Estos dos niños nacieron el mismo día en la misma ciudad, pero sus vidas serán muy diferentes
ANTANANARIVO, Madagascar — Miranto tiene cinco años. Luce orgulloso su uniforme escolar, un babi azul, junto con sus deportivas de Mickey Mouse y una gorra de béisbol. Lleva dos años yendo al colegio y ya ha hecho decenas de amigos.
Miranto le saca más de una cabeza a Sitraka, que parece dos o tres años menor. No lleva zapatos y en su camiseta se puede leer “Special Baby Boy”. Todavía está aprendiendo a hablar y aún le cuesta sentarse o quedarse de pie un rato, por lo que no puede ir a la escuela y le resulta muy difícil hacer amigos.
Los dos nacieron en el pueblo de Ambohimidasy Itaosy, apenas a una hora en coche de Antananarivo, la capital de Madagascar. Nacieron justo el mismo día.
No obstante, sus vidas han divergido considerablemente debido a una importante diferencia en la alimentación que han llevado en sus primeros mil días de vida, desde la concepción a su segundo cumpleaños. El hecho de que un niño consuma (o no) una cierta variedad de alimentos puede determinar sus perspectivas de vida a largo plazo.
Mientras que la familia de Miranto le nutrió bien, la familia de Sitraka era demasiado pobre como para poder hacerlo. La malnutrición ha dañado de forma irreversible el crecimiento de su cuerpo y su cerebro.
Lo que Sitraka padece se llama malnutrición crónica o raquitismo.
Como él, la mayoría de niños malnutridos son más bajitos que el resto. Su sistema inmune es más débil, lo que les hace más vulnerables a sufrir infecciones. Su cerebro no se desarrolla del todo, lo que da lugar a un cociente intelectual más bajo y a una menor productividad de por vida.
El raquitismo es una “sentencia de bajo rendimiento de por vida”, explica Roger Thurow, autor del libro The First 1,000 Days: A Crucial Time for Mothers and Children – And the World [Los primeros mil días: un período crucial para madres e hijos, y para el mundo] y miembro del departamento de agricultura y alimentación mundial en el Consejo de Chicago para Asuntos Globales. Lo que los niños consumen durante sus primeros mil días puede afectar a su “capacidad de aprendizaje, su potencial de rendimiento en el trabajo y su salud de por vida”, cuenta.
Se trata de un problema global, que afecta a uno de cada cuatro niños en el mundo. Cuando la generación actual de niños con raquitismo crezca, su reducido potencial costará a la economía mundial al menos 125.000 millones de dólares (aproximadamente 113.000 millones de euros), de acuerdo con UNICEF. Sin inversión en una buena alimentación, los habitantes de los países en desarrollo no podrán competir en un mercado mundial “cada vez más digitalizado y orientado a los servicios”, destacó el presidente del Banco Mundial, Jim Yong Kim, en un discurso en abril.
El problema es especialmente pronunciado en Madagascar, donde casi la mitad de los niños menores de cinco años sufre malnutrición crónica.
Sólo hay cuatro naciones que superan la tasa de raquitismo de Madagascar: Papúa Nueva Guinea, Eritrea, Burundi y Timor-Leste. Pero su población también es menor. Según UNICEF, en Madagascar hay aproximadamente dos millones de niños con raquitismo. Y, a pesar de que la enfermedad está en declive a nivel mundial, la tasa de Madagascar apenas ha cambiado en los últimos 20 años.
MADAGASCAR, ENTRE LOS PAÍSES CON MÁS RAQUITISMO
En 2015, casi la mitad de los niños de Madagascar menores de cinco años sufría raquitismo.
La malnutrición crónica resulta de un conjunto de factores: bajos ingresos, falta de educación, unos servicios de planificación familiar insuficientes y un saneamiento deficiente. Madagascar padece los cuatro.
El país ocupa el puesto 154 de 188 países en el informe sobre Desarrollo Humano de las Naciones Unidas de 2015. Más del 91% de su población vive por debajo del umbral de pobreza mundial de 1,9 dólares al día (1,7 euros). Sólo el 20% tiene acceso a agua potable, según la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, mientras que casi la mitad del país practica la defecación al aire libre.
La malnutrición cuesta a Madagascar 740 millones de dólares al año (670 millones de euros) en pérdidas de productividad y costes sanitarios, lo cual supone un 7% del producto interior bruto del país, según un estudio comisionado por UNICEF y el Gobierno de Madagascar.
Pese a las nefastas estadísticas, existen soluciones. UNICEF estima que con una inversión de sólo 48,4 millones de dólares (43,8 millones de euros) al año, se podría reducir considerablemente la malnutrición en Madagascar.
Por desgracia, los fondos para combatir la malnutrición en el país han sido víctima de la tensión política y del consecuente caos financiero. Madagascar está clasificado como país en desarrollo y su gobierno depende en gran medida de la ayuda exterior, que en 2008 alcanzó el 70% del presupuesto. En 2009, la oposición política dirigida por el alcalde de la capital forzó un golpe de Estado, y las naciones donantes suspendieron la ayuda no humanitaria al país, provocando un estancamiento del crecimiento económico y una caída preocupante del presupuesto de Estado. A falta de ayuda exterior, el gasto en servicios sociales cayó de forma dramática, del 13,4% del presupuesto en 2007 a sólo un 2,9% en 2010.
El Programa Nacional de Madagascar sobre la Nutrición, que trabaja por educar a la población de las 22 regiones sobre los efectos de la malnutrición crónica, se detuvo en 2009 debido a la agitación política. El programa se retomó en 2013 después de las elecciones presidenciales democráticas, con las que se recuperó la mayor parte de la ayuda exterior, pero ahora sólo llega a las nueve regiones más necesitadas.
La malnutrición crónica es una prioridad para el gobierno de Madagascar, asegura Mamy L. Andriamanarivo, el ministro de Salud del país. Pero la falta de fondos limita sus posibilidades.
“Nos dimos cuenta de que el raquitismo está hasta en las regiones ricas”, reconoce Andriamanarivo. “Está en todas partes”.
Además de dinero, para reducir la malnutrición crónica también se requiere educar a los padres sobre la necesidad de diversificar los alimentos en la dieta de sus hijos. Los niños de Madagascar suelen tomar productos básicos de cultivo, como el arroz, que es más barato y está más disponible. La carne, la verdura y otros alimentos ricos en nutrientes resultan más caros.
La falta de diversidad en la alimentación, junto con un elevado porcentaje de parásitos, lombrices y enfermedades como la diarrea, crea la “tormenta perfecta” para la malnutrición, afirma Elke Wisch, jefe de UNICEF en Madagascar. “Básicamente, estas personitas no tienen posibilidad de aprovechar todo su potencial”.
Sitraka (derecha) no sabe hablar ni va al colegio. Miranto ya ha completado los dos primeros años de escuela. Ambos tienen cinco años.
El raquitismo no suele parar con una generación. Las chicas que sufren raquitismo tienen su primer hijo unos cuatro años antes que las que no lo sufren, de acuerdo con un estudio del Diario Estadounidense de Nutrición Clínica. Un embarazo precoz contribuye a perpetuar el ciclo de pobreza y malnutrición.
La cantidad de niñas con raquitismo que da a luz —algunas, de apenas 12 años— influye gravemente en la elevada tasa de mortalidad materna, ya que su cuerpo no se ha desarrollado lo suficiente como para dar a luz con seguridad, cuenta Andriamanarivo. De las mujeres que mueren en el parto, el 20% tiene raquitismo, según la Oficina de Nutrición.
Según el ministro de Salud, se hace demasiado poco debido, en parte, a una ley que data de los años 60, que estipula que las chicas no alcanzan la madurez hasta los 18. Como consecuencia, las adolescentes no reciben una educación sexual adecuada, lo que contribuye a la extremadamente elevada tasa de embarazos precoces. En Madagascar, 117 de cada 1.000 partos son de niñas de entre 15 y 19 años (frente a los 7,5 de la tasa en España).
“Si tienes raquitismo, no hay nada que pueda arreglarlo”, sentencia Wisch.
EL COSTE DE LA INACCIÓN
La malnutrición cuesta a Madagascar 740 millones de dólares al año, lo que equivale a un 7% de su PIB. Según UNICEF, bastaría con invertir 48,4 millones de dólares para empezar a reducir la malnutrición.
Es posible que Miranto vaya a la universidad algún día, siempre que sus padres puedan permitírselo.
La madre de Sitraka, Mariette, sigue intentando de forma desesperada enseñar a su hijo a ponerse de cuclillas para que pueda defecar de forma correcta. Parece que el sueño de la escuela queda aún lejos.
Los niños en la situación de Sitraka luchan por conseguir una educación, asegura Virginie Razanatsoa, representante del sector de la nutrición para UNICEF que trabaja con el pueblo de Sitraka y Miranto. Si los niños crónicamente malnutridos llegan a ir a la escuela, no duran más de cinco años. Y eso, por supuesto, limita sus perspectivas de encontrar un futuro empleo.
A Sitraka ya le han tenido que operar por una hernia y hace poco descubrieron sangre en su orina. Los médicos han recomendado a su madre que le dé yogur todos los días para complementar su alimentación.
“Hago todo lo posible por darle lo que quiere”, dice Mariette. Pero ella sólo gana 1.500 ariary al día —menos de 50 céntimos de euro— vendiendo comida a los ganaderos en el mercado y realizando otros trabajos esporádicos. Con esta pequeña suma tiene que alcanzar para sus gastos, los de Sitraka y su hermano mayor. Una sola porción de yogur cuesta una quinta parte de los ingresos diarios familiares.
La madre de Sitraka, Mariette, que apenas gana 0,50 euros al día.
Aunque para la ONU es una prioridad acabar con la malnutrición para 2030, el informe sobre nutrición global de este año afirma que se necesitan una mayor inversión y una actuación más comprometida para aproximarse a este objetivo. En Madagascar, otro golpe de Estado —que los observadores políticos consideran muy posible— podría llevar a otra retirada en masa del dinero de ayuda internacional, tirando por tierra cualquier progreso logrado hasta el momento.
Mientras tanto, el ciclo del raquitismo continúa, llevándose por delante otra generación.
“La igualdad de oportunidades para todos es un eslogan vacío si no nos enfrentamos a esta cuestión”, dijo en abril el presidente del Banco Mundial.
Garantizar que los niños de los países en desarrollo siguen una alimentación adecuada es un imperativo moral y económico, señala Thurow, experto en malnutrición global.
“Si te preguntas cómo algunos países siguen sumidos en la pobreza o por qué la ayuda al desarrollo no es tan efectiva ni tiene el impacto que pensamos que debería, la respuesta es: porque hay un montón de niños que comienzan la vida de manera horrible”, apunta. Y plantea: “¿Qué podría haber ganado y aportado al mundo un niño con raquitismo de no haber sufrido esta enfermedad? La pérdida de oportunidades de grandeza para una persona se convierte en una pérdida de grandeza para todo el mundo”.
Gráficos de Alissa Scheller
RESULTS, una organización sin ánimo de lucro contra la pobreza, financió este viaje a Madagascar para dar a conocer los retos de salud a los que se enfrenta el país. No intervino ni en la redacción ni en la edición de este reportaje.
Este artículo fue publicado originalmente en la edición estadounidense de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Marina Velasco Serrano