La Conferencia de París trata de desatascar las negociaciones entre Palestina e Israel
Este domingo, siguiendo la estela de la Conferencia de Paz de Madrid de 1991, representantes de más de 70 naciones y organismos internacionales se van a dar cita en París con el propósito de desatascar el proceso negociador entre Israel y Palestina.
No es un encuentro del que vaya a salir una hoja de ruta, nadie va a redactar un acuerdo de paz, no supondrá el fin de una guerra abierta desde 1948 que es raíz y combustible de gran parte de los conflictos de Oriente Medio de las siete últimas décadas. No. Lo que quiere esencialmente el presidente galo, François Hollande, con su iniciativa es que el mundo recuerde que la gente aún sigue muriendo y matando, sufriendo, en ese rincón del planeta, y que, aunque se crucen por las primeras planas de los periódicos otras guerras modernas, esta aún no se ha cerrado, y ya es hora.
Parece un objetivo poco ambicioso, pero no lo es, inexistentes como son desde 2014 los contactos directos entre las partes en litigio, olvidado como está el problema en la agenda de las grandes potencias. Por eso hay que estar bien atentos a esta cita, porque podría, quizá, remover conciencias, como hizo Madrid, y poner en marcha de nuevo la maquinaria del diálogo y la visibilidad.
La conferencia ha sido convocada por el Gobierno de Francia, que ya ha llevado a cabo en los últimos años varios intentos de relanzar el proceso de paz israelopalestino. El pasado junio ya se hizo un encuentro preliminar en la capital gala, con presencia de destacados miembros de la ONU, la UE, EEUU y varias potencias de Oriente Medio. Se trató de repetir en diciembre, pero la cita se ha ido retrasando hasta este 15 de enero.
Ni entonces ni ahora acudirán a París los líderes de los dos estados enfrentados, el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, y el presidente palestino, Mahmud Abbas. Ambos mandatarios se vieron por última vez en septiembre, cuando tuvieron un encuentro frío y protocolario en el entierro del que fuera presidente de Israel, Simón Peres.
Netanyahu se ha negado a acudir ni siquiera al encuentro posterior, individual, que le había ofrecido Hollande, propuesta que sí ha aceptado Abbas, quien el lunes se verá con su homólogo francés.
Hay 72 países y organismos internacionales que han confirmado su presencia. Entre los que acuden, el vigente secretario de Estado norteamericano, John Kerry, que en apenas cinco días dejará su cargo con la llegada a la Casa Blanca del republicano Donald Trump. Kerry se llegó a ganar el apodo de quijote por intentar desesperadamente en esta legislatura acercar a israelíes y palestinos, sin éxito alguno. Hace casi tres años que logró alcanzar los últimos contactos directos, que no llegaron a nada.
Si no es una cumbre, si no es una ronda negociadora, ¿qué se busca con esta conferencia? Pues básicamente, "reafirmar la necesidad de plantear una solución entre dos estados", en palabras de Jean Marc Ayrault, ministro de Exteriores de Francia. A partir de ahí se podría abrir la puerta a una nueva ronda de contactos directos.
Se va a presentar un "paquete global de ideas" para solventar el conflicto y puede que se aproveche para perfilar medidas o sanciones (o ambas cosas) contra los asentamientos en suelo ocupado palestino. "Hay que buscar mecanismos de acercamiento y hay que buscar un calendario de compromisos", añaden los más optimistas.
Hollande dice ser "realista", "porque sólo los contactos bilaterales pueden traer la paz", pero defiende que se intenten caminos paralelos para atraer a los actores a la misma mesa.
Los dos estados están reconocidos desde la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que, en 1947, permitió la creación de Israel. Es la única salida viable al conflicto, según el consenso de la comunidad internacional. Barack Obama, el presidente de EEUU en funciones, ha defendido esta solución, que hasta acabó reconociendo Netanyahu en su histórico discurso en Bar Ilan de 2009, del que ahora abomina.
Palestina es desde 2012 un estado observador, no miembro, de la Asamblea de Naciones Unidas, pero los asentamientos que agujerean Cisjordania y su pretendida capital, Jerusalén Este, con cerca de 600.000 colonos, impiden la continuidad territorial, más aún con Gaza a una hora de distancia y totalmente bloqueada.
Es decir: en la práctica la solución de dos estados cada vez se complica más y tampoco parece que haya voluntad política para defender este modelo de convivencia. De ahí que Francia quiera apuntalar, al menos, lo que parecía una verdad universal.
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Netanyahu, Obama y Abbas, en la Casa Blanca en 2010.
Los diplomáticos podrían proponer varias reivindicaciones sobre las fronteras del estado palestino, la seguridad de ese perímetro, la situación de los más de cinco millones de refugiados que ha causado este conflicto o el estatus de Jerusalén, capital triplemente santa que los dos se disputan como capital.
Las conclusiones podrían servir de base a una segunda resolución del Consejo de Seguridad de la ONU condenando las colonias israelíes en Palestina, como la que hace un mes, la insólita 2334 en la que EEUU sólo se abstuvo, dejó patente la ilegalidad de esa ocupación.
Israel no quiere ni oír hablar de esta conferencia. Dice que está "amañada" y "manipulada" por los palestinos para que se adopten posturas "anti israelíes". "No nos van a obligar, eso es cosa del pasado", dijo el pasado jueves Netanyahu; entiende que se engloba dentro de una estrategia de desgaste en la que se incluyen las resoluciones de la ONU. No asume la ilegalidad de sus colonias según la legislación internacional (entre 2009 y 2014 las ha hecho crecer un 23%) y entiende que sus ciudadanos tienen derecho a ocupar ese suelo, de ahí que se niegue a reconocer las fronteras previas a la guerra de 1967 como las del estado palestino.
"Se trata de la cumbre de un moderno juicio a Dreyfus. El acusado, en lugar de ser un solo judío, será toda la nación israelí", denunció aún más airado el ministro de Defensa israelí, Avigdor Lieberman, haciendo alusión al capitán del ejército galo, judío, procesado por espionaje en 1894 y rehabilitado en 1906.
Saeb Erekat, máximo negociador palestino, se felicita de la iniciativa porque sostiene que los encuentros bilaterales "no han sido efectivos" en los más de 20 años de proceso; es necesario, estima, que se abra la posible solución a más actores, como Francia, cuando es siempre EEUU quien ha tirado del carro, y es posible que París implique además a más naciones árabes en la búsqueda de soluciones. "El enfoque multilateral es positivo y es consecuencia de la batalla diplomática que ha emprendido Palestina en estos años", explica.
Para empezar, porque las negociaciones llevan más de 20 años entre vivas, muertas y moribundas y nada se ha avanzado desde los Acuerdos de Oslo, aún a medio aplicar. Tres años llevan sin verse directamente los equipos negociadores, tras lo que la zona no acumula más que desastres: la ofensiva contra Gaza del verano de 2014, las oleadas de atropellos y apuñalamientos por parte de palestinos, los 230 palestinos muertos por fuego israelí desde 2015, las ampliaciones de colonias en Cisjordania y el este de Jerusalén... El déficit de confianza entre las partes es muy profundo.
Francia, en realidad, por muy buena intención que tenga su actual Ejecutivo socialista, no es un actor con influencia en el Oriente Medio de hoy y su visión no ha sido determinante entre israelíes y palestinos. Esta vez tampoco se puede contar con el empuje de EEUU, con Kerry y Obama de salida y sin haber hecho tampoco todo lo humanamente posible por acabar con esta herida abierta. Todo lo que digan o comprometan en París pueden tumbarlo en unos días Trump y su nuevo secretario de Estado, Rex Tillerson.
La ausencia de Israel, incluso en la ronda posterior a la conferencia, deja una conclusión clara: igual que dos no pelean si uno no quiere, dos no hacen las paces si uno no se da por aludido.