la primera vez que le sucede, y por ello es tan importante ser conscientes de los síntomas y buscar ayuda de algún profesional que te aconseje cómo gestionar la situación si vuelve a suceder.
La gente puede tener desencadenantes específicos o sufrir un ataque de pánico sin un motivo concreto. Sarah, por ejemplo, ha identificado dos desencadenantes claves: los espacios cerrados pequeños y verse en situaciones conflictivas. Llegó un momento en el que sufría ataques de pánico a diario y, echando la vista atrás, piensa que fue porque no se daba suficiente tiempo para procesar lo que pasaba por su mente.
"Por eso ahora me levanto a las 5 de la mañana y me voy al gimnasio o a hacer yoga, o a veces simplemente me siento y leo, y eso me da el tiempo suficiente para pensar en mis cosas, sobre todo las que me preocupan, antes de empezar a trabajar", cuenta.
Matthew, que tiene 25 años y padece depresión, ansiedad social y trastorno límite de la personalidad, asegura que todo lo que le provoca emociones fuertes le hace perder el control, ya sea discrepar con un amigo o ver una película inquietante. "El organismo reacciona ante ciertos peligros persistentes e inexistentes. Yo me he dado cuenta de que mi cuerpo se vuelve pesado y aletargado", comenta. Esa sensación puede durar hasta 40 minutos.
La gente que sufre ataques de pánico de forma habitual debería consultarlo con su médico, ya que les puede diagnosticar trastorno de pánico, una clase de trastorno de ansiedad por el que se producen ataques de pánico repentinos. El número de ataques que puede sufrir una persona depende de la gravedad de su trastorno. Algunas personas sufren uno o dos al mes; otras, varios a la semana. Anxiety UK subraya que los trastornos de ansiedad a largo plazo a menudo consisten en el "miedo a tener miedo".
La gestión de los síntomas tiene una importancia crucial a la hora de mantener a raya los ataques de pánico. La Mental Health Foundation explica que lo más útil es probar una combinación de cosas que alivien el estrés, como hacer ejercicio regular, comer bien y moderar la ingesta de cafeína, alcohol y tabaco.
Terapias complementarias, como el yoga y la aromaterapia, también ayudan a relajar la mente y el cuerpo. "Para la gente que sufre estos problemas con frecuencia, las terapias psicológicas que trabajan los pensamientos, sentimientos y conductas pueden ser útiles", recomienda el doctor Kousoulis, que también aconseja pedir referencias al médico de cabecera.
La terapia cognitivo conductual (TCC) llega a ser "muy efectiva" a la hora de ayudar a la gente a controlar sus temores y a hallar mecanismos de lucha para cuando se produzca un ataque, sostiene Anxiety UK. Esta terapia se centra en cómo piensa la gente, en cómo afecta esto a tus sentimientos y, en última instancia, a tu conducta y la de los demás.
Aunque la medicación es un camino poco habitual para las personas que sufren ataques de pánico aislados, quizás sea un tratamiento válido para los casos más graves y los diagnosticados con trastornos de pánico. "Se recomienda medicar a quienes tienen un problema de salud subyacente o complementario o para controlar los síntomas más peligrosos de un ataque; por ejemplo, para normalizar el ritmo cardíaco", expone el doctor Kousoulis.
Identificar las señales y hacer frente al miedo puede ser útil durante un ataque, "y eso resulta más fácil si hay alguien ahí para tranquilizarte", recuerda el doctor Kousoulis. Pero, debido a los síntomas cambiantes de los ataques de pánico, para algunas personas recibir ayuda resulta aún más estresante.
"Aunque valoro de verdad la intención, que se me acerque una persona para ayudarme a solucionar el problema solo hace empeorar mi ataque de pánico", asegura Sarah. "Me preocupo continuamente por lo que pensarán de mí y eso empeora el problema en vez de aliviarlo", cuenta. Calli, de 20 años, no está de acuerdo. "A mí me ayuda un montón porque si he perdido el control, hay alguien para tomarlo por mí. Si estoy sola, llamo a algún familiar para que me ayude y se queda conmigo al otro lado del teléfono mientras tengo el ataque y no cuelga hasta que estoy calmada".
Las técnicas de respiración pueden ser particularmente beneficiosas para quienes tienden a hiperventilar. Un ejercicio útil es respirar de forma tan lenta, profunda y tranquila como sea posible a través de la nariz y luego soltar el aire del mismo modo. A algunas personas les ayuda contar con calma hasta cinco cada vez que cogen o sueltan aire.
Otra técnica útil para mucha gente es distraerse con otra cosa. A Sarah, por ejemplo, le ayuda concentrarse en sus cinco sentidos para distraer la mente. "Mira algo a tu alrededor y concéntrate en eso. Intenta oler algo y concéntrate en eso. Toca algo y concéntrate en eso. Escucha algo y concéntrate en eso y, si puedes, saborea algo y concéntrate en eso", explica su técnica, y los expertos la avalan.
Emily, de 28 años, tiene trastorno de ansiedad generalizada y trastorno por estrés postraumático y dice que suele estar relacionado con sus ataques de pánico, que lleva sufriendo desde adolescente. Suelen comenzar con la aceleración del ritmo cardíaco y de la respiración. "Entonces hago una de estas dos cosas: empiezo a llorar hasta acalorarme o mi cerebro dice: '¡No!', y me mareo y tengo que sentarme antes de desmayarme y morder el polvo", explica. Cuando Emily siente que se avecina un ataque de pánico, intenta poner en práctica la meditación (o mindfulness) para centrar su mente en el aquí y el ahora. Trata de interrumpir sus propios pensamientos para decirse que el cerebro le está mandando señales equivocadas y luego cuenta lentamente de 10 a 0.
"Un terapeuta me enseñó una técnica de relajación llamada 'hojas y nubes' que funciona muy bien si te da un ataque de pánico. Sostén las manos en alto frente a ti, una por encima de la otra con las palmas hacia ti. Lentamente, muévelas de izquierda a derecha, luego pon arriba la que antes estaba abajo y repite el proceso mientras respiras y te concentras en ese movimiento lento", propone.
*Algunos nombres han sido modificados a petición propia.
Este artículo fue publicado originalmente en el 'HuffPost' Reino Unido y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.