El “último gran pirata del Atlántico” fue este capitán sanguinario español
Dicen las leyendas que sus últimas frases antes de morir fueron muy épicas.
A principios del siglo XIX, el terror en el océano Atlántico no era propagado por un pirata inglés, sino por un hombre de Pontevedra llamado Benito Soto Aboal. Nacido en 1805 en una familia humilde con 14 hermanos, evitó el reclutamiento militar y se aventuró en las aguas del Caribe a la temprana edad de 14 años. Su historia cobra vida a bordo del bergantín brasileño O Defensor de Pedro, donde lideró un motín a la edad de 23 años, tomando el control del barco.
Después de deponer al capitán anterior, se forjó la leyenda de este pirata gallego. A pesar de la fascinación común por la figura misteriosa y aventurera de los piratas, no se puede ignorar la brutalidad de las acciones de quien fue considerado el último gran pirata del Atlántico.
Su primera víctima fue un hombre de Ferrol, Miguel Ferreira, quien desafiando al nuevo capitán pirata, fue asesinado de un disparo en la cabeza y arrojado al mar. En la costa africana, atacó al barco mercante inglés Morning Star. Con una tripulación embriagada, perpetraron una masacre, matando a casi toda la tripulación y cometiendo abusos contra las mujeres. El capitán fue asesinado en cubierta junto con los que intentaron huir lanzándose al mar. Sin dejar testigos, encerraron a los sobrevivientes y hundieron el barco, aunque algunos lograron sobrevivir. Renombrados como La Burla Negra, saquearon la fragata americana Topaz, llevándose un valioso botín de joyas, y luego incendiaron el barco, eliminando a toda la tripulación.
Dirigiéndose al norte, continuaron asaltando barcos británicos y uno portugués antes de llegar a Pontevedra en abril de 1828. Tras vender parte del botín, partieron hacia La Coruña con el pabellón brasileño y el nombre original del barco, O Defensor de Pedro, para vender las sedas robadas.
Se desconoce si fue por dificultades en la venta o por denuncias internas, pero Benito Soto decidió abandonar Galicia. Su último y sangriento plan era encallar su barco en Tarifa y eliminar a quienes no le fueran leales para retirarse de la vida pirata y disfrutar de sus riquezas. Sin embargo, por error, encallaron en Cádiz, donde fueron detenidos por las autoridades.
Los sobrevivientes del Morning Star identificaron a Soto, quien fue ahorcado el 25 de enero de 1830 frente al Peñón de Gibraltar, acusado de múltiples asesinatos. La leyenda cuenta que antes de morir, Soto miró a los presentes y declaró: "Adiós a todos; la función ha terminado".
Su legado persiste en los versos de Espronceda, las obras literarias y las menciones en el carnaval de Cádiz. Tal vez parte de sus tesoros yacen aún en la ría de Pontevedra, esperando ser descubiertos o perdidos para siempre en las profundidades del mar.