El rastro peligroso del accidente de Chernóbil que aun sigue activo

El rastro peligroso del accidente de Chernóbil que aun sigue activo

El impacto del accidente no se limitó a las muertes inmediatas.

Central nuclear de ChernóbilGetty Images

El 26 de abril de 1986, la central nuclear Vladímir Ilich Lenin en Ucrania, entonces parte de la Unión Soviética, fue escenario del peor accidente nuclear de la historia. Durante una prueba de seguridad en el reactor 4, una serie de errores y fallos técnicos llevaron a una explosión catastrófica. La explosión liberó una cantidad de material radiactivo estimada en 500 veces mayor que la liberada por la bomba atómica de Hiroshima, creando una nube radiactiva que se extendió por Europa y América del Norte.

La explosión inicial mató a dos trabajadores y desencadenó un incendio que liberó gases radiactivos a la atmósfera. En los días y semanas siguientes, 31 personas murieron debido a la exposición a la radiación, y 134 fueron hospitalizadas con síndrome de irradiación aguda. La respuesta inmediata incluyó la evacuación de 116,000 personas y una operación de emergencia para apagar el fuego y estabilizar el reactor. Sin embargo, el daño ya estaba hecho, y la radiación se había extendido a través de vastas áreas.

El impacto del accidente no se limitó a las muertes inmediatas. Aproximadamente 600,000 personas, conocidas como liquidadores, participaron en las operaciones de limpieza y descontaminación. Estas personas estuvieron expuestas a altos niveles de radiación, y muchas sufrieron problemas de salud a largo plazo, incluyendo cánceres inducidos por la radiación. Además, 5 millones de personas vivieron en áreas contaminadas, y 400,000 en áreas gravemente contaminadas.

La radiación liberada por el accidente de Chernóbil ha tenido efectos duraderos en el medio ambiente. La zona de exclusión de 30 km alrededor de la planta sigue siendo altamente radiactiva y está cerrada al público. La contaminación del suelo con estroncio-90 y cesio-137, ambos con periodos de semidesintegración de unos 30 años, sigue siendo una preocupación. Estos isótopos radiactivos se encuentran en las capas superficiales del suelo, donde son absorbidos por plantas, insectos y hongos, entrando así en la cadena alimentaria.

En los años posteriores al accidente, se construyó un sarcófago para cubrir el reactor dañado y contener el material radiactivo. Sin embargo, esta estructura se degradó con el tiempo, y en 2016 se inauguró un nuevo sarcófago seguro, una estructura móvil diseñada para durar más de cien años. Este nuevo sarcófago fue financiado por la comunidad internacional y construido por la empresa francesa Novarka.

El accidente de Chernóbil también tuvo un impacto significativo en la salud humana. Se estima que miles de personas han desarrollado cáncer de tiroides debido a la exposición al yodo radiactivo, especialmente en Bielorrusia, Ucrania y Rusia. Aunque algunos científicos creen que el aumento en los casos de cáncer se debe en parte a un mayor control y detección, no hay duda de que la radiación ha tenido efectos perjudiciales en la salud de las personas expuestas.

La respuesta inicial al accidente fue lenta y, en muchos casos, inadecuada. Las autoridades soviéticas no informaron al público sobre la gravedad del accidente hasta varios días después, y la evacuación de Prípiat, la ciudad más cercana a la planta, no comenzó hasta 36 horas después de la explosión. Esta falta de información y preparación contribuyó a la exposición innecesaria de miles de personas a niveles peligrosos de radiación.

En resumen, el accidente de Chernóbil sigue siendo un recordatorio de los peligros de la energía nuclear y la importancia de la seguridad y la transparencia en su gestión. La radiación liberada en 1986 continúa afectando a la salud humana y al medio ambiente, y las lecciones aprendidas de este desastre son cruciales para prevenir futuros accidentes nucleares.