La Policía, un "cortafuegos" para los "novios de Internet" que "seducen" a los menores
Así se combate el 'child grooming', el acoso a niños por parte de pedófilos que ocultan su edad y manipulan a las víctimas para conseguir imágenes íntimas.
El Grupo VIII de la Jefatura de Policía de Madrid, el de Delincuencia Tecnológica, es con sus investigaciones el "cortafuegos" entre los menores y los denominados "novios de Internet", acosadores y pedófilos que "seducen" a sus víctimas a través de las redes sociales con fines sexuales, a lo que los agentes llaman child grooming.
Según explica a EFE Jesús, uno de los componentes más veteranos del grupo con 15 años de experiencia a sus espaldas, se trata del acoso sexual acometido por parte de una persona, normalmente hombres, que "manipula" a las víctimas, normalmente para conseguir imágenes íntimas.
Para ello se hacen pasar por menores y seleccionan, por norma general, a los objetivos más "vulnerables", niños y adolescentes "con inseguridades y baja autoestima" a los que engatusan con falsas promesas para hacerles creer que son sus "novios de internet", señala el investigador.
Así ocurrió con la menor de 14 años de Albacete, que llegó a marcharse a principios de junio con un hombre de 39 años, profesor universitario, hasta su casa de El Espinar (Segovia), donde la pequeña fue rescatada en buen estado y el agresor, detenido por la Policía.
Redes sociales como Instagram o TikTok, además de múltiples videojuegos, donde establecen el primer contacto, son los principales canales de actuación de los groomers, que según Jesús presentan perfiles "muy variados", desde el pedófilo que capta imágenes sexuales para "consumo propio" hasta quienes las comparten en foros de pornografía infantil.
Seguidores a cambio de fotos sexuales
Los primeros contactos de los ciberacosadores siempre son amables para, también mediante falsas promesas, ganarse la confianza de los menores.
"Hemos llegado a ver alguna conversación en la que desde el primer mensaje al envío de la primera foto de la víctima sólo había pasado una hora y media", recuerda este policía.
Los nueve agentes que componen el Grupo VIII de la Policía, tras recibir una denuncia con un agresor identificado, priorizan intervenir su teléfono móvil y otros dispositivos que, tras el "volcado" (extracción) de su contenido y cientos de horas de análisis de los agentes, revelan mensajes, fotografías, vídeos y, de forma habitual, nuevas víctimas del investigado.
"Cada investigación es un mundo", asegura Jesús, aunque muchas requieren una particular pericia, como la del "groomer" de TikTok arrestado en mayo en Morón de la Frontera (Sevilla), en la que los agentes pudieron identificar a una de las víctimas por el logo de su colegio estampado en el uniforme, que se veía en una de las fotografías analizadas.
Este ciberacosador llegaba a ofrecer a los menores seguidores en redes sociales o el número de teléfono de una conocida youtuber a cambio de fotografías de naturaleza sexual.
La manipulación "va en escalada", dice Jesús, y pasa a las "amenazas" cuando la víctima se siente ya algo coaccionada.
El investigador destaca que "los menores no suelen destaparlo", pero cuando confiesan "es porque ya no ven otra salida".
En ese momento entra en juego el papel de los padres, quienes habitualmente denuncian los hechos y se pone en marcha el trabajo de los agentes.
Señales de alarma
Los progenitores suelen ser ajenos al acoso -con la ley del sí es sí algunos casos pueden ser constitutivos de delitos de abuso o agresión sexual- que sufren sus hijos al toparse con este tipo de depredadores sexuales.
Por ello, Jesús señala algunos comportamientos "anómalos" como señales que pueden revelar un caso de esta índole: "Cambios de actitud, bajada en las notas, excesiva ocultación o adicción al móvil son síntomas habituales".
Pero el origen del riesgo está, según el investigador, en el acceso "prematuro" y "totalmente libre" a internet que algunos padres permiten a sus hijos.
"Debe existir un contrato con unas normas básicas, como que el teléfono es propiedad de los padres y, por lo tanto, pueden revisarlo cada cierto tiempo", opina.
Una vez que el menor tiene un móvil en la mano y cierta privacidad, la probabilidad de que acceda a contenido pornográfico se dispara, lo que puede llevarlo a "normalizar" determinadas prácticas como el envío de fotografías íntimas.