El Estatut catalán, diez años de una oportunidad perdida
“Pasará a nuestra memoria colectiva como un día de celebración”. Estas palabras las pronunciaba el 30 de marzo de 2006 el entonces presidente de la Generalitat de Cataluña, Pasqual Maragall, con motivo de la aprobación por parte del Pleno del Congreso de los Diputados del nuevo Estatut de autonomía. Una década ya.
El texto catalán cumple diez años en medio de un clima político y social contrario al espíritu para el que se alumbró. Las relaciones entre la Moncloa y el Palau de la Generalitat son casi inexistentes y en la comunidad se ha evolucionado del debate sobre competencias y la interpretación del término “nación” al de independencia ‘sí o no’.
Aquella negociación fue de alto voltaje político. Agotadores días de conversaciones -públicas y secretas- entre el “España se rompe” del PP, los enfrentamientos internos en la familia socialista, las desavenencias del tripartito y el papel paralelo de CiU. Al final, el Congreso de los Diputados daba luz verde en una de las votaciones más tensas y mediáticas que se recuerdan. Uno a uno los parlamentarios tuvieron que anunciar el sentido de su voto tras una sesión de seis horas. El resultado: 189 votos a favor (PSOE, CiU, PNV, IU-ICV, CC-NC y BNG), 154 en contra (PP, ERC y EA) y dos abstenciones (Chunta y Nafarroa-Bai).
Entonces, buena parte de la clase política y de la sociedad catalana entendía que aquella renovación estatutaria suponía un acuerdo para el encaje en el siglo XXI de esta autonomía en España. Un texto que se envenenó pronto para muchos y que fue objeto, posteriormente, de un controvertido recorte por parte del Tribunal Constitucional en una sentencia de junio de 2010 a raíz de un recurso interpuesto y mediatizado por el PP. El tijeretazo a una ley refrendada en referéndum por los catalanes supuso para muchos el inicio de la deriva independentista. “Frustración”, repiten dirigentes que participaron en aquel proceso.
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Rubalcaba y Zapatero, el día de la aprobación
Además, el proyecto suponía la punta de lanza de un nuevo marco territorial que quería impulsar el joven Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Aunque previamente se había aprobado la revisión del valenciano, el texto catalán era el de mayor calado. Luego vendrían el grupo de la “segunda generación”: Andalucía, Baleares, Aragón y Castilla y León.
Una década en la que se ha cometido errores, pero de la que se pueden extraer algunas lecciones, según explican a El Huffington Post algunos políticos que participaron en las negociaciones aquellos días y expertos constitucionalistas.
"CON EL ESTATUT EMPEZÓ TODO"
Una de las personas que estuvo en medio de este torbellino fue el entonces parlamentario catalán Francesc Homs. Reflexiona hoy desde su despacho en el Congreso de los Diputados como portavoz de Demòcracia i Llibertat tras haber sido uno de los hombres fuertes de Artur Mas durante años en la Generalitat. En su opinión, “el gran impulso del proceso independentista que existe en Cataluña es consecuencia de cargarse por parte del Constitucional una ley que fue refrendada. Con el Estatut empezó todo, como mínimo a partir de la sentencia”.
En aquellos días el papel de CiU fue decisivo. Estaba en la oposición en el Parlament -frente a un tripartito coronado por Maragall-, pero fue un acuerdo entre Zapatero y Artur Mas en una reunión secreta en La Moncloa lo que desbloqueó la tramitación del nuevo Estatut en enero de 2006. El que más tarde sería presidente de la Generalitat alababa posteriormente, aquel 30 de marzo en el Congreso, un documento que abría "horizontes de colaboración" entre Cataluña y el resto de España "muy ambiciosos y al mismo tiempo estimulantes".
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Homs y Mas
Mas y CDC ya no piensan en esos términos. “No se puede volver a otra cosa que no sea el proceso independentista”, afirma Homs, quien subraya: “No sé lo que pasaría si un día se hiciera una propuesta por parte de la política española, como la de David Cameron”. Lo que tiene claro es que si en este 2016 se sometiera a consulta el Estatut, tal y como le dejó el Constitucional, no conseguiría ni el “diez por ciento” de apoyo de los catalanes. En el referéndum de 2006 logró el respaldo de casi el 74% de los ciudadanos de esa autonomía, aunque la participación no llegó al 50%.
Las negociaciones, continúa Homs, fueron “muy complicadas” porque había gente que “tenía las ideas claras y otros no”. “Me acuerdo una vez que Rubalcaba me decía ‘tienes que comprender que nuestra situación es muy compleja porque el PP nos está pisando los talones en las encuestas’. Yo me quedé mirando y le dije ‘a mí que me cuentas, yo estoy en la oposición, tus problemas de estar en el Gobierno son tuyos”. Los contactos eran “complejos”, añade Homs, por la “posición lineal del PP” y la “camaleónica” del PSOE.
Homs cree que la “gran lección” que se aprendió en Cataluña es que se desmontó el mito de que la “voluntad de autogobierno era una cosa de políticos raros”. “Se ha visto ya después que esto tenía un gran alcance. Si no, no se explica la reacción que ha habido después”, agrega. “Algunos ya advertimos de que si había una sentencia negativa, habría una reacción. No nos hicieron puñetero caso y ahora empieza a reconocerse en privado y en público, como las declaraciones de Zapatero en La Vanguardia”. Aquel pronunciamiento del Alto Tribunal, comenta, fue “una expulsión del propio sistema” porque dijo que “no tenía cabida lo que se votó en las Cortes”.
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Manifestación durante la Diada
Ahora Homs trabaja en el Congreso por intentar pactar una salida hacia la independencia de Cataluña. Tras el 20-D ha mantenido contactos con todos los partidos. No tiene ninguna queja a nivel personal, pero ve una “gran incapacidad del sistema político español para entender y comprender lo que se está planteando en Cataluña”.
¿Y qué está pasando ahora? El político de CDC cree que “hay una clara y creciente desconexión política y emocionalmente para una parte de los ciudadanos de Cataluña”. Y lanza un lamento: no se quiere “abordar de cara” y se “niega el problema”. “Nos piden la rendición”, lamenta Homs.
"EL SENTIMIENTO QUE DOMINA: FRUSTRACIÓN"
También vivió con mucha intensidad aquellos días Miquel Iceta, que hoy es el líder del PSC. Lo primero que comenta cuando se pide su opinión sobre esta década es que si la sentencia del TC hubiera sido de otra manera, “no estaríamos en el lío de ahora”.
“El Estatut fue un intento para solucionar un problema muy serio, que se vio truncado por una sentencia que alteró lo que los ciudadanos habían votado, al mismo tiempo la propia sentencia indicaba en algunos extremos que la reformas que se pretendían requerían de una reforma de la Constitución”, asevera el que fuera uno de los miembros en la Ponencia encargada del Estatut en las Cortes.
En su memoria se dibuja un “trabajo muy complejo” aquellos días porque el proyecto “abarcaba muchas cuestiones”. “El acuerdo al que se llegó fue muy razonable -prosigue-, aunque fue muy laborioso”. En este sentido, apostilla: “El sentimiento que domina es el de frustración por el hecho de que la sentencia se cargó lo que para nosotros era una solución acordada muy potente”.
Además, hay que fijarse en todos los matices e Iceta señala que es “curioso” que en el periodo que transcurrió entre su aprobación y el pronunciamiento del Alto Tribunal “no pasó nada”. “Estuvo vigente cuatro años y no se derivó de ello ningún problema”, concreta. De la experiencia se aprende, remacha Iceta, que recuerda que en la reciente reforma de la ley orgánica del Constitucional se ha recuperado la figura del recurso previo. Esto, afirma, evitará que pueda ser modificado un texto de este calado después de un referéndum.
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Maragall y Zapatero
En esta historia tienen gran importancia dos hombres de su partido: Zapatero y Maragall. Para Iceta, “cada uno desde su punto de vista demostró su voluntad de resolver los temas dialogando”. “Y yo creo que esto seguirá vivo mucho en el tiempo, no hay solución que no pase por la vía del diálogo, la negociación y el pacto. Por lo tanto, más pronto que tarde volverá a abrirse un diálogo que permita resolver el problema”, aprecia Iceta.
Y en el recuerdo está también aquel ‘no’ del PP, su recurso y la campaña para recoger firmas contra el texto. Los populares no han entonado el mea culpa con la fuerza que le piden desde muchos sectores políticos y de la sociedad. “Alguna vez ha habido una declaración muy tímida, pero no desde luego por quien debería hacerla. Rajoy era el máximo dirigente y utilizó esta cuestión para presionar al Gobierno poniendo delante sus intereses a los del país. Hoy nadie puede negar que el problema se ha hecho más grande”, insiste el líder del PSC.
En la campaña de las últimas elecciones catalanas, el candidato del PPC, Xavier García Albiol, reconoció públicamente que aquella campaña de firmas se interpretó como una “agresión” por parte de la sociedad catalana. “Esa acción fue poco acertada”, comentó, pero sigue sin existir un pronunciamiento rotundo sobre las consecuencias del recurso. En Génova defienden que CDC infla el secesionismo para tapar su gestión durante los años de la crisis.
Una de las quejas constantes desde la izquierda es que cada vez que gobierna el PP aumenta el número de independentistas. Ese aumento ha sido exponencial en los últimos años, pero su salto se da principalmente a raíz de la sentencia. Cuando se aprobó el Estatuto solo el 13,9% de los catalanes estaba a favor de ser un Estado independiente -según el Centro de Estudios de Opinión-, un porcentaje que a día de hoy supera el 41%.
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Rajoy presenta las firmas contra el Estatut
"UN INTENTO DE FEDERALIZAR ESPAÑA"
Estuvo presente en el Congreso aquellos días tan especiales el dirigente de ICV Joan Herrera: “El Estatut fue un intento del Gobierno de la Entesa por federalizar España por la vía del acuerdo y a partir de una interpretación abierta de la Constitución”. Con la experiencia de estos dos años, el ecosocialista pone el acento en la “hostilidad del PP” -”de aquellos polvos, estos lodos”- y en una “cierta dejación del PSOE”.
“Intensas”. Esta es la palabra que utiliza al recordar aquellas negociaciones, de las que salió finalmente un “texto razonable y aceptable”. Días con protagonistas como Rubalcaba, Zapatero, Mas y otros no tan mediáticos pero vitales, como el entonces secretario de Estado de Relaciones con las Cortes, Francisco Caamaño. “El problema es que algunos preceptos no se cumplieron y el Constitucional hizo una cosa que no debía: hacer de Cámara legislativa”, puntualiza Herrera.
Según este exdiputado, el elemento “interesante” que recogía el Estatut era esa “voluntad de universalizar elementos federalizantes”. En ese punto, recuerda el esquema que “funciona en España es que Cataluña lidera y Andalucía universaliza”. “Paradojas de la vida, el Constitucional tumbó artículos del Estatut que se mantienen vigentes en otros, al final lo que evidencia es un problema político”, constata.
“Si no hubiera habido esa resistencia del PP y más voluntad de liderar del PSOE, el Constitucional no hubiera hecho lo que hizo. Hubiéramos sentado un modelo federal y no nos encontraríamos en la crisis en la que está España de modelo territorial”, remata Herrera, que precisa que “cuando se habla del tema catalán, mucha gente progresista te dice ‘qué pereza, hay temas más importantes’. Pero se tiene que resolver el modelo territorial y la dejación del tema ha derivado en una de las crisis más importantes”.
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Zapatero y Rajoy
Hay que mirar adelante y Herrera cree que en España se “están moviendo cosas”. El futuro pasa por “entender la plurinacionalidad y no vale con poner el mote de federal”, reflexiona. “Diez años después tenemos otra oportunidad, y no sé si habrá muchas más. Hemos pasado del independentismo residual a uno que no es suficientemente amplio para saltar la tapia pero que sí puede mantener el pulso. No podemos esperar diez años más”, concluye el ecosocialista.
"LA AUSENCIA DEL PP, UN ENORME FALLO"
Y si entre los políticos el tema ha sido debatido hasta la extenuación, los constitucionalistas lo han hecho coma a coma. Uno de los que más lo ha estudiado ha sido Xavier Arbós, catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Barcelona. Entre las lecciones más importantes que se deben aprender, asevera, es que “no se puede hacer una reforma del calado de la organización territorial sin intentar agarrar al máximo a quien está en el Gobierno pero también al principal partido de la oposición”. “Eso aquí falló, porque no quiso el PP, porque no se hizo bien… pero fue un enorme fallo”, enfatiza.
Arbós recuerda que hubo “algunos episodios en los que se manifestó una cierta falta de tacto, como el de ‘vamos a cepillar el Estatut’ de Alfonso Guerra, pero que en su momento hubo una cierta de satisfacción porque se había llegado a un acuerdo que se podía desarrollar”. Acto seguido, añade que “el problema vino después con el recurso y la campaña que lo acompañó, además de la muy deficiente gestión y gestación de la sentencia”.
“Además, quedó una sensación amarga de ver, sobre todo por parte del PP, que se estaban impugnando con una mano preceptos del Estatut mientras que se aprobaban contenidos prácticamente idénticos en otras comunidades”, añade Arbós.
Según el catedrático, llama la atención que “el PP en aquel momento se dejó llevar por intereses de partido”. “No es que no tuviera derecho a presentar el recurso y el TC tenía la obligación de resolverlo. No digo que no hubiera elementos que se hubieran pasado de la constitucionalidad… Lo que no se puede olvidar es la campaña contra el Estatut, la doble vara de medir”, finaliza el catedrático.
Sentencias, memorias, recuerdos, negociaciones, reproches, lecciones. Diez años del Estatut… sin encontrar el encaje de Cataluña.