Entre conciencia y conveniencia
Es una paradoja que algunos candidatos no registren en las encuestas porque nadie los conoce, pero nadie los conoce porque no registran en las encuestas. Es lamentable que decisiones democráticas dependan de encuestas, que han demostrado su poca fiabilidad.
Se nos vinieron encima las elecciones para la Alcaldía y son muchas las inquietudes que se han acumulado sobre el futuro inmediato de la capital del país. A estas alturas de la contienda electoral hay movidas que en vez de despejar las dudas de los electores nos podrían confundir todavía más.
El retiro de dos de los candidatos a suceder a Gustavo Petro no me alegra mucho, pues tanto Carlos Vicente de Roux como María Mercedes Maldonado representaban propuestas diferentes para una ciudadanía que necesita alternativas al llegar a las urnas el 25 de octubre.
Lo más triste es que al parecer ambos optaron por dar un paso al costado debido al bajo registro de sus nombres en los sondeos, lo cual los dejó colgados de la brocha. "No despegaron" suele decirse en estos casos en un país donde las encuestas ponen y quitan candidatos; pero es lamentable que las decisiones democráticas dependan de esos termómetros mentirosos y acomodaticios, que en más de una ocasión han demostrado su poca fiabilidad.
Es absurdo, por ejemplo, que muchos medios solo inviten a sus espacios o debates a los candidatos que van adelante y que condenen a los coleros al sótano de la indiferencia. En esa misma línea a estos últimos tampoco los incluyen en sus análisis; como si no existieran. Esa cuestionable práctica hace que políticos poco conocidos --y que a lo mejor tienen propuestas más interesantes que los punteros-- terminen licuados en ese círculo vicioso de los porcentajes.
Claro, los medios tienen autonomía para escoger a quiénes quieren invitar y a quiénes no; pero, en aras de la igualdad y del derecho de los ciudadanos a conocer más posibilidades, deberían aplicar el mismo rasero para todos los que aspiran a un cargo público de elección popular. Sobre todo cuando se trata de una posición tan importante como la Alcaldía de Bogotá.
Es una paradoja que algunos candidatos no registran en las encuestas porque nadie los conoce, pero nadie los conoce porque no registran en las encuestas. Y lo peor es que esos aborrecibles porcentajes no solo son el parámetro para que los periodistas los tengan en cuenta, sino también para obtener financiación.
Como se sabe, las personas o empresas que desinteresadamente resuelven hacer sus aportes a campañas electorales miden sus apoyos basados en los resultados de los sondeos. Y todos, desde luego, le quieren apostar al caballo ganador. De modo que la supuesta igualdad que deberían tener todos los candidatos debidamente inscritos ante las autoridades electorales, e incluidos en el tarjetón, queda solo en eso: en el papel.
Pero volvamos a las candidaturas. Aparte del voto en blanco --que también es una opción-- y ya sin María Mercedes ni De Roux en competencia, los bogotanos quedamos obligados a escoger entre unas candidaturas de derecha, otras autoproclamadas como de centro y la de la izquierda, que ha estado en el poder en los tres últimos períodos.
En momentos en que en el mundo entero se debaten con tanta intensidad asuntos trascendentales como el calentamiento global, la protección de la biodiversidad y la defensa de los animales, resulta lamentable que el Partido Verde no haya logrado consolidar un candidato propio.
Por su parte, el Polo Democrático vuelve a la carga con Clara López, una mujer sólida, seria y preparada; pero que tiene detrás de su campaña a esas mismas directivas del PDA que en su momento no solo no percibieron las andanzas de los hermanos Iván y Samuel Moreno, eximios líderes de su colectividad, sino que fueron obsecuentes con ellos aun después de las graves y fundadas denuncias en su contra.
Así las cosas, nos va a tocar abrir muy bien los ojos y no caer en la 'encuestitis'. A votar a conciencia, no por conveniencia.
Este artículo fue publicado originalmente en El Tiempo