El gigantesco burdel con "300 trabajadoras" creado en la era de los Reyes Católicos
El Estado de la época había creado una red de prostíbulos públicos por toda España.
La prostitución es un tema complejo y controvertido en España. A lo largo de la historia, responsables políticos, jefes de Estado y la sociedad en general han abordado esta problemática de diferentes formas y con distintos enfoques.
En la actualidad, la prostitución no está penalizada en España, lo que significa que no es ilegal ejercerla ni contratar los servicios sexuales de una persona. La legislación española, en cambio, si persigue la explotación sexual, la trata de personas con fines de explotación sexual y el proxenetismo.
Sin embargo, hubo un momento en la historia de España en la que se creó una red de prostíbulos públicos con un objetivo: combatir la prostitución callejera o clandestina. Los Reyes Católicos otorgaban concesiones a personalidades y localidades para crear estas casas de citas y regularlas a través de ordenanzas, tal como cuenta el diario ABC.
Granada, Aragón, Castilla son algunas de las zonas de España en las que ya se habían autorizado estos prostíbulos públicos, pero ninguno de los allí creados tenían nada que ver con lo que se consideraba uno de los burdeles más grandes de la Europa medieval. El abierto en Valencia que, según las palabras del secretario del tesoro de Países Bajos recogidas por el citado diario, era "grande como un pueblo pequeño".
El prostíbulo gigante de Valencia contaba con "entre 200 y 300 trabajadoras", que ejercían la prostitución en una zona en la que la presencia de hostales era destacada. Además, se regulaba el acceso con porteros, se sometía a controles médicos semanales a las mujeres y recibían sermones de las autoridades religiosas para tratar de redimir a las prostitutas.
Además de preocuparse por la salud física y espiritual de las mujeres, los Reyes Católicos también veían en los burdeles una fuente de beneficios económicos. Los concejos obtenían ingresos a través de impuestos y alquileres.
En tiempos de Felipe II, se emitieron decretos para establecer mancebías en las grandes ciudades de Castilla, especialmente cerca de puertos y universidades. Según la ley, las mujeres debían cumplir ciertos requisitos para ingresar a la profesión y se les realizaban controles médicos regulares. Sin embargo, bajo el reinado de Felipe IV, los burdeles fueron cerrados y se prohibió su funcionamiento, lo que obligó a las prostitutas a la clandestinidad.