Reflexiones sobre la crisis
En 2010 todavía había esperanzas de que los efectos de la crisis pudiesen ser contenidos y que el país no sufriera la gran depresión que ha experimentados. Y no porque la crisis no se viese venir. Muchos de nosotros lo veíamos claro y estuvimos años antes de la crisis advirtiendo de que había una burbuja.
Acabo de publicar un libro sobre las lecciones de la crisis en España. Ha sido un proyecto apasionante y al mismo tiempo muy difícil, al poder observar de primera mano los efectos devastadores de la crisis y las consecuencias para miles de personas inocentes que se han visto afectadas dramáticamente al perder sus trabajos, ahorros, viviendas, empresas, carreras profesionales, y sus perspectivas personales. La crisis ha actuado como un tsunami que se ha llevado por encima casi todo lo que encontraba por el camino y no ha discriminado. Todavía seguimos tratando de rescatar lo que ha quedado a flote tras los efectos de la tormenta, y de entender qué nos ha llevado a esta situación tan dramática.
Cuando empecé el libro hace casi tres años nunca imaginé que la situación fuese a ser tan dramática y que todo iba a deteriorarse tan rápidamente. En 2010 todavía había esperanzas de que los efectos de la crisis pudiesen ser contenidos y que el país no sufriera la gran depresión que ha experimentado en los tres últimos años. Y no porque la crisis no se viese venir. Muchos de nosotros lo veíamos claro y estuvimos años antes de la crisis advirtiendo de que había una burbuja, que el modelo de crecimiento era insostenible, y que era imperativo cambiarlo para preparar al país para el día en que la burbuja estallase.
Por desgracia estas voces se ignoraron, e incluso en ocasiones se nos acusaba de agoreros de malas noticias y de ser responsables de la pérdida de confianza en el país. Todavía recuerdo una conferencia que di después de la reelección de Zapatero en la Universidad de Georgetown que titulé Unas elecciones que hubiese merecido la pena perder y en la que traté de advertir de los riesgos que se avecinaban para nuestra economía. Al final de la presentación vinieron algunos a recriminarme por ser "tan negativo y pesimista", y por ser un "pájaro de mal agüero". ¡Y lo que yo exponía no era ni remotamente tan catastrófico como lo que ha sucedido después!
Cuento todo esto porque fue esa frustración por haber ignorado las señales inequívocas de la insostenibilidad del modelo que para muchos eran tan claras que me motivó a escribir este libro. Una vez más nos autoconvencimos de que esta vez era diferente, por parafrasear el título del célebre libro, que habíamos descubierto una nueva fórmula que nos permitía ignorar las lecciones del pasado, que estábamos mejor preparados para afrontar lo que se presentase, que las leyes de la gravedad económica ya no nos aplicaban, y que éramos lo suficientemente fuertes para capear cualquier tormenta. Fue esa arrogancia, en gran parte, la que nos ha llevado a la situación actual.
Desde el inicio de la crisis se ha derramado abundante tinta sobre las razones y los culpables. Este análisis es fundamental porque si no entendemos claramente lo que ha pasado y el por qué, estamos abocados a cometer los mismos errores. En este sentido es importante resaltar que la crisis en España está teniendo lugar en el contexto de tres grandes transformaciones a nivel global.
En primer lugar el grave estancamiento de los salarios de las clases media y la creciente desigualdad. Las causas que se han apuntado son múltiples, desde los efectos de la globalización y el libre comercio y la presión a la baja que ejercen sobre los salarios; a la transformación del mercado de trabajo provocada por la integración de nuevas tecnologías y procesos productivos; los cambios en las estructuras familiares; el coste cada vez mayor de los programas de bienestar; el declinar de los sindicatos; el bajo crecimiento de la productividad; la erosión de la sociedad civil; y el fracaso de los sistemas educativos en adaptarse a las nuevas tecnologías y necesidades del mercado.
En segundo lugar, la gran recesión global que empezó en 2007. Las razones también son múltiples: los desequilibrios globales en las balanzas de pago; los errores de los bancos centrales y sus políticas monetarias; las hipotecas basura; la avaricia y la seducción por el dinero fácil; el fracaso de las instituciones y los marcos regulatorios; los errores en los modelos de predicción; las burbujas inmobiliarias en muchos países como EEUU (o España e Irlanda); y la arrogancia. En Europa el diseño institucional inadecuado de la Unión Monetaria Europea (UME) y los problemáticos procesos de toma de decisiones también ayudan a entender lo que ha sucedido en el eurozona.
Por último la crisis se ha producido en un contexto global de transformación y erosión de los sistemas de valores y de las instituciones que proporcionan cohesión social, manifestados por el declinar en muchos países de variables de conectividad social; el aumento de los crímenes y la violencia; el fracaso de los partidos políticos y de las élites; y las guerras culturales.
Para entender estas transformaciones tan profundas es imprescindible construir una narrativa que tenga un sustento empírico y que esté integrado en un marco teórico. Sin embargo, una de las grades paradojas de esta crisis global es que con la excepción de los primeros meses a fines de 2007 e inicio de 2008 en que prácticamente todos los gobiernos eran keynesianos, no se ha producido una amenaza real contra el paradigma neoclásico dominante. El Marxismo está desacreditado, pero no hemos sido capaces de articular una teoría alternativa, una estructura intelectual coherente que nos permita explicar los cambios sociales. Esto sigue siendo una importante asignatura pendiente.
Al mismo tiempo tenemos que aceptar que hay un componente muy importante de la crisis en España que es endógeno. Desde el inicio hemos escuchado con mucha frecuencia, empezando por nuestros propios gobernantes, que las causas de la crisis provenían de otros países y nos hemos dedicado a lanzar el dedo acusador contra Alemania, el BCE, la UE, las hipotecas basura en EEUU, la crisis de Grecia y otros países de la periferia. Pese a la importancia de todos esos factores, será difícil avanzar si no reconocemos que gran parte de la responsabilidad es nuestra, que la crisis es el resultado de un fracaso colectivo que va más allá de la economía; y que tiene raíces en nuestro sistema político, en nuestros procesos de toma de decisiones, y en las fallas en el marco institucional.
Tras un análisis pormenorizado de la crisis, sus causas y sus consecuencias, el libro cierra con una serie de lecciones que deberíamos aprender de la crisis. Las lecciones son múltiples como para desarrollarlas en este artículo. Trataré de hacerlo en sucesivos post, pero quiero cerrar éste enfatizando la necesidad de eliminar la cultura de impunidad que sigue siendo, desafortunadamente, tan generalizada, y de construir un proyecto común de futuro.