Mi exilio con Google translator

Mi exilio con Google translator

Llevo meses pensando en redactar una carta a quienes dirigen esa poderosa herramienta de internet llamada "Google Traductor" para agradecerles de su existencia. Creo que nunca hubiera podido convivir con absoluta tranquilidad en el campo de refugiados en República Checa, donde ingresé como requisito para solicitar asilo, si el Google Traductor no me hubiera ayudado a comunicarme con quienes ahí se encontraban

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Foto: REUTERS

Llevo meses pensando en redactar una carta a quienes dirigen esa poderosa herramienta de internet llamada "Google Traductor" para agradecerles de su existencia. Creo que nunca hubiera podido convivir con absoluta tranquilidad en el campo de refugiados en República Checa, donde ingresé como requisito para solicitar asilo, si el Google Traductor no me hubiera ayudado a comunicarme con quienes ahí se encontraban, más que todo jóvenes sirios y familias ucranianas.

Esos días me arrepentí de no haber estudiado seriamente otro idioma y sólo machucar un inglés muy básico, aunque me di cuenta de que en general, la mayoría de los que ahí se encontraban, también lo machucaban. Con distintos acentos, claro está.

Sería un poco exagerado decirles que entre los "Where are you from?", Why are you here?" y las consecuentes respuestas cortas, "I am from Syria" o "I am persecuted politically", podíamos pasarnos un buen tiempo en ese lugar extraño que nos acogía, tratando de entendernos. Pero los mejores momentos llegaron cuando se me ocurrió usar esa maravillosa aplicación de Google, esa que me ha aliviado la vida desde que salí de mi país. Me senté ante una de las computadoras preguntándome cómo podía pedirles a los muchachos que le bajaran el volumen a la música que escuchaban casi como si estuvieran en un estadio de futbol. ¡Y ahí estaba Google...! Yo sé que la traducción español-árabe no es exacta, pero funcionó a la perfección para entenderme con los sirios. Al principio, para ponernos normas de convivencia mutua en el uso de la sala de computadoras, para luego terminar intercambiando artículos, informaciones y opiniones que aparecían en las redes sobre la situación en nuestros países aquellos días.

De la misma forma funcionó con una joven pareja ucraniana. Intercambiamos gustos, cosas de la cotidianidad, aquellas que buscábamos para distraernos un poco de los motivos y circunstancias que nos llevaron a juntar por unos días nuestros destinos y conocer y compartir inquietudes y temores que nos embargaban.

Mantener una conversación por chat con una persona que no habla mi idioma, usando la aplicación en tiempo real y en distintos continentes, debería ser considerado la octava maravilla del mundo.

El "español-yoruba" fue todo un descubrimiento cuando me senté a contarle mis experiencias como madre a la joven nigeriana con la que compartía cuarto, en avanzado estado de gestación, y quien aprendió que podía comunicarse en otros idiomas solo con un dedo puesto en el panel de Google traductor, e investigar sobre cosas de maternidad y parto.

En mi vida en Praga, la aplicación me ha servido para que deje de hacer el ridículo pidiendo pollo o pavo en los supermercados. Ya no mas "pío-pío" o los gestos y sonidos que hace un pavo para que los checos me atiendan. Aunque ha sido muy divertido ver el efecto que mis intentos -los gestos que he hecho con mi cara y mis manos por hacerme entender- causaban en los checos, que se reían con complicidad conmigo. ¡Ya Tamara la loca no anda por los pasillos de los supermercados mugiendo!

En noviembre, en Seúl, por ejemplo, estuve a punto de meterme en la cocina de un restaurante y jurungar sus gavetas en búsqueda de un "tenedor" para comer con el susto que hubiera podido causar a sus empleados, hasta que logré conectarme en el Wifi y usar la aplicación. Sí, ya sé, tampoco aprendí a comer con palitos, y en los restaurantes típicos de esta ciudad, aquellos que no quedan en hoteles ni son muy turísticos, no hay tenedores porque nadie los usa. En mi aplicación de Google llevé una frase fija escrita esos días: "Por favor, un tenedor y agua mineral" escrito en coreano.

Llegar a una tienda y grabar en la aplicación lo que necesito para luego pedirles que escuchen lo que quiero en su idioma, ¡no tiene precio! Poner el lector de la aplicación en las etiquetas de los productos para que me digan si es lo que estoy buscando se ha vuelto ya maravillosamente cotidiano. Mantener una conversación por chat con una persona que no habla mi idioma, usando la aplicación en tiempo real y en distintos continentes, debería ser considerado la octava maravilla del mundo.

Por eso hoy, me senté a escribirle a esos maravillosos genios de la casa Google. A quienes nos han hecho la vida más llevadera en difíciles circunstancias. Miles de millones de personas hoy no se imaginan la vida sin su buscador, sin el gmail, el Drive, el YouTube, el Maps...Personalmente, no imagino mi exilio sin el Google Traductor. ¡Viva Google!