'No' a Rajoy
‘No’. Se cumple el guión. El Pleno del Congreso ha rechazado la investidura del líder del PP, Mariano Rajoy, como presidente del Gobierno con 180 votos en contra y 170 a favor (Partido Popular, Ciudadanos y Coalición Canaria). España sigue igual.
El presidente en funciones no ha logrado la mayoría absoluta requerida (176 de 350 diputados) y tendrá que enfrentarse a una nueva votación el próximo viernes por la tarde, en la que es necesaria mayoría simple -más síes que noes-. Tampoco las cuentas le salen para las próximas 48 horas, ya que tendría que lograr que once diputados contrarios pasaran a la abstención.
Rajoy llegaba a este debate sabiendo que no tenía los apoyos suficientes. Lo que se ha evidenciado durante estos días es que el presidente del PP parece incapaz de convencer al resto para que le dejen gobernar en minoría. La incertidumbre sigue instalada ante la incapacidad del PP de aglutinar apoyos, la ambigüedad del PSOE sobre un Gobierno alternativo y el miedo a unas terceras elecciones.
No ha habido grandes emociones desde el martes por la tarde. El presidente pronunció un discurso -que debería estar llamado a seducir a aquellos que tienen las llaves del futuro del país-. Y no solo ha fallado en eso, sino que hasta su partido socio en este camino -Ciudadanos- no ha ocultado su incomodidad para apoyarle.
Poco ha tenido que ver con aquel discurso con el que se presentó en 2011, en el que presentó a su partido como el salvador de España en mitad de la brutal crisis económica que azotaba el país. Entonces escuchó los aplausos atronadores de su mayoría absoluta.
EL "NO ROTUNDO" DEL PSOE
Hoy esa mayoría absoluta se ha quedado reducida a 137 escaños del PP. El sendero para llegar a La Moncloa diseñado por la cúpula popular pasa por la abstención del PSOE. Pero entre las paredes del Palacio de la Carrera de San Jerónimo ha tenido que oír lo que ya le había dicho en privado Pedro Sánchez: un “no rotundo”.
Nada de camelos, ni de seducciones. Rajoy ha oscilado entre el tono de cantor de oposiciones -durante su discurso- y la ironía gallega -en el cara a cara contra Sánchez-. En la primera jornada del martes ni siquiera mencionó concretamente al PSOE. En esta del miércoles le ha dicho con disgusto: “Le pido que se abstenga”.
La plúmbea oferta que ha llevado a la Cámara Baja el líder del PP está basada en grandes acuerdos de Estado en educación, pensiones, violencia de género, financiación autonómica, unidad de España, ciencia y política exterior. Aunque especialmente ha esgrimido el miedo al vacío de poder y a las consecuencias de “extrema gravedad” que puede tener no aprobar en las próximas semanas el techo de gasto y los presupuestos del Estado.
Este guión se ha completado con las tres razones dadas por Rajoy para conseguir un cambio de voto a última hora: el país necesita con “urgencia” un Ejecutivo, los españoles han señalado con “claridad” su preferencia por el PP y no existe una “una alternativa razonable”. Todo ello aderezado por el “clamor popular”, a juicio del líder conservador.
EL GRAN MAL DE LAS TERCERAS ELECCIONES
Y el gran ‘mal’ ha sobrevolado durante toda la sesión: las terceras elecciones. Los partidos juegan ahora la partida de la responsabilidad de que España tenga que ir a votar otra vez el 25 de diciembre -sí, sí, el día de Navidad-. Esta fecha se debe a los plazos establecidos en la ley. El PSOE no ve en ello una coincidencia del calendario parlamentario y hasta Sánchez ha llegado a acusar a Rajoy y a la presidenta del Congreso, Ana Pastor, de haberlo programado maquiavélicamente para añadir presión. Lo ha definido simplemente como un “chantaje”.
Sánchez lo ha dicho durante su discurso en el que ha explicado los argumentos para tumbar la investidura de Rajoy. Si primero se abstiene en la investidura para propiciar que haya Gobierno, luego por la supuesta “responsabilidad” que le pide Rajoy tendría que aprobar los presupuestos y así sucesivamente. Un bucle negativo para España, en su opinión.
“Seré claro y directo. El PSOE votará en contra de su candidatura y lo vamos a hacer con absoluta convicción, por coherencia con el ideario, por compromiso con los votantes y por el bien de nuestro país”. No había margen para la duda con las primeras palabras de Sánchez, una parte del discurso esbozada para despejar cualquier duda y que tiene destinatarios internos y externos.
A partir del viernes se abrirá un nuevo capítulo tras el segundo ‘no’ a Rajoy. El propio Sánchez ya sabe que el debate sobre qué hacer volverá a remover las procelosas aguas socialistas. De hecho, durante estos días los líderes de su partido en Extremadura, Guillermo Fernández Vara, y en la Comunidad Valenciana, Ximo Puig, han avisado de que habrá que convocar el Comité Federal para analizar la posición y cómo evitar unas terceras elecciones.
Esa supuesta culpabilidad de los comicios ha sido una de las balas que ha disparado Rajoy contra Sánchez. Su cara a cara a primera hora del miércoles ha sido áspero, de luchadores a los que no les apetece ni rozarse, que se repelen, detestan. Desde luego no están llamados a ser esos grandes rivales con ganas de verse en el cuadrilátero y protagonizar combates épicos.
Rajoy sigue despreciando a Sánchez. Se sentía más cómodo contra Alfredo Pérez Rubalcaba, alguien con el que se veía capaz de lograr grandes pactos de país. Y encima le toca intentar acercarse a él para que lo deje en La Moncloa. Se ha guardado su ironía para el enfrentamiento: “No abuse, con que me diga que no ya es suficiente”, “Señor Sánchez, he venido a pedir su colaboración, ello me obliga a tratarle con más deferencia que como lo hago habitualmente y a cuidar más las expresiones”.
El “agua y el aceite”, como ha definido la relación entre Sánchez y Rajoy. ¿Y qué pasa si no se entienden? El líder del PSOE ha comentado que el PP tiene que buscar los votos que le faltan entre los partidos ideológicos afines y el popular solo ve elecciones si los socialistas se resisten.
Otra opción ha aparecido en el Hemiciclo de la mano del líder de Podemos, Pablo Iglesias, que ha pedido a Sánchez que intente un Gobierno alternativo. Una vía la que se han sumado Alberto Garzón (Izquierda Unida), Francesc Homs (PDL) y Joan Baldoví (Compromís). El secretario general del PSOE sigue sin desvelar si intentará explorar esa opción, a pesar de que ha repetido de que estará en la oposición.
¿Y QUÉ SALIDA HAY?
El camino del apoyo de toda la derecha tiene dos piedras: el Partido Demócrata Catalán y el PNV. A estos dos partidos les ha sentado como un puñal en la espalda la extensa parte que dedicó Rajoy durante su discurso a la unidad de España y contra los independentistas. Los de Homs han apostado por el Gobierno de Sánchez y el peneuvista Aitor Esteban ha sido uno de los más duros contra el candidato del PP. Muchos daban por hecho que tras las elecciones vascas el PNV podría dar sus cinco apoyos al Partido Popular -si necesita en Vitoria a los de Alfonso Alonso-. Este miércoles esa imagen de futuro se ha manchado al escuchar al nacionalista calificar de “rancio e irresponsable” al presidente.
Rajoy no ha conseguido piropos ni siquiera de sus socios de Ciudadanos. "La mayoría de los españoles no se fían de un partido que dice haber luchado contra la corrupción. No nos fiamos porque la mayoría de los españoles hemos visto que todos los tesoreros del PP han acabado imputados, porque sabemos que ustedes están imputados como partido", ha espetado durante su intervención Albert Rivera. ¿Entonces por qué le apoyan? El mal menor, a juicio del naranja.
Se acabó la primera votación con el anunciado final del no. Ahora toca vivir otras 48 horas para otro nuevo no. No es no. ¿Viviremos otros dos meses de 'noes' antes de elecciones?