La caída de la 'pareja perfecta'

La caída de la 'pareja perfecta'

EFE

Los jardines del hotel Juan Carlos I son una auténtica fiesta mediterránea. Palmadas, manos al viento. El grupo sevillano Siempre Así pone calor con sus rumbitas. Jóvenes príncipes llegados desde todos los rincones del mundo, millonarios y deportistas de élite bailan, ríen, beben. Es Barcelona, noche del 2 de octubre de 1997. El motivo: la fiesta privada de amigos con motivo de la boda de Cristina Borbón e Iñaki Urdangarin.

Dos días más tarde, millones de españoles se sentarían frente al televisor para ver a la segunda hija del rey Juan Carlos casarse en el altar mayor de la catedral de Barcelona con un apuesto y triunfador jugador de balonmano. Aquella España perfecta encontraba a su yerno perfecto. La economía tiraba, la Moncloa estaba ya en manos del aznarismo y el país tenía a una infanta asentada en Cataluña, que trabajaba para la Caixa y que contraía matrimonio con un atleta vasco.

De eso han pasado casi 20 años. Y esa España, con sus excesos, con sus fallos y sus aciertos, con sus luces y sombras, se ha vuelto a mirar este viernes en el espejo a través de la sentencia del caso Nóos. La monarquía y el país han aprendido muchas lecciones a lo largo de estos últimos tiempos, donde la política, la justicia, la sociedad y los medios de comunicación se han entrelazado, se ha repelido, se han azotado y se han retroalimentado. Hay un antes y un después para la realeza desde el caso Nóos. Pero también para la forma de relacionarse de las élites y de hacer negocios.

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TERREMOTO SOCIAL, ABDICACIÓN Y PRUEBA PARA LA JUSTICIA

Y es que muchos de los que hoy han sido condenados eran símbolos del poderío de finales del siglo XX y principios del XXI (Jaume Matas, Diego Torres, ‘Pepote’ Ballester). La sentencia hecha pública por la Audiencia de Palma es historia con apenas unas horas de vida: Urdangarin se ha convertido en el primer familiar de un rey condenado a cárcel en democracia. La infante sale absuelta, pero con un multa de 265.000 euros y la imagen deteriorada ante el país. El mensaje que hoy dan los políticos es que el sistema judicial funciona. “Quien la hace la paga”, ha sido la frase más repetida.

El caso Nóos supuso un auténtico terremoto para la sociedad. Una España indignada y dolida por la dura crisis económica desayunaba todos los días con titulares sobre los lujos de los duques de Palma y sus problemas con Hacienda. Un cóctel explosivo en el que no faltaban palacetes en Pedralbes, créditos millonarios del rey Juan Carlos y hasta clases de salsa y cumpleaños sufragados a través de la empresa Aizoon.

Nóos, las cacerías en Botsuana, los movimientos de Corinna… Juan Carlos I se vio obligado a abdicar de manera inesperada en junio de 2014. Su hija se negaba a deshacerse de sus derechos dinásticos -hoy sigue siendo la sexta en la línea sucesoria- y las encuestas internas daban la peor valoración a la monarquía en décadas. Aquel año será recordado como el final de una época: se rompió el bipartidismo en las europeas de mayo, irrumpieron con fuerza Podemos y Ciudadanos, ascendieron a nivel nacional nuevas figuras políticas como Pablo Iglesias, Ada Colau, Pedro Sánchez, Susana Díaz…

La casa real de febrero de 2017 no tiene nada que ver con aquella capitaneada por don Juan Carlos. No solo en lo burocrático, hasta las relaciones personales se han quebrado. Felipe VI no se habla con su hermana y su cuñado, el mismo que le ayudó a comprar el anillo de pedida para Letizia Ortiz. Solo se mantienen algunos puentes a través de las figuras de la reina Sofía y de la infanta Elena -que empieza a recuperar agenda tras una época apartada por la nueva estrategia de Zarzuela-.

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EL 'EXILIO' DE CRISTINA Y LA DISTANCIA DE FELIPE VI

Felipe VI ha intentado introducir mayor transparencia en la corona y ha fijado un código de conducta. Además, se publican las cuentas, el estado de la ejecución presupuestaria y la retribución de altos cargos. En Zarzuela esperan que la sentencia aleje el fantasma. Además, confían en que la recuperación económica ayude a reconectar a la sociedad con sus representantes, más el discurso de ejemplaridad del monarca. El principal problema que se avecina ahora es el desafío independentista catalán.

La infanta Cristina vive, como algunos de sus antepasados, una especie de exilio. En un primer momento se trasladó con su familia a Washington por motivos laborales. Pero ni el Atlántico pudo ahogar el escándalo. En 2013 buscaba refugio en Ginebra, donde trabaja para La Caixa y para la fundación del multimillonario Aga Khan. Sus viajes a España han sido breves durante este tiempo, a Barcelona para reunirse con sus abogados, a Palma, a Madrid y a Vitoria, territorio de los Urdangarin. Uno de los momentos más duros fue no poder asistir a la proclamación de su hermano como rey de España en junio de 2014. Desde 2011 llevaba ya apartada de la agenda de Zarzuela. Otro día que se le quedará grabado para siempre será el 12 de junio de 2015: el Boletín Oficial del Estado publicaba la decisión de Felipe de Borbón, rubricada por Mariano Rajoy, de quitarle el título de duquesa de Palma.

Una historia de realeza y política. Entre los condenados este viernes sobresale también la figura del expresidente de Baleares Jaume Matas, que también formó parte del Gobierno de José María Aznar. Tres años y ocho meses de cárcel y siete años de inhabilitación, ni más ni menos. Le aguardan, no obstante, muchas visitas a los juzgados, al quedar pendiente una veintena de resoluciones por causas de corrupción -la mayoría derivadas del caso Palma Arena-. El caso Nóos se sumó a otros macroescándalos, como Gürtel, Púnica, los ERE, Palau y Púnica, que ahondaron en la crisis institucional. La corrupción es el segundo problema que más preocupa a los españoles, según el último sondeo del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) publicado este mes de febrero.

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Nadie se escapa de la radiografía del caso Nóos. Los propios medios de comunicación marcaron un punto de inflexión en su relación con la corona. Criticados anteriormente por una supuesta tibieza con la información de la monarquía, el caso ha ocupado portadas, horas de televisión, miles de noticias. Un culebrón en directo en esta época de programa políticos non stop. Pero a la vez se abrió un debate, por parte de los políticos, sobre el juicio paralelo y la pena del telediario.

“No sé”, “no me consta”, “lo desconozco”, “no lo recuerdo”, contestó en su día la infanta ante el juez José Castro, el hombre que vio claro que debía sentarse en el banquillo. Porque esta historia también es la de un magistrado minucioso que supo reconstruir un entramado entre documentos y facturas. Un trabajo que realizó junto al fiscal Pedro Horrach, un hombre de confianza, pero cuya amistad no pudo superar las divergencias en torno al papel de la hija de Juan Carlos.

Hoy la infanta sale absuelta del caso Nóos, pero con una multa de 265.000 euros en calidad de corresponsable civil a título lucrativo y con una imagen tocada para siempre ante la sociedad española. Su marido, camino de prisión. Lejos quedan ya aquellas palmas en la fiesta de Barcelona al son del estribillo de Siempre Así: “Qué será de mí, qué será de mí…”

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