Israel, la influencia esencial para que Trump abandone el pacto nuclear con Irán
El temor a que Tel Aviv pierda su hegemonía militar en la zona y a que Teherán logre armamento convencional de largo alcance ha convencido al republicano.
Donald Trump ha sacado a EEUU del acuerdo nuclear con Irán porque quiere acabar con cualquier resto del legado de su predecesor, Barack Obama. Porque sus asesores más extremos, los llamados halcones, así se lo han aconsejado. Porque el portazo supone una fantástica cortina de humo que esconde los problemas que tiene en casa (pago a examantes porno, trama rusa en las elecciones de 2016, crisis de gabinete...). Pero, sobre todo, el presidente norteamericano ha dado el paso para preservar la hegemonía militar de su socio eterno, Israel, en Oriente Medio, amenazada por los avances armamentísticos iraníes y la expansión de su poder en países como Siria, Líbano o Yemen. De paso, ayuda a su otro amigo de la zona, Arabia Saudí, adversario eterno de Teherán. Todos (los suyos) contentos.
Su decisión viene de lejos. Es una vieja promesa de campaña con la que logró un apoyo esencial del lobby pro israelí más poderoso, el AIPAC (Comité de Asuntos Públicos EEUU-Israel), que cuenta con unos 100.000 miembros y cuyas donaciones a la causa del republicano, aunque no han trascendido datos oficiales, fueron elevadas, según la prensa norteamericana. Ante ellos, en su convención anual de 2016, Trump dijo literalmente: "Cuando sea presidente, los días en que los israelíes son tratados como ciudadanos de segunda clase habrán terminado (...) Os prometo que desmantelaré ese acuerdo". Esa, dijo, sería su "primera prioridad" al llegar al cargo. "Soy pro-Israel", ha llegado a verbalizar sin cortarse, afirmando además que no hay "una equivalencia moral" entre los israelíes y los palestinos y por eso no puede haber un proceso de paz en igualdad.
Una vez en la Casa Blanca, y apenas durante las primeras semanas de aterrizaje, el magnate empezó a calificar de "error" el acuerdo alcanzado en 2015 y rubricado, además de por EEUU e Irán, por Reino Unido, Francia, Alemania, Rusia y China. Sin embargo, dejaba aún la puerta abierta a modificar su contenido sin romper el documento, a apretar más las tuercas al régimen de los ayatolás. Pero en los últimos meses, la presión ejercida por su "amigo" el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, ha ido en aumento, hasta convencerlo de que tenía que abandonar el barco. Tan pactado estaba todo que, en los servicios de las agencias internacionales, entró antes el teletipo de Netanyahu felicitándose del paso dado por Trump que la propia información de que el norteamericano rompía la bajara.
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Trump, directamente, dijo en su discurso que las "mentiras" de Irán habían quedado desenmascaradas por Israel y que en esas "pruebas" se apoyaban para hablar de fraude en el cumplimiento del acuerdo. A lo que se refería es a la comparecencia del 30 de abril pasado en la que Netanyahu desveló un supuesto "plan nuclear secreto" iraní, 55.000 páginas y archivos en 183 CD que, sostuvo, demostraban que las investigaciones seguían adelante. EEUU dijo entonces que esos documentos eran "reales" y "auténticos", pero aunque Netanyahu insistió en que habían sido verificados por la inteligencia norteamericana, nadie de la CIA ha dado detalles extra. Es más, el presidente de EEUU tampoco dijo nada en su intervención sobre los datos que ellos, y no Tel Aviv, tienen al respecto.
En la prensa local israelí, el power point de Netanyahu, su teatral puesta en escena, con los discos y los tochos de papeles al aire, han sido objeto de no pocas críticas ya que, al parecer, contenían documentos fechados en 2003, esto es, 12 años antes de que se firmara el acuerdo de Viena. El anuncio hecho por el líder del Likud se produjo, coincidencia, un día después de la visita a Israel del nuevo secretario de Estado de EEUU, Mike Pompeo.
"En realidad, Trump ha tomado esta decisión no tras un serio cálculo sobre el acuerdo, sino por su susceptibilidad ante Netanyahu, la furia saudí respecto a Irán, la presión de los judíos estadounidenses conservadores que lo apoyan y el principio de hierro de que todo lo que hizo Obama debe ser malo", resume en el New York Times su analista Roger Cohen. También recuerda este diario, por si viene un escenario no deseado, que el Congreso y el Senado hace tiempo que aprobaron resoluciones de apoyo militar. "Si Israel se ve obligado a defenderse y emprender una acción (contra Irán), EEUU estará a su lado para apoyarlo de forma militar y diplomática".
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Objetivos comunes
No es cuestión de que Bibi sea un encantador de serpientes, el hombre que susurra al oído y convence -que también-, es que EEUU e Israel comparten desde la fundación del segundo de estos países los mismos intereses geopolíticos en la zona y ahora es un momento ideal para ponerse de acuerdo frente a un adversario común: Irán. La situación no es hoy la misma que hace tres años y, por eso, sus intereses se han dado la vuelta.
Cuando se firmó el acuerdo con Teherán que frenaba sus investigaciones y sus posibilidades inmediatas de lograr armas atómicas, ni el Departamento de Defensa de EEUU ni el Ejército de Israel apoyaban salirse del pacto. Les parecía suficientemente garantista y con revisiones aceptables para ver si se cumplía o no. Con los años, fuentes de ambos estamentos han informado de que, efectivamente, como dice el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), los ayatolás estaban acatando lo firmado. Pero Trump y Netanyahu miran más allá de lo nuclear. Saben que el acuerdo actual puede frenar la fabricación de uranio enriquecido, base de las armas atómicas, lo cual es, de partida, bueno para la estabilidad de todos, pero su problema es que, con las sanciones levantadas y los europeos, rusos y chinos estableciendo más y mejores lazos diplomáticos y económicos con Teherán, la república islámica puede acabar robusteciendo su programa de armas convencionales y permitiendo que se dote de herramientas de largo alcance que, ahora sí, alcancen intereses estratégicos norteamericanos en la zona (bases, buques, portaaviones que salpican todo el Golfo Pérsico) o, desde luego, suelo israelí.
"Europa puede insistir en que sigue dentro del pacto pero, con los meses, será muy difícil mantenerlo. Washington sancionará a las empresas y bancos que negocien con Irán y, a la larga, al menos en la práctica, acabarán por romperse contratos y por congelarse esta nueva relación. Menos dinero para Teherán, menos contratos de todo tipo, menos posibilidades de ampliar su programa de armas", resume un miembro de la legación española ante la OTAN.
Expansión iraní
Como escribe Stephen Walt, profesor de Asuntos Internacionales en la Universidad de Harvard, en una tribuna en Foreign Policy, Trump no ha roto el acuerdo por la actividad nuclear de Irán, controlada como se decidió en el acuerdo de Viena como dicen hasta 10 informes del OIEA, sino por "el apoyo de Irán a (Bachar El) Assad en Siria y a Hezbolá en Líbano". La idea es mantener a Irán en lo que denomina la "penalty box", o sea, en el banquillo, castigado y arrinconado, "para evitar que establezca relaciones normales con todo el mundo". Walt defiende que, si el acuerdo siguiera su curso, con plazos a 10 y 15 años vista como contempla, "quizá en algún momento" Washington tendrían que reconocerle a los iraníes su influencia en aumento en la zona y, al menos, tenerlos en cuenta y escucharlos a la hora de tomar determinadas decisiones.
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Eso es inadmisible para Israel, que insiste en que el actual régimen iraní es un "riesgo existencial" para su país, que quiere acabar con todos los judíos que en él residen, apoyándose en declaraciones como estas del ayatolá Ali Jamenei, líder supremo del país: "Con el favor y la gracia de Dios, no existirá nada que se parezca al régimen sionista en esta región". Tampoco lo consentiría Arabia Saudí, enfrentada históricamente con Irán por ser el otro polo de influencia religiosa en el Islam, los sunníes a un lado y los chiíes a otro. Asumir la realidad, que Irán tiene poder y que debería ser un interlocutor a tener en cuenta, es todo un "anatema" en la política de la Casa Blanca.
Realmente, el poder de Irán se ha extendido como una mancha de aceite en Oriente Medio. Se ha afianzado en países fronterizos con Israel y Arabia, bien de forma directa o bien ayudando a agentes locales de su cuerda, como es el partido-milicia chií libanés de Hezbolá (que acaba de imponerse en las elecciones legislativas libanesas y combate a favor del régimen sirio) o los grupos rebeldes hutíes (que derrocaron al Gobierno yemení). Las inteligencias norteamericana e israelí sostienen que Irán, que desde 2012 ha enviado numerosos combatientes a defender a Assad en Damasco, está intentando dar un paso más y establecer bases propias en el país, como Rusia.
La agencia Associated Press, citando fuentes de Washington, ha indicado que hay movimientos de la Guardia Revolucionaria iraní para poner en marcha un aeropuerto cerca de la capital siria y un puerto en Tartus, la misma ciudad donde Moscú tiene ya una base imponente y que le abriría un pasillo hasta el mar Mediterráneo. Un puente terrestre contra el que, hoy mismo, Netanyahu va a pedir en una visita oficial al presidente ruso, Vladimir Putin, que actúe.
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Los duros
A todo ello se suman influencias importantes para Trump, de las que inclinan la balanza. Por ejemplo, están las del Grupo Evangélico Cristianos Unidos por Israel, con 3,8 millones de miembros en EEUU, donantes generosos del partido republicano y que apoyan a Tel Aviv en lo que defienda. Su razón es cuestión de fe: sostienen que el retorno de los judíos a su tierra de hace miles de años es esencial para que se produzca la segunda venida de Jesucristo a la Tierra. Si ellos están en peligro, el futuro de la humanidad, también.
Por otro lado están los halcones del gabinete de la Casa Blanca. El asesor de Seguridad Nacional, John Bolton, y el secretario de Estado, Mike Pompeo, de la línea ultradura, son claramente proisraelíes y ven en Irán un verdadero miembro del "eje del mal". Ambos son muy cercanos al AIPAC. El anterior secretario, Rex Tillerson se oponía a romper el pacto, como lo hacía el exasesor de Seguridad Nacional, HR McMaster. Todos han acabado fuera del Gobierno. Críticos con la postura del mandatario en este tema sólo queda uno, el actual secretario de Defensa, James Mattis.
Israel, en esta coyuntura, lleva las de ganar aunque, como recuerda el periodista español Miguel Ángel Aguilar, es él mismo un país con armas atómicas, una realidad que es vox populi aunque no lo confirme formalmente. "¿Qué tal dar ejemplo, reconocer que tiene usted armas nucleares y renunciar a ellas?", reta a Netanyahu. Como el que oye llover: mientras se hable de Irán, nada se dirá de sus escándalos de supuesta corrupción.