Jubilados emigrantes retornados: "La gente joven lo tiene más difícil que nosotros"
“Muy jovencito, con ocho años gané mi primer sueldo, 15 pesetas. A partir de ahí fui a la escuela hasta los 11 años cuando no tenía trabajo. Y a partir de los 11 años ya no volví al colegio. A los 18 emigré a Suiza, solo en el tren, sin saber hablar ni una palabra en otro idioma, haciendo trasbordos en Francia. Una odisea. Estuve allí y me vine a hacer la mili. Luego me casé y me fui a Alemania, otra odisea, sin saber ni papa de alemán. Estuve 20 años”.
Así resume su vida Manuel, un granadino que tuvo que salir del pueblo de Atarfe para labrarse su futuro. Este martes se ha trasladado hasta Madrid para protestar por las multas que la Agencia Tributaria está imponiendo a jubilados emigrantes retornados que no declararon en la renta sus pensiones de otros países.
De nuevo han vuelto a subirse a un autobús y a recorrer juntos kilómetros como hicieron principalmente en la década de los sesenta para buscarse la vida fuera de una España franquista gris, rural, aislada de Europa, con fuertes reminiscencias del sistema caciquil y que no sabía que era el Estado del Bienestar. Hoy muchos de aquellos que salieron de Andalucía, Asturias o Extremadura y que ahorraron durante años para volver a sus hogares se han visto de nuevo las caras, han recordado sus historias y han evocado aquellas extenuantes jornadas de trabajo.
Pero no se han quedado en el pasado. La mayoría se preocupa y se enfada al ver que esos episodios itinerantes vuelven a repetirse cincuenta años más tarde. Así fue la España que dejaron, su lucha por sobrevivir en el extranjero y su visión de lo que pasa hoy en día. En primera persona.
“UN AÑO TRABAJANDO DE RODILLAS”
Sus historias de supervivencia se repiten. “Emigré a Alemania en el 61 hasta el 68. Estuve un año en una mina de carbón y con mucho peligro, 600 metros abajo. Un año de rodillas trabajando porque la galería era pequeña, no se podía levantar uno y, después, salí de la mina y me metí en una fábrica de seda artificial. Allí estuve seis años”. Lo cuenta Andrés, de origen onubense, que 45 años después ve la situación "fatal, fatal" en nuestro país.
Andrés
Juan y Ana tuvieron que marcharse de una pequeña localidad extremeña en los 70. Su destino: París. “Yo trabajaba en la construcción y ella en el servicio doméstico. Nos fuimos del pueblo porque no había nada de trabajo. Nada de nada”, explica este matrimonio que ronda los 73 años.
La principal diferencia, sostienen, es que entonces se marchaban principalmente aquellos que no tenían historial académico, mientras que ahora se van los universitarios. “Antes nos íbamos los que no teníamos estudios ni preparación alguna. Lo malo es que ahora se va la gente muy preparada”, narra la pareja de jubilados, que lamenta que se esté “recortando en todo, en investigación, en enseñanza, en educación…”
Juan y Ana
“LA VIDA DE EMIGRANTE ERA MUY DURA”
Unos ponían ladrillos en Francia, otros estaban en las fábricas y la mayoría de las mujeres trabajaba limpiando casas. “Era duro porque no sabía idiomas, no tenías nada, estabas trabajando, una esclavitud”, recuerda Francisco, un gaditano de 72 años que estuvo empleado en el sector del automóvil en la zona de Fráncfort.
A Francisco no le gusta tampoco lo que está pasando con los jóvenes. “Es que emigran porque no tienen más remedio. Aquí se van por necesidad, porque no tienen”, dice indignado.
Esa sensación es un común denominador. “La vida de emigrante era muy dura”, afirma Antonio. Este leonés de 73 años se marchó en 1964 a Francia para trabajar en la industria metalúrgica porque reconoce que “peor” era la vida en la España de aquella época. El jubilado se muestra sorprendido al ver que la historia se repite décadas después y dice que “jamás” hubiera creído que habría de nuevo tantos españoles buscándose la vida fuera, “además gente preparadísima”. “Es un problema muy serio”, continúa.
Antonio
“LA GENTE JOVEN LO TIENE MÁS DIFÍCIL”
“Allí me vi solo, quieras o no quieras, te acuerdas de todo, las Navidades, la familia…”, rememora el granadino Manuel, que quiere dejar muy claro que en Alemania “se portaron muy bien” con él. “Yo no me sentí discriminado para nada”, apostilla. Para recordar su pasado a todo el mundo ha traído una vieja maleta de un compañero que también tuvo que salir del país.
No quiere detenerse en los detalles más tristes de esos años durante esa etapa. Si los contara, “prepárate un pañuelo para limpiarte las lágrimas”, comenta un amigo que le acompaña en este viaje a la capital.
“Quizá sea peor ahora”, reflexiona, “porque exigen más cosas a los que se van. Éramos analfabetos, pero trabajábamos en cualquier cosa y no teníamos problemas. Ahora los que se van tienen que tener estudios, saber alemán, francés, la gente joven joven lo tienen más difícil aquí y allí que nosotros”.
Muy cerca de él está Rosa María. Ella se fue “muy jovencita” a Alemania, donde estuvo doce años en una ciudad cercana a Aquisgrán. “Se vivieron momentos duros, cada uno hizo lo que pudo. Yo cumplí los diecinueve años en el camino. Se te hace duro y, más encima, cuando no has trabajado en nada de lo que vas a hacer allí”, manifiesta. Su primer empleo fue en un pequeño hotel y luego recaló en una fábrica textil.
Rosa María
“Hasta que uno consigue hacerse, manejar el idioma más o menos para desenvolverse…”, dice mientras camina por el centro de Madrid. La propia Rosa María cuenta que tiene un hijo en paro desde hace un año y medio. “Está harto de echar currículums en todos lados”, apostilla esta jubilada, que hace hincapié en un tono enfadado en que se están marchando “muchísimo chavales que aquí no tienen oportunidades”.
Coincide con ellos José, un coruñés de 73 años que fue albañil durante 22 años en Suiza. “La situación en España está cada día peor”, a su juicio. Después de participar en la protesta, José enfila la madrileña Carrera de San Jerónimo mientras resume su sentimiento: “Tener que emigrar es de pena”. Antes y ahora.
José