Una experta en residuos recomienda utilizar el sentido común y hacer esto con los nuevos tapones de plástico
Su consejo contradice las directrices de la UE.
El lunes entró en vigor la norma europea que obliga a todos los envases de bebidas de hasta tres litros que estén en tiendas y supermercados a incorporar mecanismos para que sus tapones permanezcan en todo momento unidos a las botellas.
Una medida con la que se pretende combatir la contaminación pero que ha sido muy cuestionada. En este sentido, Eva Favaro, portavoz de la empresa de gestión de residuos Vafab explica en el blog de Marcus Oscarsson que es mejor retirar el tapón de plástico que dejarlo pegado a la botella.
"Si lo clasificas en envases de papel con la tapa de plástico restante, el envase de papel se separará de la tapa del lugar y se reciclará, pero la tapa de plástico se incinerará", argumenta Favaro, quien añade que "esto no es algo bueno". "Queremos que le quites el corcho y lo metas en el reciclaje de plástico. Es mucho mejor para el medio ambiente y la economía", sentencia.
La empresa Responsabilidad del Productor de Näringslivet, fundada recientemente, coincide con Eva Favaro en que es mejor separar el tapón de la botella para asegurarse de que se recicla. Una vez separado, "es importante poner el corcho en un recipiente de recogida de envases de plástico y no tirarlo al suelo".
Defensores de los tapones unidos
Por su parte, el comisionado para la Economía Circular del Miteco, Alex Dorado, ha defendido la medida de la UE en una reciente entrevista con EFE, asegurando que es un buen ejemplo de diseño ecológico para reducir el impacto ambiental de un producto en la naturaleza.
"Hay que pensar los materiales de una forma diferente, con unos conceptos de ecodiseño. Alrededor del 80% de los impactos ambientales de un producto se explican por cómo está diseñado", señala Dorado, que advierte que, ahora mismo, el 60% de los residuos de plástico que generamos "son envases de plástico".
Sobre los tapones de botellas, Dorado explica que son el segundo elemento más encontrado en las playas de la Unión Europea, además de provocar otros impactos contra la biodiversidad como su consumo por aves y mamíferos marinos que suelen morir. Por ello, destaca la necesidad de minimizar su presencia en las playas.