El papa regala a Carlos III fragmentos de la cruz de Cristo para su coronación pero ¿cuántos hay?
"Qué desfachatez llenar la Tierra de tal cantidad de fragmentos de madera que 300 hombres no podrían transportarlos", decía Calvino de los trocitos repartidos por el mundo desde que Helena los encontró en Jerusalén. O no.
El papa Francisco ha regalado dos fragmentos de la Cruz en la que fue crucificado Jesucristo a la monarquía de Inglaterra para que encabecen la procesión de coronación de Carlos III y su esposa, Camila, como rey y reina consorte del Reino Unido el próximo 6 de mayo.
Según han confirmado fuentes del Vaticano a Europa Press, "hace algún tiempo, la Santa Sede donó a Inglaterra dos fragmentos de la reliquia de la verdadera cruz como signo ecuménico". Estas mismas fuentes han explicado que estos restos se conservaban en la sala Lipsanoteca de los Museos Vaticanos.
Los dos pequeños fragmentos se han incorporado a la Cruz de Gales, que podrá ser vista por las millones de personas que sigan la entronización de los nuevos monarcas cuando entre en la Abadía de Westminster el próximo 6 de mayo. Ambas piezas tienen forma de cruz, una de 1 cm y la otra de 5 mm, y están engarzadas en el crucifijo de plata más grande detrás de una gema de cristal rosa, por lo que sólo pueden verse de cerca.
La Cruz de Gales, que es un regalo del rey a la Iglesia de Gales para celebrar su centenario, ha sido bendecida por el arzobispo de Gales, Andrew John, en un servicio religioso en la iglesia de la Santísima Trinidad de Llandudno, en el norte de Gales, antes de partir hacia Londres dónde tendrá lugar la ceremonia de entronización.
Este regalo, sin embargo, genera unas cuantas preguntas: ¿pero cuántas reliquias hay de la cruz de Jesús? ¿De dónde vienen? ¿Quién las tiene? ¿Son verdaderas?
Para empezar, está la historia de cómo se encontró la que se supone que es la "Vera crux" Hay que remontarse a Helena de Constantinopla, madre del emperador Constantino I, el primero en detener la persecución de los cristianos y dar libertad de culto al cristianismo. El mandatario envió a su madre a Tierra Santa, a localizar los lugares de la vida y pasión de Jesús. Según cuenta la tradición, consiguió que le señalaran la tumba de Cristo -la base de la Basílica del Santo Sepulcro de Jerusalén de hoy- y encontrar la cruz verdadera. No hay datos exactos del motivo de la visita ni del año, sólo se sabe que fue entre los años 325 y 327.
El problema es que encontró tres y para verificar su autenticidad, ideó una prueba: decidió tocar con ellas a una mujer enferma y sólo con una sanó. Esa era la buena. Las otras dos debían de ser las de los ladrones crucificados junto al mesías, Dimas y Gestas.
La cruz se encontró junto al sepulcro, por lo que, según las tradiciones cristianas, se habrían reunido muchos objetos en la tumba del Señor. Es por eso que se da cuenta también del hallazgo de los clavos de la cruz y de la corona de espinas y el Titulus crucis, o sea, el cartel de la cruz donde Poncio Pilato, según los evangelistas, mandó escribir la causa de la condena a muerte de Cristo en tres idiomas, a saber hebreo, latín y griego. Helena tuvo un verdadero golpe de suerte, lo encontró todo a la vez, calvario, tumba y restos, y justo en el momento en el que había que reforzar la nueva religión oficial.
Una vez encontrada la supuesta cruz, la luego santa la partió en tres. Dejó un trozo en Jerusalén y mandó otro a Constantinopla y otro a Roma. Y de esos fue partida de nuevo en infinitud de pedazos y mandada por todos los rincones como reliquia. Hay Lignum Crucis por todos lados.
"Si quisiéramos recoger todo lo que se ha encontrado [de la cruz de Cristo], habría suficiente para cargar un gran barco. El Evangelio atestigua que la cruz podía ser portada por un hombre. Qué desfachatez llenar la Tierra de tal cantidad de fragmentos de madera que 300 hombres no podrían transportarlos", reflexionaba ya el teólogo francés Juan Calvino, profundamente cristiano, en su Tratado de las reliquias, publicado en el año 1543, y citado por El País. Pasa lo mismo con los clavos, "porque se supone que sólo eran tres y si juntamos todos nos da para una ferretería", en palabras de la periodista Nieves Concostrina.
Los trozos de madera atribuidos a la crucifixión de Cristo empezaron a proliferar cientos de años después de su muerte. Sólo la Catedral de Notre Dame de París ya suma 24 centímetros de madera supuestamente procedente de esos mismos leños, ahí es donde se conservan algunas de las más veneradas, como las de la catedral de Pisa y en Santa Maria del Fiore de Florencia. Hay en Jerusalén, México, en Guatemala, en Austria... y también en España.
Por ejemplo, está el que se adora en el Monasterio de Santo Toribio de Liébana, Cantabria. Mide 64 por 40 centímetros. Los franciscanos que lo custodian no saben cuándo llegó, se cree que en el siglo VIII, según su página web.
En la Colegiata de Santa María la Mayor de Caspe (Zaragoza) se alberga otro de los fragmentos de mayor tamaño que se conservan en el mundo. Mide 20 por 18 centímetros y está protegido por dos relicarios de oro y plata del siglo XVIII.
En la basílica de la Santísima y Vera Cruz en Caravaca de la Cruz (Murcia) se adora un fragmento más de 17 centímetros con dos traversas de siete y 10 centímetros. Una “aparición milagrosa” del madero el 3 de mayo de 1231, dice la cofradía que lo cuida. Dos ángeles se presentaron en la iglesia y lo dejaron sobre el altar.
Y contamos también con la denominada Muy Antigua, Venerable y Dominicana Cofradía Penitencial y Sacramental de la Santa Vera Cruz de Palencia, que pidió en 2001 al Vaticano un fragmento de madera divina y lo obtuvo gracias a la intermediación del obispo de la provincia.
A lo largo de la historia, estas reliquias han sido veneradas por los católicos de todas partes del mundo y, aunque la Iglesia no obliga a creer en su autenticidad, les sirve para representar lo que un día ocurrió, justifica.