Un otoño de política
El otoño de la política no ha llegado. Muy al contrario, sólo una acción política convencida y empeñada hace 'rentable' el Estado de bienestar; sólo una respuesta política a los mercados nos sacará del atolladero: la respuesta de los recortes nos va a matar, cuando casi ya ha muerto.
Que no "el otoño de la Política", como algunos se empeñan en confundir. Y me preocupa.
Porque ahora, cuando más que nunca se hace necesaria la acción política como respuesta a los embates de la crisis, algunos se empeñan en cuestionar la validez de la herramienta.
Ahora, cuando la política, ¡más política!, es el horizonte de salida frente a los que aplican recortes y solo recortes, algunos pretenden hacer de ella la causa de todos los males.
Ahora, cuando los anhelos ciudadanos llegan a ese punto sin más camino que un ejercicio de mayor hondura política, algunos se empeñan en negar la oportunidad de ese ejercicio...
Que no, que el otoño de la política no ha llegado. Muy al contrario, sólo una acción política convencida y empeñada hace 'rentable' el Estado de bienestar; sólo una respuesta política a los mercados nos sacará del atolladero: la respuesta de los recortes nos va a matar, cuando casi ya ha muerto. Y, en fin, sólo un ejercicio político sereno y democrático terminará con esa visión apocalíptica con que algunos se empeñan en mirar a Cataluña.
Y sí, todo esto en un otoño que nos propone además elecciones -y previsible cambio de Gobierno- en la Comunidad Autónoma Vasca; elecciones -y ya veremos...- en Galicia. En definitiva, una reordenación del escenario de juego que sin política difícilmente podría darse.
Por eso, esta tarde del 25 de septiembre, cuando en las inmediaciones del Congreso miles de ciudadanos cuestionan la acción de la política me parece innoble, innecesario y hasta indignante que la única respuesta sea el parapeto.
Parapetados en las Cortes, difícilmente convenceremos a nadie de la bondad, de la necesidad, urgencia y oportunidad de la acción política.
Parapetados, nos equivocamos.