España se vacía... ¿cómo la llenamos?
Mientras las capitales se masifican, más de la mitad del territorio español entra en la categoría de "desierto demográfico". ¿Hay forma de revertirlo?
A menudo se habla de 'las dos Españas', pero ¿qué es eso? ¿Son la España de izquierdas y la de derechas? ¿La del Madrid y la del Barça? ¿La de Gran Hermano y Operación Triunfo?
Para muchas personas, las dos Españas son otra cosa. Por un lado, está la España urbana, la de las grandes ciudades superpobladas; por otro, está la rural, la España vacía —como la describió el escritor Sergio del Molino en su ensayo homónimo—, un país en el que el 5% de la población vive en el 53% del territorio.
Zamora, uno de los epicentros de esa España vacía, acogió el 26 de octubre un seminario en torno a la despoblación rural organizado por la Oficina del Parlamento Europeo en España. Y fue esa la capital elegida porque ostenta el (triste) récord de ser la provincia que más población ha perdido en el último año; concretamente, 2860 vecinos, un 1,49%. Pero que nadie se ponga celoso: Ciudad Real, Ávila, León, Cáceres, Jaén, Teruel y así hasta 27 provincias españolas perdieron habitantes a lo largo de 2017.
España, un "desierto demográfico"
Más de la mitad del territorio español tiene una densidad media por debajo de 10 habitantes por kilómetro cuadrado, lo que en Geografía Humana se denomina "desierto demográfico", explica Pilar Burillo, investigadora del Instituto de Desarrollo Rural Serranía Celtibérica. Y, sin embargo, esos datos no se ven reflejados en las mediciones actuales porque alrededor de esos "desiertos" suele haber grandes ciudades que desvirtúan las cifras.
Para 'corregir' esta perspectiva, Burillo propone cambiar el método de delimitación del territorio, y que no sea por provincias sino por agrupación de municipios. Fue así como ella descubrió dos grandes interregiones en España que comparten con Laponia la característica de tener una densidad inferior a 8 hab/km2: la Serranía Celtibérica (número 1 en el mapa) y la Franja con Portugal (2). En España hay, además, otras ocho áreas escasamente pobladas:
Que la España rural se vacía es un hecho, pero esto no sólo ocurre en nuestro país. Aunque de forma menos dramática, la despoblación también afecta a Croacia, Portugal, Grecia, Bulgaria, Rumanía y los Países Bálticos. De hecho, el Parlamento Europeo aprobó el año pasado una resolución —propuesta por la eurodiputada Iratxe García (PSOE)— para que a la hora de conceder ayudas comunitarias también se tengan en cuenta criterios como baja natalidad, éxodo de jóvenes y población envejecida, aparte del PIB de la región.
Discriminación positiva... y 4G
La eurodiputada socialista, presente en las jornadas sobre despoblación rural en Zamora, reconoce que no tienen ninguna "varita mágica" para acabar con la despoblación, pero sí se pueden llevar a cabo iniciativas, estímulos o resoluciones como la del Parlamento Europeo para tratar de frenarla. "Discriminación positiva" es una de las ideas que más se oye: IVA reducido al 7%, ayudas a los niños para ir al colegio, desgravación fiscal para empresas, subvención de transporte... en definitiva, un tratamiento especial que sirva como incentivo, siguiendo el modelo parecido a lo que se hace en las islas Canarias y Baleares.
No obstante, la gente que vive en pueblos de 50, 15 o 5 habitantes cita otros requisitos urgentes para evitar la sangría poblacional: conexión a internet, acceso (relativamente fácil) a servicios básicos como sanidad, educación y transportes, y perspectivas laborales (no necesariamente en este orden).
"Muchas veces las infraestructuras o las carreteras son geniales, pero si no hay una red de autobuses o un cajero automático en el pueblo, la cosa se complica mucho", expone la eurodiputada Paloma López (IU).
La ruta inversa
Lo del cajero automático incluso suena a utopía cuando la realidad es que el médico sólo acude al pueblo un día a la semana o el colegio más cercano está a una hora de trayecto. Es la realidad que vive María Ángeles Rosado, que desde su Pedro Muñoz natal (en Ciudad Real), se mudó a Madrid para estudiar en la Universidad y, de ahí, se fue a Sayatón, en Guadalajara, porque se enamoró "de un agricultor". Ahora ella también es agricultora en este pueblo de 48 habitantes que limita con la provincia de Cuenca.
"Tienes que atinar a ponerte malo el martes por la mañana, que es el único rato que está el médico", bromea María Ángeles. Pero la broma tiene poca gracia para los sayatoneros, que además emplean una hora de transporte para llegar a la escuela más cercana, el Colegio Rural Agrupado de Pastrana, y se arman de paciencia con cada actualización de Windows, que dura unas 15 horas por su 'estrecho' ancho de banda.
"Las respuestas están en el territorio"
Aun así, María Ángeles es optimista. "Si desaparecen los agricultores y ganaderos, desaparecen los pueblos", sostiene, al mismo tiempo que asegura que "las respuestas están en el territorio". Para ella, "hay que devolverle el prestigio al campo" y, en vez de incitar a los niños a que abandonen la tierra —por asemejarla a fracaso—, animarlos a que "se hagan enólogos, veterinarios o ingenieros agrónomos" y no tengan que dejarla.
Cuando María Ángeles dice que el campo tiene las respuestas, sabe de lo que habla. "Hemos recuperado 70 hectáreas de olivar abandonadas que ahora producen aceite ecológico y se vende por Amazon en media Europa y en China", cuenta. Se refiere al aceite de oliva Olivares de Altomira, que se produce en Vellisca, un pueblito en plena Alcarria conquense que no supera el centenar de habitantes.
Ni Paco Martínez Soria ni "olor a caca"
La vuelta a los pueblos no siempre pasa por la agricultura. Delfín Martín, que se mudó de Madrid a un municipio de 98 habitantes hace 10 años, se define en su tarjeta de presentación como "rural freelancer" y defiende que lo que necesitan los pueblos es "innovación, emprendimiento e ideas". Delfín pasó de ser director ejecutivo de una empresa de publicidad a trabajar como creativo desde su casa de Gamones, en la comarca zamorana de Sayago. Lo que empezó como un impulso al ver un cartel de "se vende" durante unas vacaciones rurales acabó convirtiéndose en la mejor idea de su vida y la de su familia. Delfín ha ampliado sus negocios hasta Miami; su mujer, Nuria, creó un taller de cerámica en Gamones que atrae a gente de todo el mundo; y sus hijos, ahora de 21 y 23 años, no quieren oír hablar de irse del pueblo. "Uno es guía turístico de montaña y el otro está estudiando cocina", explica Delfín a El HuffPost.
"Vivir en el campo no es sólo tener ovejas; no se trata de idealizarlo, pero tampoco de asociar los pueblos a Paco Martínez Soria y el olor a caca", se queja el publicista. Para él, el pueblo es sinónimo de libertad y de búsqueda de herramientas para escribir sobre "un papel en blanco", como lo describe. "¡Bendito sitio en el que no hay nada, porque todo está por hacer!", exclama Delfín.
Con casos así, a los pueblos les queda alguna esperanza. A lo mejor la hija de María Ángeles tampoco pedía tanto cuando sopló las siete velas de su tarta de cumpleaños con el deseo de que su pueblo "no se quede vacío".
Despoblación y cambios demográficos en la Unión Europea, un vídeo elaborado por la Oficina del Parlamento Europeo en España: