Álvaro Longoria: "Para los norcoreanos, Kim Jong-un es como Cristiano, el Cid y dios juntos"
Álvaro Longoria (Santander; 1968) logró el año pasado algo excepcional: entrar en Corea del Norte y grabar. Este viernes se ha estrenado en los cines The Propaganda Game, un documental de 75 minutos en el que plasma una experiencia que, asegura, ha cambiado la forma en que ve a ese país, el más cerrado y enigmático del mundo.
El director de la cinta accedió a Corea del Norte tras contactar con el polémico español Alejandro Cao de Benós, el único occidental que trabaja para el régimen de Kim Jong-un. Las reglas, eso sí, fueron estrictas: no podría pasar solo ni un momento, las visitas estarían programadas y únicamente grabaría donde le indicaran. Si no cumplía esas normas, le quitarían el material. "Creo que es de lo mejor que se ha hecho jamás sobre Corea, lo más imparcial y objetivo", afirmó Cao de Benós tras ver el documental.
Longoria, que ganó un Goya con Hijos de las nubes y ha producido títulos como Ma Ma, Ché o Looking for Fidel, atiende a El Huffington Post en la última fila ("siempre es la mejor") de una sala de los madrileños cines Renoir. Admite que aún sufre el 'Síndrome de Estocolmo' tras haber sido intensamente bombardeado por la propaganda de Corea del Norte.
¿Qué ha cambiado en usted después del viaje a Corea del Norte?
La percepción que tengo de la propaganda ha cambiado mucho, y la película no estaba diseñada originalmente para enfocarse en la propaganda. Yo, de repente, tuve la oportunidad de ir a Corea del Norte y dije: ‘Voy a contar la verdad de lo que hay ahí’. Era una idea utópica, me di cuenta de que era imposible porque empecé a recibir información contradictoria, presiones, manipulaciones. Era una locura.
¿De quiénes ha recibido esas presiones?
Cuando alguien te habla fuera de cámara es peligroso, porque te puede estar mintiendo y no pasa nada. En este caso me ha pasado muchas veces. Gente que está vinculada a servicios de información, periodistas, políticos… que me hablaban fuera de cámara y que no he utilizado en la película. Las cosas que me contaban eran muy raras y decidí no seguir esas pistas.
¿Qué cosas raras?
Sobre todo, hay miles de teorías sobre cómo se financia Corea del Norte y algunas eran bastante surrealistas. Decidí no entrar en eso.
Entonces, ¿no ha sacado ninguna conclusión sobre ello?
Que la verdad es una cosa bastante relativa y que es muy fácil manipularte. Y a mí me han manipulado. Cuando he estado en Corea del Norte he sufrido el 'Síndrome de Estocolmo'. Lo he vivido en mis propias carnes. Es imposible no experimentarlo cuando te están bombardeando día tras día, constantemente, desde por la mañana hasta por la noche.
En el documental dice en un momento: ‘Llevo cinco días aquí y me empieza a pasar factura la propaganda’. ¿Cómo es ese bombardeo de propaganda una vez que se aterriza en Corea del Norte?
Está todo muy planificado. Desde por la mañana, te despiertan con unos altavoces con eslóganes propagandísticos. Pasan camiones diciendo: ‘¡Animaos, hoy es el gran día!’ Y todo el rato te lo están repitiendo. Lo dijo Goebbels: si repites una mentira las suficientes veces, acaba siendo una verdad. En Corea del Norte pasa eso, todo el rato te están repitiendo el mismo mensaje: aquí todo está muy bien, todo el mundo tiene derechos, la gente es feliz… Y no puedes estar constantemente enfrentándote a ellos.
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¿Los norcoreanos de verdad se lo creen?
El país está totalmente cerrado, así que ellos pueden tener sospechas de lo que está pasando fuera. Pero no tienen información. Así que yo creo que hay dos tipos de norcoreano: los que se lo creen, porque desde pequeños les están sometiendo a una férrea propaganda, y los que tienen sus dudas pero por salud mental y física prefieren hacer que se lo creen. Ser disidente en Corea del Norte no es una opción. Así que o vas con el régimen, o al menos lo parece, o tu vida va a ser una pesadilla.
¿Los norcoreanos tienen un guión aprendido para decir lo que quieren que digan?
Están programados. Todos tendían a decir siempre lo mismo, y eso es porque ellos saben lo que tienen que decir. No se les ocurre ponerse creativos. Su mayor obsesión es decir lo que deberían decir, no vayan a decir algo que no deben y se les caiga el pelo. Pero se nota que algunos creen en lo que dicen y otros se les ve que se ponen a sudar a lo bestia. Y te das cuenta de que están pensando qué decir para no equivocarse.
Por lo que les pueda pasar…
Es que si tú vivieras allí serías igual. Y yo cuando estaba allí, al final casi decía: ‘Todo es maravilloso, todo es fantástico’.
¿Hasta ese punto le ha afectado la propaganda?
Lo que está claro es que la visión que se tiene desde fuera y la realidad son muy distintas. Es importante que la gente, en vez de asumir que las conclusiones se las dén otros, tomen sus propias conclusiones. Al final, estamos cayendo en la misma trampa que ellos. En Corea del Norte sólo tienen una verdad y no existe otra opción. Aquí, con la cultura de la sobreinformación y la simplificación de las noticias, casi caemos en la misma trampa de creernos todos la misma historia. Para ejercer la libertad hay que trabajar en ella. Y para llegar a una conclusión tienes que informarte lo suficiente. Si no, eres tan poco libre como un norcoreano.
¿Cómo ven a Occidente los norcoreanos?
Por ejemplo, no saben dónde está España pero son del Barça. Para ellos, occidente es una especie de nebulosa y lo consideran el enemigo. Ellos creen que son los que tienen la posesión de la verdad y se tienen que defender del ataque extranjero. Corea del Norte ha sido invadida por China, o por Japón, más de 100 veces y ha tenido varias guerras. Por eso les llaman el ‘reino ermitaño’, porque intentaron cerrarse. Siempre han buscado la protección en el cerrojazo.
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Pero, ¿qué conocen ellos de fuera?
El fútbol es un tema superimportante para ellos. Me dijeron que Kim Jong-un quiere tener un equipo en el Mundial de dentro de ocho años. Y el fútbol sí que llega. En las noticias de allí sí que se habla un poco de fútbol internacional.
¿Qué sensaciones tuvo cuando paseaba por Pyongyang?
Lo que yo me esperaba y lo que me encontré no tenía nada que ver. Me esperaba una especie de ciudad desolada, gris, hambruna. Y no. Es una ciudad espectacular y me llamó mucho la atención. Me sorprendió cómo era posible que tuviera una percepción tan distinta de lo que había leído en libros. Al principio tenía la sensación de que me estaba metiendo en un lío y luego me di cuenta de que, en el fondo, la cosa no era para tanto y me fui relajando un poco. Pero fue estresante.
¿Hasta qué punto cree que lo que vio es cierto? Si no le dejaban nunca solo, si había un itinerario fijo…
Lo que he visto es cierto, otra cosa es que sea lo que ellos quieren que yo vea. Cuando te llevan a ver una casa de 350 metros, maderas nobles y una tele de plasma, te das cuenta de que no es verdad. Siempre te queda la duda. ¿Eso representa al país de verdad? Hombre, representa una parte y es posible que el resto sea mucho más pobre.
¿Ha sentido miedo?
Lo que más miedo me daba era que me quitasen el material, que es algo que me dijeron varias veces: ‘Si haces algo fuera de las normas, te lo podemos quitar’. Imagínate que me pasa eso, es que me quedo sin nada. Mi integridad física, una vez que llegué allí, vi que no corría peligro. Luego, la sensación de que me estaban escuchando todo el rato sí que era agobiante. De hecho, me intenté cambiar de habitación en el hotel cuando estaba medio vacío y me dijeron: ‘¡Imposible!’ Además fui a visitar la embajada alemana y, cuando llegué, me subieron por unas escaleras, me metieron en una habitación que era una caja fuerte gigantesca, cerraron con llave y me dijeron: ‘Estás en el único sitio en todo Pyongyang donde no te están escuchando’.
¿Y cómo explica el régimen ese control tan absoluto?
Dicen que la prensa internacional tiene malas intenciones, que busca desprestigiar.
¿Se ha convertido Corea del Norte en objeto de burla?
Corea del Norte, vista desde fuera, se ha convertido en una parodia, pero no es para nada una broma. El tema es grave. Esa visión casi cómica que tenemos desde Occidente de lo que es Corea del Norte quizá es lo más peligroso de todo, porque se simplifica y se tiende a banalizar algo que es bastante grave: un país paria del mundo entero, que está rodeado de enemigos, hipermilitarizado, con armas nucleares… Y eso no es una broma. La culpa la tenemos todos, porque al final nos divierte más leer la cosa grotesca que si hay 300.000 presos políticos.
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¿Qué hay debajo de esas bromas?
Lo que es verdad es que las cosas en Corea del Norte son surrealistas para nosotros, aunque a ellos les parece lo más normal del mundo. Es un país que vive bajo unas normas distintas a las nuestras, que no encaja dentro de nuestros parámetros mentales, con lo cual no lo podemos comprender. Pero, en el fondo, todo tiene una explicación, aunque no lo estoy justificando. No es así porque sí. No es que Kim Jong-un sea un loco. Es importante conocer la historia para entender que esto es el bastión final de la Guerra Fría. Hace 50 años, la mitad del mundo era Corea del Norte.
En alguna ocasión ha dicho que, tal y como está, el país no puede continuar. ¿Por qué?
Es insostenible y están teniendo una discusión interna e incluso una guerra de poderes para ver cuál es el modelo del futuro. Internamente la situación es difícil de mantener porque cada vez la gente sabe más y el propio Kim Jong-un está intentando cambiar la cosas. Ahora me han dicho que quieren potenciar el turismo, que quieren tener un millón de turistas en pocos años. Eso va a cambiar la percepción que tienen los norcoreanos del resto del mundo. Todos los países comunistas han evolucionado, de una forma u otra. Estos no pueden quedarse así.
Habla de discusión interna, pero desde fuera da la sensación de que es Kim Jong-un el único que mueve los hilos…
Eso, en mi opinión, es uno de los grandes errores. Pensar que un tío de 32 años controla un país donde llevan 65 años de régimen comunista... Él está ahí, es el líder oficial, y es como el papa. Probablemente el papa tenga más poder en la Iglesia que Kim Jong-un en Corea del Norte. Él es un símbolo, más parecido a lo que eran los emperadores. Tiene algo de poder, pero no todo.
¿Qué es Kim Jong-un para los norcoreanos?
El papa, Cristiano Ronaldo, dios y el Cid Campeador. Todo en una sola persona que representa ese cuasi-dios que era el emperador en la cultura confucionista.