El giro del PP desde el anticastrismo a la moderación con Cuba
Que el Partido Popular cambie de postura ya no es ninguna novedad. Que lo haga respecto a un tema a priori tan sensible como Cuba no deja de ser sorprendente. Los conservadores han moderado mucho su postura desde que en 1996 José María Aznar impulsara la Posición Común de la Unión Europea en el país caribeño.
Desde entonces y durante el posterior Gobierno socialista, los populares han sido partidarios de limitar los contactos con el régimen cubano hasta que el país latinoamericano no diera muestras evidentes de avances democráticos, en línea con lo que siempre sostuvo Aznar, tanto desde La Moncloa, cuando era presidente del Gobierno, como desde la fundación FAES, tras su etapa en el Ejecutivo.
El primer encuentro de Aznar con Fidel Castro, en noviembre de 1996 en Chile, terminó en sonoro fracaso después de que el expresidente del Gobierno dijera al líder cubano: "Yo no tengo inconveniente en mover pieza en mi posición, si tu haces un gesto para abrir Cuba a la democracia. Estoy dispuesto a ayudarte y poner a la Unión Europea de tu lado si tu mueves pieza en la democratización de tu país. No tengo nada contra Cuba, tengo todo contra tu régimen".
El mal inicio en las relaciones bilaterales no impidió que, en 1998, el entonces ministro de Asuntos Exteriores, Abel Matutes, visitara la isla dentro de un paulatino proceso de deshielo de las relaciones entre Madrid y La Habana. Previamente, Aznar y Castro se habían visto en Portugal, con motivo de una Cumbre Iberoamericana, y después, en octubre de ese año, en el palacio de La Moncloa.
La visita de Matutes tenía como fin preparar la visita de los reyes Juan Carlos y Sofía a La Habana para la Cumbre Iberoamericana de noviembre de 1999. Las relaciones, por aquel entonces, parecían excelentes, hasta el punto de que Aznar y Castro departieron en el aeropuerto de la capital cubana mientras esperaban al aterrizaje de los monarcas.
Sin embargo, ya con la mayoría absoluta en la mano, Aznar volvió al punto de partida en su relación con Cuba. La tensión llegó a su grado máximo en 2003 con el apoyo de España a la imposición de sanciones diplomáticas por parte de la Unión Europea . Entonces Castro calificó al presidente español de "führercito con bigotico" y el ministro de Relaciones Exteriores cubano le acusaba de alentar las tensiones entre la UE y La Habana. "El señor Aznar, obsesionado con el castigo a Cuba y convertido en aliado menor del Gobierno imperial yanqui, ha sido el principal responsable de que la UE no haya elaborado un enfoque independiente y objetivo hacia Cuba", dijo el canciller cubano.
CRÍTICAS A MORATINOS
Ya en la oposición, el PP mantuvo la misma posición de su presidente de honor, quien también dedicó duras palabras al régimen castrista desde diversas tribunas, ya fuera la Universidad de Georgetown o la Fundación FAES. Por ejemplo en abril de 2007, tras la primera visita a Cuba de Miguel Ángel Moratinos, entonces ministro de Asuntos Exteriores, cuando dijo que "los disidentes cubanos tienen la impresión justificada de que el Gobierno español les ha dejado tirados".
Dos años después fue Jorge Moragas, por aquel entonces secretario de Política Internacional del PP, quien acusó al ministro Moratinos de "tirar por la borda el interés general de España", pasarse "por el forro" la posición común de la UE y, ante su segunda visita a la isla, ser "el embajador del castrismo".
Se sumó a las críticas el entonces portavoz adjunto del grupo popular europeo, Luis de Grandes, quien apuntó: "El señor Moratinos no es Juanes".
En 2010, el presidente del PP, Mariano Rajoy, pidió a la UE que presionase al "régimen dictatorial" cubano que, a su juicio, "no respeta nada y que no tiene nada que ver con el mundo en que vivimos donde, por fortuna, los derechos humanos van ganando". Anunció que el PP propondría a Bruselas no modificar la Posición Común impulsada por Aznar porque hacerlo sería "darle una alegría a los dictadores hermanos (sic) Castro".
Ese mismo año, el propio Rajoy pidió al Ejecutivo de Zapatero no ser "tibio ante los regímenes antidemocráticos" ni "insensible ante los disidentes".
RELAJACIÓN Y VISITA A CUBA
Pero al llegar al Gobierno, el PP comenzó a moderar su anticastrismo. En octubre de 2012, Rajoy se desmarcó de Aznar al no invitar su Gobierno a ningún disidente cubano a la recepción del 12 de Octubre en la embajada española en La Habana. Desde la imposición de sanciones al régimen castrista, los diplomáticos europeos sólo invitaban a sus recepciones a los disidentes, algo que ya se había roto con la llegada de Zapatero al Ejecutivo.
Dos años después, en noviembre de 2014, el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, anunció su primer viaje a Cuba porque "la situación ha cambiado". "Y cuando las circunstancias cambian, es obvio que hay que cambiar las relaciones", justificó en una entrevista radiofónica.
La visita de Margallo ya no suponía "pasarse por el forro" la Posición Común, sino que, en palabras del propio ministro, "España tiene que estar presente en Cuba si quiere ayudar a Cuba a labrar su futuro". Una visita que coincidió con los esfuerzos diplomáticos europeos por lograr un acuerdo económico y político con el régimen y, pasado un mes, con la apertura de relaciones entre La Habana y Washington.
Este acuerdo ha sido recibido como una noticia "esperanzadora" por Margallo y como una "buenísima noticia" por parte de Pedro Morenés, ministro de Defensa.
El secretario ejecutivo de Relaciones Internacionales del PP, José Ramón García-Hernández, se ha mostrado mucho más escéptico al afirmar que es un "paso incompleto" porque "la verdadera noticia que esperan es la transición a la democracia real".