¿Qué suponen las dimisiones de los ministros británicos para el Brexit y Theresa May?
Todo lo que necesitas saber sobre el conflicto 'europeo' del día.
Fue el viernes, durante la maratón de 12 horas que supuso la cumbre del Brexit en Chequers Court (la casa de campo de los primeros ministros del Reino Unido), cuando David Davis, el ministro para el Brexit, se dio cuenta de que era hora de dimitir.
"Planteó un debate importante ante el Gobierno y comprendió que si lo perdía y no creía en la otra propuesta, lo lógico era dar un paso a un lado", explicó un amigo suyo a la edición británica del HuffPost.
David Davis quiso meditar la decisión con su esposa y con su equipo. Una vez tomada la decisión, David Davis se dirigió al circuito de Silverstone para presenciar el Gran Premio de Gran Bretaña.
El hecho de que ganara un piloto alemán (Vettel) en lugar del británico Lewis Hamilton pareció una buena metáfora del Brexit blando hacia el que se dirige Theresa May. El ya exministro no solo considera que los planes de May son irrealizables, sino que además cree que provocarán que Bruselas exija aún más concesiones.
Una vez de vuelta en Londres, Davis salió de su casa y se dirigió al número 10 de Downing Street, residencia oficial de la primera ministra. Mientras tomaban una copa, Robbie Gibb, jefe de comunicaciones de May, había intantado convencerle de que no dimitiera. También Julian Smith, jefe de disciplina del Partido Conservador.
No lo lograron. Davis timbró personalmente al domicilio de May para comunicarle su decisión de dimitir. Casi exactamente dos años después de regresar al panorama político de la mano de May tras la dimisión de David Cameron por el resultado del referéndum del Brexit, se marchaba de nuevo.
Allá por julio de 2016, sentado a la mesa del gabinete de gobierno, le dijo a May que su "último servicio" en el gobierno sería lograr que su mandato fuera un éxito. Fue firme al asegurar que no ambicionaba el liderazgo. Ahora, de repente, le ha lanzado a May la mayor amenaza política de su carrera desde que asumió el cargo de primera ministra.
Davis decidió comunicar su decisión el domingo por la noche para tratar de dejar fuera cualquier resentimiento personal. "Siendo justos, ha sido leal y un apoyo. Incluso tomó la decisión tarde para que no apareciera en las portadas de los periódicos y el daño político a May no fuera tan atroz", comentó un aliado. Sin embargo, la primera ministra era consciente de que el daño estaría hecho independientemente del momento en el que se anunciara. Esta dimisión ha alimentado unas intensas especulaciones de que habrá más miembros del Parlamento que solicitarán una moción de censura para May.
La gota que colma el vaso
Desde que May perdió su mayoría en la Cámara de los Comunes en unas fallidas elecciones anticipadas, ha ido poco a poco distanciándose de su visión original de un Brexit duro, y su entonces ministro para el Brexit, David Davis, se fue sintiendo cada vez más excluido.
Corrían chascarrillos en el Parlamento sobre que Davis era un "gallina" que amenazaba continuamente con dimitir solo para retractarse en el último segundo. El pasado mes de diciembre, por ejemplo, aseguró que estaba listo para dimitir si destituían a su amigo Damian Green, secretario de Estado, acusado de almacenar pornografía en su ordenador oficial.
En marzo, según los informes, estaba dispuesto a dimitir si May "vendía" a los pescadores británicos en un nuevo acuerdo con la Unión Europea. En abril, estaba tan molesto por el "nuevo compromiso de cooperación aduanera" de la primera ministra, por el que el Reino Unido permanecería en la unión aduanera de la UE, que aseguró que estaba dispuesto a dimitir.
En junio, parecía de nuevo a punto de dimitir cuando exigió una nueva fecha límite para abordar el problema de la frontera con Irlanda del Norte.
Pero el problema comenzó de verdad cuando May pareció socavar el poder de Davis el pasado mes de septiembre al llevarse a su funcionario clave, Olly Robbins, de su departamento, obligándole así a informarle directamente a ella.
Robbins planteó por primera vez la idea de un nuevo compromiso aduanero el pasado mes de febrero, días antes de otra cumbre decisiva. Davis logró rechazar la idea alegando que debilitaría el poder de negociación del Reino Unido, pero la idea resurgió la semana pasada.
Davis le dejó claro a la primera ministra que no estaba conforme con las filtraciones de que May iba a reavivar la opción del Brexit blando. Resulta increíble que se enterara del nuevo planteamiento el martes por la tarde, ya que la BBC había informado de ello aquella misma mañana.
"La Oficina del Gabinete 'Europa Unida' parece estar llevando la batuta. Hasta Tony Blair ha apoyado el Gabinete", denuncia un aliado de Davis, que prosigue: "Estamos en una situación en la que al ministro de Asuntos Exteriores se le dio una carpeta gruesa sobre el libro blanco del Brexit a las 2 de la tarde, un día antes de la cumbre en Chequers Court para debatir sobre ello".
El plan de actuación ha recibido duras críticas por parte de algunos defensores del Brexit.
Durante algún tiempo, los parlamentarios a favor del Brexit han temido ser desplazados. Desde que May fue elegida, ha cedido a las demandas de quienes pedían un período de transición hasta finales de 2020; ha cedido ante los pagos a la UE y a un ajuste comercial para mantener a Irlanda del Norte como una parte integral de Reino Unido. Por ello algunos parlamentarios euroescépticos piensan que se los quieren cargar lentamente, mientras políticos favorables a la UE como Philip Hammond avivan la llama y matan sus ambiciones de un Brexit limpio sin informarlos a ellos.
May siempre ha tratado de mantener de su lado a brexiteers como Duncan Smith. Pero en los últimos días parece que ella y su equipo se han dado cuenta de que necesitan imponer su plan y enfrentarse tanto a los inconformistas de su gabinete como a los diputados.
Un control falso
En el centro de este conflicto está la idea de que el plan de May para el Brexit no cumpliría con las promesas del referéndum de "recuperar el control" que hasta ahora estaba en manos de Bruselas.
El Parlamento tendría que dar la última palabra sobre cualquier plan de acuerdo comercial con la UE, pero los favorables al Brexit sienten que este movimiento pondría a los diputados en un brete: o aceptarlo o aceptar que su trabajo peligraría.
En su carta de dimisión, y en la entrevista que ha dado esta mañana, Davis hace hincapié en que este "supuesto control del Parlamento" era "ilusorio más que real".
Davis teme que el nuevo plan arancelario implique que los funcionarios de la UE no solo inspeccionen las fronteras británicas, sino también el comercio dentro de Reino Unido. Los mecanismos para resolver disputas darían al Tribunal de Justicia Europeo un papel demasiado importante y, teniendo en cuenta lo complejo del asunto, Bruselas podría llegar a reconocer que las dos opciones reales son un Brexit sin acuerdo o una membresía al estilo noruego en el Espacio Económico Europeo.
Quizás lo más difícil para May es que aunque Bruselas ceda en algunas áreas, puede que Davis acabe teniendo razón. La Unión Europea advierte desde hace tiempo que no permitirá un Brexit que se quede con todo el pastel, incluidas las normas de libre circulación, mercados y comercios.
Davis lo resumía esta mañana diciendo: "Mi miedo es que cojan lo que hemos ofrecido y pidan más... Estamos cediendo demasiado y con demasiada facilidad. Espero que resistamos ante otras concesiones... Quizás mi salida tiene el efecto colateral de convencer al Gobierno para no hacer más concesiones".
Los sondeos de los próximos días serán cruciales. ¿Pensarán los votantes del Brexit que con el plan de May, si es que lo entienden, se está vendiendo a Reino Unido a la Unión Europea?
Es posible que Davis ayude a May porque la primera ministra puede decir ahora a Bruselas que es su última oferta y que cualquier otra cosa pone en riesgo todas las conversaciones. En un giro de guión, la propia UE puede pensar que "una falta de acuerdo es mejor que un mal acuerdo". Eso sería una ironía absoluta.
¿Sobrevivirá Theresa May?
Cuando le preguntan si la primera ministra puede sobrevivir a su dimisión, Davis contesta a la BBC: "Sí, sí, por supuesto".
Obviamente, ese es el cálculo de su gabinete y la reacción del mercado hasta ahora ha sido una indiferencia colectiva (la libra apenas ha notado cambios). Sin embargo, Boris Johnson ha anunciado esta misma tarde que dimite como ministro de Asuntos Exteriores —siguiendo los pasos de Davis—, y de este modo la situación podría entrar en una espiral y perder el control.
Davis insiste que no le corresponde a él "tomar decisiones por otras personas", pero es obvio que él sintió que era cuestión de honor hacia sus antiguos compañeros. "Es muy importante que encuentre un ministro del Brexit que crea en esta estrategia", ha comentado, un tanto sombrío.
Este mismo lunes se ha anunciado el sustituto de Davis: Dominic Raab. Se trata de un movimiento inteligente, ya que Raab es considerado como un brexiteer de la nueva generación con muchas posibilidades de ocupar el liderazgo.
Pero aún hay más: la última vez que Theresa May hizo algo arriesgado y abandonó su cautela instintiva fue convocando elecciones anticipadas. ¿Acabará este golpe de autoridad tan mal como aquellos comicios?
La primera regla de la política es saber contar. Y el equipo de May cree que, para aprobar su plan, cuentan con los números necesarios tanto en el Gobierno como en el Partido Conservador y en el Parlamento.
Según los cálculos, hay unos 40 parlamentarios del European Research Group lo suficientemente molestos como para concordar con Davis. Si quisieran plantear un cambio de líder, podrían hacerlo de acuerdo con las normas de los conservadores (se necesitan el 15% de los apoyos, o 48).
Los parlamentarios tories estarán sometidos a mucha presión para mantener su lealtad ahora que se agota el tiempo de las conversaciones con Bruselas. Algunos partidarios del Brexit preferirían deshacerse de May cuando Reino Unido salga de la UE el próximo marzo, y así luchar por un acuerdo más duro. Además, los laboristas siempre respaldarán una moción de censura con la esperanza de unas nuevas elecciones generales.
Downing Street es consciente de las divisiones entre los partidarios del Brexit y, hasta ahora, la regla del divide y vencerás ha funcionado. Falta por ver si triunfará también esta vez.
Este artículo fue publicado originalmente en el 'HuffPost' Reino Unido y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco y Marina Velasco Serrano