Entrevista al historiador Juan Pablo Fusi: "El nivel de simplificación en la vida pública causa escándalo"
Juan Pablo Fusi (San Sebastián, 1945) atraviesa un momento dulce. En un año ha publicado dos libros bajo su rúbrica y un tercero en colaboración con el historiador del Arte Francisco Calvo Serraller. Su Historia mínima de España ha vendido 12.000 ejemplares, una cifra inusual para un libro de historia. A su modo, ese brevísimo manual para entender el pasado de España desde la prehistoria hasta el Gobierno de Rajoy se ha convertido en un best-seller.
Este catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad Complutense de Madrid, exquisito en las formas, apenas tarda tres minutos en citar a su principal referencia intelectual, José Ortega y Gasset. Se revuelve ante los que le adjudican la etiqueta de historiador conservador y aspira a que su nueva obra, Breve historia del mundo contemporáneo (Galaxia Gutemberg - Círculo de Lectores), sea leída por profanos en la materia y colegas de profesión. Su redacción ha implicado un esfuerzo de síntesis ingente. No en vano resume 237 años de historia —de la revolución americana a nuestros días— en apenas 258 páginas.
Fusi concede que con la edad se gana madurez intelectual. Y por el camino se pierden muchas virtudes que marcaron la juventud: el vigor, la originalidad o el empuje con el que se abordan los proyectos cuando uno intenta hacerse un hueco en su especialidad.
Ortega decía que es a partir de los 26 cuando uno tiene que echarse las alforjas a la espalda y mirar de frente. Siempre Ortega.
Sin embargo, da la sensación de que Fusi ha recuperado parte de ese vigor para afrontar la compleja tarea de resumir tantos años de historia, tantos cambios, evoluciones y contradicciones, de forma coherente y honesta.
Para el capítulo dedicado a la Revolución francesa, que se relata en cuatro páginas y media, Fusi adquirió y leyó en 1989 —fecha del segundo bicentenario—, no menos de un centenar de libros sobre la cuestión: documentos, diccionarios, estudios regionales, estudios locales… Todo lo que cayó en sus manos.
Sucedió lo mismo durante el bicentenario de Napoleón o con la historia de Estados Unidos. Dedicó todo 1970 al estudio de la historiografía norteamericana para preparar un trabajo que tituló, como un Tocqueville redivivo, La democracia en América. Ese esfuerzo intelectual explota de nuevo ahora, más de 30 años después, en cinco páginas.
Una sutileza que no han empleado los que han criticado a Fusi por ser, sostienen, un historiador abonado a la corriente conservadora. El hecho de que publicase a comienzos de los 80 una biografía del dictador Francisco Franco sin carácter revanchista, le colocó, a juicio de muchos, a la derecha. Del mismo modo, que fuera nombrado director de la Biblioteca Nacional por Javier Solana, le colocó de inmediato en la otra orilla.
Fusi defiende que ya advirtió en el prólogo a su biografía de Franco que prevalecería en esa obra la máxima weberiana de la “ética de las responsabilidad”.
Los lectores estaban avisados.
Este catedrático de Historia no es persona de grandes gestos. Prefiere, ya se ha comentado, la sutileza. Y en su último libro también se detectan delicadas argucias intelectuales que marcan verdaderas señas de identidad.
Por ejemplo empezar la obra con una frase de Tocqueville (“El estado social de los americanos es eminentemente democrático”) y concluirla con una de Keynes (“El problema político de la humanidad consiste en combinar tres cosas: eficiencia económica, justicia social y libertad individual”). “Y el que lo quiera entender que lo entienda”, sentencia Fusi.
Breve historia del mundo contemporáneo trasluce en sus páginas, efectivamente, una defensa clara del liberalismo y la democracia frente a otras posiciones más radicales.
Y de nuevo Fusi recurre a Ortega para poner orden y sensatez: “No se es radical en política porque se sea radical en política, sino se es radical cuando se es radical en el pensamiento”.
Radical en el pensamiento es ir contracorriente, inventar cosas nuevas, repensar las cosas, profundizar, no recurrir a los lugares comunes.
Fusi es consciente de que una de las frases más manidas que hacen referencia a la historia es la que alaba sus virtudes como asidero al que agarrarse para no repetir los errores del pasado.
Historia como pasado, no como materia para realizar proyecciones sobre lo que puede pasar a medio o largo plazo. Ningún historiador, por ejemplo, vaticinó un posible atentado a Estados Unidos por parte de islamistas radicales el 11-S.
Tampoco es necesario recurrir a tragedias tan rotundas: en 1979, año de la revolución de Jomeini en Irán, ni un solo diccionario occidental recogía la palabra 'Ayatolá' en sus páginas. “Las cosas puede que sean probables en historia, pero no son necesariamente inevitables”, se defiende.
La época de los aplausos y genuflexiones a los dictadores quedaron atrás, por mucho que obras de la enjundia del Diccionario Biográfico de la Real Academia de la Historia defendiese en sus páginas que Franco “montó un régimen autoritario, no totalitario”.
La polémica con estas y otras entradas obligó a crear un comité para modificar las definiciones más polémicas. Fusi participó como historiador externo en las correcciones.
LEE UN FRAGMENTO DE 'BREVE HISTORIA DEL MUNDO CONTEMPORÁNEO"