La banda sonora de la Navidad: historia del origen de los villancicos
Las desenfadadas canciones navideñas que han acompañado a numerosas generaciones han tenido funciones muy diversas a lo largo de su historia.
Se aproximan esas fechas en las que nuestras vidas cotidianas se desarrollan paralelamente a un mar de luces, guirnaldas, árboles con borlas, olor a leña, a castañas, bullicio en las calles y en los comercios… Y especialmente un hilo musical que se escucha en todos los establecimientos: los villancicos.
Este género musical que nos ha acompañado desde nuestra infancia, un repertorio transmitido de mayores a niños, lo tenemos tan aprendido e interiorizado que parece que ha estado ahí toda la vida. Pero no es así. La historia de las canciones más populares de la Navidad se retrotrae al Medievo, pero no fue hasta el siglo XX cuando los villancicos se configuraron tal y como los conocemos actualmente.
Natalia Albaladejo, musicóloga y directora del Centro Internacional de la Música Medieval (CIMM) explica en HuffPost que la primera mención del término villancico la encontramos en la Península Ibérica a finales del siglo XV: "Llamaban así a las canciones compuestas en lengua vernácula con estructura de varias estrofas (coplas) y un estribillo que se canta al comienzo y al final (como nuestro conocido ande ande ande, la marimorena…)".
No obstante, los primeros atisbos de esta estructura formal musical los situamos en una fecha más lejana todavía: el siglo XII.
Orígenes del villancico: canciones sencillas para todo el pueblo
Albaladejo precisa que uno de los primeros antecedentes del villancico podría estar en el zéjel árabe-andalusí del siglo XII, del que solo se conserva la forma poética, no la musical, pero a menudo estos poemas finalizan con un estribillo de carácter popular llamado jarcha. "Esta relación plantea todavía algunos problemas, pero al asociarse ambos con temáticas populares el vínculo sería posible", asegura.
A su vez, las famosas Cantigas de Santa María de Alfonso X el Sabio recogen parte de la forma del zéjel y son el prototipo directo del villancico. "Estas cantigas, cantos devocionales a la virgen semi-populares, presentan un estribillo que se repite entre las coplas. De este esquema surgirán posteriormente las canciones monódicas medievales de la tradición trovadoresca como el virelai francés, la dansa provenzal, la lauda italiana, la ballata y la cantiga hispana", detalla la experta.
Aún así, la flexibilidad era característica en el villancico, que estuvo sujeto a diversas "asimetrías" dentro de las que trataba de mantener la esencia del esquema estribillo-coplas.
La propia etimología de la palabra villancico también nos indica que se trataban de canciones profanas, mundanas, cantadas por la gente de la villa, los villanos. Por tanto, los villancicos siempre fueron canciones sencillas, generalmente sin acompañamiento instrumental y basadas en la métrica del virelay que anteriormente hemos mencionado.
Lejos de lo que entendemos actualmente como villancico, de temática exclusiva de la natividad, solían ser de temas cotidianos, de amor (reflejo de la canción cortesana trovadoresca), y asuntos del mundo rural con el que la sociedad se podía identificar y cantar con facilidad como diversión y entretenimiento.
Sofisticación y religiosidad
En el siglo XVI, la Contrarreforma llevada a cabo por la Iglesia encontró en los villancicos una herramienta de acercar la doctrina al pueblo. Así, se adaptaron textos religiosos a villancicos que todo el mundo conocía.
Estas composiciones se diferencian de los sencillos villancicos populares en que llegaron a ser creaciones "de gran técnica y sofisticación incorporando más voces, creando así conjuntos polifónicos (que cantan más de una línea melódica de voz, normalmente tres o cuatro)". "Estos villancicos más elaborados eran concebidos para entornos aristocráticos, mezclando temática amorosa con piezas satíricas que reflejaban la vida del campesinado. El tono pícaro fue hábilmente puesto en música junto con la delicadeza que requería el buen gusto cortesano", comenta Albaladejo.
Es también en este momento cuando los villancicos devocionales, especialmente los de temática navideña, comienzan a tomar importancia. El villancico navideño más famoso del renacimiento fue 'Riu, riu, chiu', conservado en el Cancionero de Uppsala. Entre los siglos XV y XVI situamos también la creación del villancico anónimo 'Fum, Fum, Fum'.
Todo este repertorio de antepasados del villancico los hemos conservado en diferentes fuentes manuscritas, siendo las más importantes el Cancionero de la Colombina, el Cancionero musical de Palacio, el Cancionero de Segovia, todos del siglo XV, y del siglo XVI el mencionado Cancionero de Uppsala. Importantes nombres de compositores fueron Juan del Enzina, Juan de Anchieta, Pedro de Escobar, Juan Ponce o Francisco de Peñalosa.
En la segunda mitad del XVI el término villancico comenzó a referirse cada vez más a composiciones religiosas. Estos cantos fueron introducidos en la liturgia en las festividades de Navidad, Corpus Christie y las celebraciones en honor a la Virgen. A estos villancicos se llamaban 'villancicos espirituales'. A partir de entonces quedaron ligados a estos actos y acabarían incluso sustituyendo los responsorios latinos que las órdenes monásticas realizaban dentro de su Oficio en estas celebraciones.
Consagración como canción navideña
Desde mitad del XVII hasta el XVIII es cuando el villancico se distingue como una canción navideña propiamente dicha. "Datamos en este periodo el anónimo y archiconocido La Marimorena", señala Albaladejo. Durante estos siglos, el villancico fue todo un fenómeno social: "El catálogo de villancicos de la Biblioteca Nacional de España refleja la gran popularidad que tuvo este género al contar con nada menos que 1361 libros catalogados".
Sin perder su carácter religioso, se incluyeron personajes estereotipados del teatro popular del Siglo de Oro, dotándolos de carácter dramático. Los compositores de la península produjeron gran cantidad de villancicos, a menudo organizados en conjuntos de ocho piezas y seguidos normalmente por un Te Deum (una pieza religiosa). Lope de Vega puso letra a muchas de estas creaciones.
En el siglo XVIII, el villancico fue transformándose por la influencia de la ópera italiana. "Las creaciones comenzaron a incluir recitativos y arias, cosa que a la Iglesia no le hizo ninguna gracia por ser la ópera demasiado 'profana'", destaca la musicóloga. Por ello, trató de prohibir estas canciones.
Finalmente, esta restricción hizo que el villancico cayese en desuso popular a favor de estas formas de canción operística, pero se mantuvo dentro del ámbito religioso y su acotación a la música de navideña se hizo más evidente, extendiéndose hasta el siglo XIX.
Los villancicos que nos acompañan en la actualidad
Desde entonces, el villancico se ha ido desarrollando y configurando con las influencias propias de cada región geográfica, permaneciendo en el tiempo bajo nuevas formas y muy distintas versiones. "Los villancicos españoles, como ya hemos dicho, tienen la influencia árabe-andalusí del zéjel, predominando en el imaginario colectivo las canciones navideñas provenientes de Andalucía como 'Ay, del chiquirritín', 'Los peces en el río' o 'Campana sobre Campana'", apunta Natalia Albaladejo.
Otros villancicos creados a partir del XIX son, en 1818, 'Stille Nach', conocido en nuestro país como 'Noche de Paz', compuesto por Joseph Mohr y Franz Saber Gruber. "Todo el mundo conoce la importancia que tuvo en la Primera Guerra Mundial, siendo capaz de parar el conflicto por unas horas en las trincheras, el día de Nochebuena", recuerda.
Asimismo, 'Carol of the Bells' fue compuesto por el ucraniano Mykola Leontovych, al mismo tiempo que, en España, Ricardo Boronat y Diego San José de la Torre componían 'Arre Borriquito' en los años 20 del siglo pasado.
En Estados Unidos, los ritmos del jazz hacen que los villancicos tengan un carácter propio como demuestra el 'Jingle Bell' de James Pierpont, compuesto en 1857 o el 'Jingle Bell Rock' de Bobby Helms en 1957. Todas estas melodías nos vienen a la cabeza en cuanto leemos su título, como no podría ser menos con el villancico más escuchado de nuestros tiempos: 'All I want for Christmas is you', de Mariah Carey, en 1994.
El villancico como canto y banda sonora de la Navidad ha sido más una creación del siglo XX en adelante, pero que no podría entenderse sin toda la tradición anterior. Aunque no sean tan antiguos como los sentimos, lo que sí es antiguo, según la musicóloga, es su "función de refuerzo de la tradición, de unión y de comunidad, transmitiendo en su mensaje no solo temáticas cortesanas, campesinas o devocionales del niño Jesús, sino que el amor, la solidaridad y la paz deben ser los motores por los cuales se rija la humanidad".