¿A qué huele un cometa espacial?
El análisis de los olores de los cometas también puede ayudar a los científicos a entender mejor la química del sistema solar primitivo.
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Los cometas, esos viajeros cósmicos que surcan el espacio, han sido objeto de fascinación y estudio durante siglos. Estos cuerpos celestes, compuestos de hielo, polvo y gases, no solo nos ofrecen espectáculos visuales impresionantes, sino que también guardan secretos sobre los orígenes del sistema solar. Uno de los aspectos más intrigantes que los científicos han comenzado a desentrañar es el olor de los cometas.
El estudio de los olores de los cometas no es solo una curiosidad científica; tiene implicaciones profundas para nuestra comprensión del universo. Los olores pueden proporcionar pistas sobre la composición química de los cometas y, por ende, sobre los procesos que tuvieron lugar en los primeros días del sistema solar. Pero, ¿cómo se puede determinar a qué huele un cometa que está a millones de kilómetros de distancia?
Cuerpo del artículo: Para entender a qué huele un cometa, es esencial conocer los componentes que lo forman. Los cometas están compuestos principalmente de hielo de agua, dióxido de carbono, metano y amoníaco, entre otros compuestos. Cuando un cometa se acerca al sol, el calor provoca que estos materiales se sublimen, es decir, pasen de estado sólido a gas, liberando moléculas al espacio.
La misión Rosetta de la Agencia Espacial Europea (ESA) ha sido fundamental en este campo. En 2014, la sonda Rosetta llegó al cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko y comenzó a analizar su composición. Uno de los instrumentos a bordo, el espectrómetro de masas ROSINA, fue capaz de identificar varios compuestos químicos en la coma del cometa, la nube de gas y polvo que lo rodea.
Entre los compuestos detectados por ROSINA se encuentran el sulfuro de hidrógeno, que huele a huevos podridos; el amoníaco, con su característico olor a orina; y el formaldehído, que tiene un olor penetrante y desagradable. También se encontraron compuestos orgánicos como el metanol y el cianuro de hidrógeno, que contribuyen a una mezcla de olores bastante desagradable.
El procedimiento para detectar estos olores implica el uso de espectrómetros de masas, que pueden identificar y medir la cantidad de diferentes moléculas en la coma del cometa. Estos instrumentos funcionan ionizando las moléculas y luego separándolas según su masa y carga. Los datos obtenidos permiten a los científicos determinar la composición química del cometa y, por ende, inferir sus olores.
Además de los compuestos mencionados, los científicos han encontrado trazas de otros elementos y moléculas que añaden complejidad a la mezcla de olores. Por ejemplo, el sulfuro de carbono y el disulfuro de carbono, que tienen olores acre y desagradable, respectivamente. Estos descubrimientos no solo nos dicen a qué huele un cometa, sino que también nos proporcionan información sobre las condiciones en las que se formaron estos cuerpos celestes.
El análisis de los olores de los cometas también puede ayudar a los científicos a entender mejor la química del sistema solar primitivo. Los cometas son considerados cápsulas del tiempo, ya que contienen material que ha permanecido prácticamente inalterado desde la formación del sistema solar hace unos 4.600 millones de años. Al estudiar los olores y la composición química de los cometas, los científicos pueden obtener pistas sobre los procesos químicos que ocurrieron en esa época.
En términos de trámites y procedimientos, la misión Rosetta requirió años de planificación y desarrollo. Lanzada en 2004, la sonda viajó durante una década antes de llegar a su destino. Durante este tiempo, los científicos y técnicos de la ESA realizaron numerosos ajustes y calibraciones a los instrumentos a bordo para asegurarse de que estuvieran listos para el análisis detallado del cometa.
El éxito de la misión Rosetta ha abierto nuevas posibilidades para futuras misiones de exploración de cometas. La información obtenida no solo ha ampliado nuestro conocimiento sobre estos cuerpos celestes, sino que también ha demostrado la viabilidad de utilizar espectrómetros de masas y otros instrumentos avanzados en el espacio profundo.