El problema de las armas en México: fabricado en Estados Unidos
México sufre hoy una epidemia de violencia armada. Al menos 120.000 personas han muerto por disparos desde el año 2006. ¿Cómo se explica éste repentino aumento en la violencia armada? Pensamos que una gran parte del problema no reside en México, sino en Estados Unidos.
Después de una década de reducción en la tasa nacional de homicidios, México sufre hoy una epidemia de violencia armada. Al menos 120.000 personas han muerto por disparos desde el año 2006, muchos de ellos por un impacto en la nuca. La mayoría de estos asesinatos no son cometidos con fusiles de asalto, sino más bien pistolas y revólveres. Muchos son perpetrados por sicarios ligados a narco-carteles, pero también en enfrentamientos con soldados y policías. Aún más importante, la mayoría de las armas que causan caos en las calles de México están fabricadas en Estados Unidos. Curiosamente, y a pesar de su poder destructivo, nadie parece saber exactamente cuántas armas de fuego hay en circulación en el país.
México difícilmente puede describirse como una sociedad fuertemente armada. Con alrededor de 2,5 millones de propietarios de armas registradas y al menos 13 millones más de armas ilegales en circulación, el país tiene una proporción de sólo 15 armas por cada 100 personas, muy por debajo del promedio mundial. A diferencia de Estados Unidos, la posesión civil de armas en México es considerada un privilegio, pero no un derecho, y está estrechamente regulada por la ley federal desde 1970. Los compradores son sometidos a profundas investigaciones de antecedentes, además hay fuertes sanciones, e incluso penas de prisión en caso de incumplimiento. Sorprendentemente, sólo existe un punto de venta de armas legales en el país en comparación con los más de 54.000 distribuidores de armas de fuego con licencia federal, las miles de casas de empeño y las muestras de armas de fuego dispersas a través de todo Estados Unidos.
Sin embargo, a pesar de la dura normativa de armas en México, el porcentaje de homicidios cometidos con armas de fuego pasó de 10 a 50 por ciento en los últimos diez años. ¿Cómo se explica éste repentino aumento en la violencia armada? Pensamos que una gran parte del problema no reside en México, sino en Estados Unidos. En un estudio económico realizado por el Instituto de Estudios Transfronterizos de la Universidad de San Diego y el Instituto Igarapé -con sede en Brasil, se estimó el volumen de armas de fuego traficadas anualmente a través de la frontera Estados Unidos-México. Usando datos de la Oficina de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos (ATF), la hipótesis del trabajo considera que si el volumen del comercio ha sido significativo, esto contribuiría a la demanda total de armas de fuego (y minoristas) cerca de la frontera Estados Unidos-México.
Con un criterio conservador, hemos estimado que alrededor del 2,2 por ciento de la demanda doméstica de armas adquiridas en Estados Unidos se originó al sur de la frontera entre 2010-2012. Estas armas han sido compradas en Estados Unidos a través de testaferros con la intención de ser traficadas a México. Esto se traduce en al menos 127 millones de dólares en ingresos para los minoristas y los fabricantes de armas de fuego que literalmente están haciendo su agosto. Más importante aún, esto equivale a un promedio anual de 252.000 armas de fuego que cruzan la frontera, muy por encima de las estimaciones previas basadas en datos de incautaciones. En otras palabras, las cerca de 37.000 armas incautadas en la frontera por las autoridades estadounidenses y mexicanas en 2009, probablemente representan menos del 15 por ciento del tráfico total.
Lo que esto significa es que Estados Unidos contribuye en gran medida, aunque no intencionalmente, al mercado negro global de armas y municiones en México. Una de las razones es la escala de producción en los Estados Unidos. México cuenta con una capacidad de producción relativamente pequeña de armas de fuego y municiones, prácticamente sin exportaciones. Según el economista Jurgen Brauer, fabricantes de armas de fuego en Estados Unidos producen más de 98 millones de pistolas y escopetas para la venta en el país desde mediados de 1980. Esto equivale a más de 4 millones de armas al año.
La cuestión es que el derecho a portar armas conlleva responsabilidades. Lo que nuestro estudio demuestra es que Estados Unidos es negligente en la prevención del tráfico ilegal de armas y está obligado a limpiar su propio patio trasero. El poder legislativo de México ha pedido recientemente a Estados Unidos la introducción de registros de armas en los estados del sur, una petición muy razonable. La policía mexicana también ha confiscado decenas de miles de armas de fuego que cruzan la frontera, muchas más que lo confiscado por sus contrapartes estadounidenses. En otras palabras, ellos están tratando de hacer su parte. Si Estados Unidos se va a tomar en serio frenar los estragos al sur de la frontera, es necesario invertir en un control de armas responsable en casa.
A raíz de la ola de tiroteos masivos en EEUU, hay indicios de que la razón aún podría prevalecer. El vicepresidente Biden ha propuesto la criminalización de las compras a través de testaferros, el cual es un paso en la dirección correcta. Pero soluciones más inteligentes son también necesarias. Como mínimo, se necesitan investigaciones profundas de antecedentes para encontrar perfiles de testaferros. Las transacciones en efectivo para la compra de armas a lo largo de la frontera también podrían estar prohibidas. Asimismo, los datos detallados sobre las ventas domésticas de armas son requeridos con el objetivo de detectar compras sospechosas. Dado que los políticos conservadores estadounidenses son reacios a crear un registro de armas en los estados fronterizos, están obligados a ayudar al Gobierno mexicano a establecer su propia base de datos de armas incautadas, por lo que tienen una importante oportunidad de hacer un seguimiento a distribuidores descarriados de los Estados Unidos.
Estados Unidos ya no puede externalizar los costos de su defectuosa regulación de armas de fuego. Dada la gran cantidad de armas que fluyen a través de la frontera con México, Estados Unidos tiene una responsabilidad compartida de actuar al respecto. En su primer discurso como secretario de Estado, John Kerry señaló que "[en] el mundo global de hoy en día ya no hay nada externo acerca de la política exterior". La otra cara de la moneda es igualmente cierta: ya no hay nada interno sobre la política interna. Con el anuncio de la semana pasada de un acuerdo bipartidista que prohíbe la compra de armas de fuego a través de testaferros, así como su tráfico afuera de los Estados Unidos, hay indicios de que el cambio es posible. Pero esto no debe detenerse ahí: se necesitan enfoques de política novedosos para controlar la violencia.
David Shirk (Trans-Boundary Institute) y John Patterson (licenciado por la University de San Diego), son también coautores de este artículo.