John Dos Passos y el desenlace en Cataluña
Dos Passos llegó a Barcelona desde Valencia acompañado de Liston Oak, periodista en la oficina de prensa y propaganda de Valencia, para decirle al hijo de Robles, Coco, que su padre había sido ejecutado. Listo Oak, temeroso de su pasado político ante el asedio estalinista, le pidió que le hiciera pasar por su secretario para salir de España.
El próximo 18 de noviembre, la Filmoteca de Cataluña proyectará el documental Robles, duelo al sol a las 19:30h, cuando Ignacio Martínez de Pisón analizará abiertamente el caso Robles.
El caso sucedió así: Dos Passos llegó a Barcelona desde Valencia acompañado de Liston Oak, periodista en la oficina de prensa y propaganda de Valencia, donde había informado al hijo de Robles, Coco, que su padre había sido ejecutado. Liston Oak, temeroso de su pasado político ante el asedio estalinista y de poder ser considerado un trotskista, le pidió a Dos Passos que le hiciera pasar por su secretario para salir de España.
Barcelona sería el último lugar en el que John Dos Passos terminaría su recorrido por la Guerra Civil en 1937. Poco después de entrevistarse con el presidente de la Generalitat, Lluis Companys, y con Andreu Nin, el líder del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista), Dos Passos se encontró con George Orwell, con quién compartió la misma visión de la guerra española que él tenía, en relación a las injerencias en la política del país del estalinismo y la réplica de la purgas que estaban llevando a cabo, de las que el propio Nin sería víctima.
La ocultación de la verdad y el desenganche de los ideales de la causa republicana que sufrió John Dos Passos por el trato que se le había dado a la hora de conocer la verdad sobre los hechos y el paradero de José Robles, provocaron en el novelista la misma reacción de traición y falta de confianza que cualquier ser humano experimenta al sentirse engañado.
Hasta tal punto, que John Dos Passos decidió abandonar el rodaje del documental Tierra Española (Spanish Earth), que él como demócrata e idealista había promovido en apoyo al Gobierno republicano para convencer a Roosevelt de la necesidad de apoyar la venta de armas al gobierno español elegido democráticamente.
Saber que el equipo que le rodeaba durante el rodaje en Fuentidueña de Tajo, el director holandés Joris Ivens y John Ferhno, el operador de cámara, también estaban entregados a la causa de la komintern, le debió provocar sensación de asfixia y de estar siendo espiado, cuestionado u observado por la misma organización política que había ordenado injustamente el asesinato de José Robles.
Y sintió la posible conspiración. Él podía ser el siguiente.
No dudó, y se fue. Sintió que era imposible la lucha contra un gigante político manejado desde Moscú. Dejó a tras sus anhelos de cambio y regeneración de España que había compartido tantas veces con su amigo Robles, cuyo cuerpo, ahora enterrado en un lugar desconocido, hacía imposible una despedida, hasta para su familia.
Abandonó más de veinte años de investigación sobre España, su cultura y sus gentes; abandonó su simpatía por el comunismo; se desencantó con todos los acontecimientos sucedidos en la Rusia de Stalin, que también había documentado; rompió su amistad con Ernest Hemingway y creo que, en su debate interior, vio cómo la lucha de los fascismos, de izquierdas y de derechas, sería una bomba que desencadenaría en la II Guerra Mundial.
Una vez en Estados Unidos, y ante la falta del certificado de defunción que le había prometido Álvarez del Vayo para la familia de Robles, Dos Passos le pidió a Liston Oak que hiciera una declaración jurada ante notario para explicar cómo había conocido la secuencia de los hechos de la muerte de Robles, para que la póliza del seguro de vida que tenía Robles en Baltimore pudiera ser cobrada por su familia.
Finalmente Márgara, la viuda de Robles, después de haber estado trabajando en la oficina de propaganda de la República en Barcelona, consiguió exiliarse en Francia, donde recibió un escrito remitido por el Gobierno republicano en el exilio y firmado por el comisario general de la guerra, Osorio Tafall, en el que el asesinato de su marido se justificaba con la eufemística frase de "accidentes de guerra".