Descubre el agua más antigua del mundo y baja a los infiernos para probar su sabor
El descubrimiento no se limita únicamente al agua milenaria.
La geóloga Barbara Sherwood Lollar, líder de un equipo de científicos de la Universidad de Ontario, se sumergió en la profundidad de la mina Kidd Creek, ubicada a 2 kilómetros bajo la corteza de Canadá. Su misión: explorar una fuente de agua milenaria, aislada del mundo exterior durante eones.
Tras exhaustivas pruebas en laboratorio, el equipo determinó que este depósito de agua subterránea tenía entre 1.500 y 2.600 millones de años de antigüedad, remontándose al Precámbrico, cuando emergían las primeras formas de vida multicelular en el planeta.
Desafiando lo convencional, Sherwood Lollar decidió ir más allá del análisis científico al sumergir la punta de su dedo en este líquido ancestral y, contra todo riesgo, probarlo. El sabor, según sus propias palabras, fue desalentador: "Era muy salada y amarga, mucho más salada que el agua de mar. Definitivamente, no querrás beber esto", tal y como recoge una entrevista concedida a Los Angeles Times, de la que se ha hecho eco el diario peruano La República.
Pese al carácter tentador del hallazgo, la geóloga advirtió sobre los peligros potenciales, dado que este líquido, con un peculiar tono cobrizo por su prolongado contacto con las rocas circundantes, es demasiado salino y no apto para el consumo humano. Aunque la mínima cantidad que probó no causó efectos adversos, resaltó enfáticamente que esta muestra no es agua potable y que desaconseja su ingestión, incluso entre sus estudiantes.
Pero el descubrimiento no se limitó al agua milenaria. En este oscuro mundo subterráneo, el equipo científico encontró un ecosistema sorprendente de bacterias y microbios que han subsistido durante más de 2.000 millones de años, adaptándose a condiciones extremas al respirar azufre en lugar de oxígeno y alimentarse de compuestos químicos presentes en las paredes del depósito.
Estos hallazgos refuerzan la importancia del agua subterránea, que no solo representa el 30 % del agua del mundo y abastece el flujo de agua superficial, sino que también sustenta ecosistemas vitales, como humedales y manantiales, fundamentales para la conservación de la biodiversidad.