La 'maldición' del corazón negro: la curiosa muerte de Catalina de Aragón

La 'maldición' del corazón negro: la curiosa muerte de Catalina de Aragón

Según los relatos de la época, su corazón fue encontrado de un color negro azabache.

Catalina de Aragón

La muerte de Catalina de Aragón ha sido objeto de especulación durante siglos, envuelta en un misterio que ha dado lugar a la leyenda de la ‘maldición del corazón negro’.

Catalina de Aragón, la primera esposa del rey Enrique VIII de Inglaterra, falleció el 7 de enero de 1536 en el castillo de Kimbolton. Su muerte, aunque oficialmente atribuida a causas naturales, ha sido objeto de numerosas teorías y especulaciones a lo largo de los años. La más intrigante de todas es la llamada ‘maldición del corazón negro’, una leyenda que ha perdurado en el tiempo y que sigue fascinando a historiadores y curiosos por igual.

La leyenda de la ‘maldición del corazón negro’ se originó poco después de la muerte de Catalina. Según los relatos de la época, su corazón fue encontrado de un color negro azabache durante la autopsia, un hecho que muchos interpretaron como una señal de envenenamiento. Sin embargo, no existen pruebas concluyentes que respalden esta teoría, y los historiadores modernos sugieren que la decoloración podría haber sido causada por una enfermedad como el cáncer.

Para entender mejor esta leyenda, es importante conocer el contexto histórico y los eventos que rodearon la vida de Catalina de Aragón. Nacida el 16 de diciembre de 1485 en Alcalá de Henares, España, Catalina fue la hija menor de los Reyes Católicos, Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón. A los tres años, fue prometida en matrimonio al príncipe Arturo, heredero al trono inglés, como parte de una alianza política entre España e Inglaterra.

El matrimonio entre Catalina y Arturo se celebró en noviembre de 1501, pero la unión fue breve. Arturo murió en abril de 1502, dejando a Catalina viuda a los 16 años. Posteriormente, Catalina se casó con el hermano menor de Arturo, Enrique, quien más tarde se convertiría en Enrique VIII. Este matrimonio, sin embargo, estuvo plagado de dificultades, principalmente debido a la incapacidad de Catalina para proporcionar un heredero varón.

La falta de un heredero llevó a Enrique VIII a buscar la anulación de su matrimonio con Catalina, alegando que su unión era inválida debido a su anterior matrimonio con Arturo. Este proceso de anulación, que comenzó en 1527, fue largo y complicado, involucrando a la Iglesia Católica y al Papa Clemente VII. Finalmente, en 1533, Enrique se separó de Catalina y se casó con Ana Bolena, lo que llevó a la ruptura de Inglaterra con la Iglesia Católica y al establecimiento de la Iglesia de Inglaterra.

Tras su separación, Catalina fue relegada a vivir en condiciones cada vez más precarias. Fue trasladada al castillo de Kimbolton, donde pasó sus últimos años en relativo aislamiento. Durante este tiempo, su salud se deterioró considerablemente. Los registros históricos indican que Catalina sufría de dolores abdominales crónicos y otros síntomas que podrían ser indicativos de cáncer.

El 7 de enero de 1536, Catalina de Aragón falleció a la edad de 50 años. Su muerte fue seguida de una autopsia, durante la cual se descubrió que su corazón estaba de un color negro inusual. Este hallazgo dio lugar a la leyenda de la ‘maldición del corazón negro’, una teoría que sugiere que Catalina fue envenenada, posiblemente por orden de Enrique VIII o de sus consejeros.

A pesar de las especulaciones, no hay evidencia concreta que respalde la teoría del envenenamiento. Los historiadores modernos tienden a creer que la decoloración del corazón de Catalina podría haber sido causada por una enfermedad, como el cáncer de corazón, una condición extremadamente rara pero posible. Además, los síntomas que Catalina experimentó en sus últimos años son consistentes con los de varias enfermedades crónicas.

En cuanto a los trámites y procedimientos relacionados con la muerte de Catalina, es importante destacar que su fallecimiento tuvo implicaciones políticas y religiosas significativas. Su muerte fue vista por muchos como un símbolo del fin de una era y el comienzo de otra, marcada por la Reforma Protestante y los cambios radicales en la estructura de la Iglesia y el Estado en Inglaterra.

El cuerpo de Catalina fue embalsamado y enterrado en la Abadía de Peterborough, un lugar de descanso final que refleja su estatus como reina consorte de Inglaterra. A lo largo de los siglos, su tumba ha sido objeto de peregrinación y su historia ha sido recordada como un ejemplo de la turbulencia y el drama de la corte Tudor.

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