Día de Europa: 5 motivos para celebrarlo y otros 5 para preocuparse
Hoy es el día de Europa. Muchos lo llaman San Schuman, en honor a Robert Schuman, ministro de Exteriores francés, que el 9 de mayo de 1950 dio un discurso histórico al proponer la gestión conjunta del carbón y del acero de su país y el de Alemania Occidental. De ahí saldría la CECA, la Comunidad Económica del Carbón y el Acero, el embrión de la actual Unión Europea.
El tratado por el que se creó la CECA se firmó en Roma en 1957. El presidente del Gobierno Mariano Rajoy repite, casi en cada discurso o rueda de prensa que da en Bruselas, que el medio siglo que siguió a ese momento no se parece en nada al medio siglo anterior, que vio cómo Europa se desangraba en las dos guerras fraticidas.
La integración europea coincidió con un período de gran avance económico e industrial. Hasta que llegó la peor recesión en 70 años y todo volvió a estar en duda.
A continuación, te ofrecemos cinco motivos para celebrar el día de hoy y otros tantos para fruncir el ceño ante la situación en Europa:
La Comisión Europea prevé que la eurozona crezca un 1,2% este año y un 1,7% en 2015. El Ejecutivo comunitario también acaba de revisar al alza su previsión de crecimiento para España hasta situarla en el 1,1% del PIB este año y en el 2,1% en 2015, cuatro décimas más que en el anterior pronóstico y por encima del 1,8% que prevé el Gobierno.
En el caso de España, Bruselas pronostica una recuperación que a corto plazo no tendrá empleo. Pero ya no es una recesión y a medida que se consolida el crecimiento económico volverán los empleos.
Se ha especulado mucho sobre la posibilidad de una salida de un país del euro o incluso de la Unión Europea. Es territorio desconocido, un limbo en el que se adentró Grecia y del que pudo no haber salido.
De ser un Hotel California, como los Eagles llamaban a ese "adorable lugar" donde los huéspedes podían pretender pagar y dejar la habitación del hotel "pero nunca abandonarlo"... el euro pasó a ser un clavo ardiendo que casi carboniza a Grecia.
Hoy por hoy, la salida del euro de cualquier otro país sigue siendo ciencia ficción.
En la jerga de la UE las leyes comunitarias reciben nombres como el "six pack" (medio en broma, medio en serio, que es como se denomina a los abdominales en inglés) o el "two pack". Un compendio de diferentes tratados enmarañados, llenos de normas con un único objetivo: que esto (la crisis) no vuelva a pasar.
A base de sufrimiento y con un objetivo que muchos cuestionan, la construcción europea ha avanzado con una transferencia de poder desde los Estados a Bruselas o a instituciones ad-hoc previstas para rescatar países, examinar la banca y desguazarla o reforzar el saneamiento de las cuentas públicas. Algo impensable antes de la crisis.
Los socialistas españoles votaron a favor de José Manuel Durao Barroso para presidir la Comisión en septiembre de 2009.
Barroso, conservador, miembro del PSD portugués y del PP europeo, había sido un símbolo de la Guerra de Irak al acoger la llamada cumbre de las Azores. Hoy es vituperado por la izquierda por aceptar las imposiciones del Consejo.
Sin embargo, José Luis Rodríguez Zapatero apostó por él como presidente de la Comisión al destacar su nacionalidad portuguesa (de país del sur, por lo tanto) y sus buenas relaciones personales.
En estas elecciones, cada partido europeo tiene un candidato a presidir la Comisión. Está por ver si los grandes Gobiernos respetan esa candidatura, pero parece poco probable que un eurodiputado socialista vuelva a votar por un conservador, o viceversa.
Si la Unión Europea es un proyecto fallido, lo lógico sería alejarse de él y su onda expansiva. Sin embargo, desde el inicio de la crisis, en 2007-2008, el euro tiene dos nuevos socios, Estonia y Letonia.
En la UE propiamente dicha también ha entrado Croacia, elevando de 27 a 28 el número de socios y con el simbolismo inherente a un país de los Balcanes, donde a menudo se dice que nacen los peores problemas del continente.
Admitámoslo. Hablar de Adolf Hitler no es una manera tranquilizadora de comenzar una conversación. Sin embargo, la canciller Angela Merkel ha sido comparada con el dictador en numerosas ocasiones. Y desde Alemania se ha acusado a griegos o españoles de vagos que se pasan la vida de vacaciones o echándose la siesta.
¿Es Merkel la responsable del paro español? ¿Es Grecia la causante del deterioro de la imagen de la UE? ¿Es el norte de Europa insolidario? ¿El sur, vividor? Sea cual sea la respuesta a esas preguntas, algo falla.
Una nueva-vieja palabra entró en nuestras vidas con la crisis: troika. "Especialmente en el ámbito político, equipo dirigente o con labores de representación integrado por tres miembros", dice la RAE.
El Banco Central Europeo (en la foto, su presidente, Mario Draghi), la Comisión Europea y el Fondo Monetario Internacional integraron este ente que se dedicó (y aún se dedica) a hacer informes sobre los países rescatados. Cómo lo hacen y qué deberían hacer. Sólo hay un problema: ninguno de los tres organismos tiene un control democrático. Uno, por no ser, no es ni europeo (el FMI) y el BCE y la Comisión no nacen de la legitimidad que en democracia otorgan las urnas, sino de una elección indirecta.
Las decisiones europeas, las de la troika y muchas otras, se han tomado en demasiadas ocasiones a puerta cerrada, cuando no en secreto, y a años luz del interés de los ciudadanos a los que se le aplicaron.
El Parlamento Europeo, institución en la que sus miembros sí se eligen democráticamente, pidió en enero el desmantelamiento de la célebre troika al constatar sus efectos adversos para la salud de la UE.
Cuando 366 inmigrantes mueren en el mar de Europa sin que la UE haga nada, algo falla. Eso fue la tragedia de Lampedusa, aceptada hoy por todos en Bruselas como una catástrofe evitable si la UE contara con una política de inmigración y socorro razonable.
No hay que irse a las costas italianas para ver hasta qué punto las fronteras de los países del sur son una asignatura pendiente. En Ceuta fueron 15 los inmigrantes muertos en medio de una gestión desastrosa del Ministerio del Interior.
Se llama Marine Le Pen y es hija de su padre, el histórico dirigente ultraderechista Jean-Marie Le Pen. Juntos han creado y consolidado un partido xenófobo en Francia que crece sin parar. Lejos quedan las presidenciales de 2002, donde Le Pen (padre) dejó fuera de combate al socialista Lionel Jospin y compitió en segunda vuelta con Jacques Chirac por la presidencia de la República. Marine Le Pen ha modernizado el Frente Nacional, lo ha hecho más atractivo, más antieuropeo, y con la coartada de la crisis avanza posiciones.
Se llame Marine Le Pen o Geert Wilders (líder del Partido de la Libertad, en Países Bajos), el extremismo, antieuropeísta y a menudo xenófobo, avanza en Europa.
Un repaso a esta gráfica es más que suficiente. La participación ha caído en casi 20 puntos desde el inicio de las elecciones europeas.
Sí, Europa importa (aunque se esté en contra de que importe), los europeos son conscientes de su influencia. Y, sin embargo, la participación en los asuntos europeos sigue siendo testimonial. Es más, no se espera que cambie pronto.