El enfermo fragmentado
El aumento exponencial del conocimiento biomédico ha obligado a crear 47 especialidades básicas que a su vez se subdividen en otras muchas. A su vez hemos creado sistemas sanitarios laberínticos, llenos de burocracia, personal administrativo, personal sanitario, colas, esperas...
Todos lo sabemos. Disponemos de una sanidad monumental, capaz de hacer muchísimo bien... pero le falta algo, algo que había antes.
El aumento exponencial del conocimiento biomédico ha obligado a crear 47 especialidades básicas (cirugía pediátrica, ginecología, traumatología...) que a su vez se subdividen en otras muchas (traumatología de la mano, de la rodilla, de la columna...). A su vez hemos creado sistemas sanitarios laberínticos, llenos de burocracia, tecnología, personal administrativo, personal sanitario, colas, esperas, pasillos, grandes hospitales, centros de salud...
Con tanto laberinto no faltan los Minotauros en forma de mala comunicación, desencuentro, angustia tras un diagnóstico, falta de empatía, falta de sensación de seguimiento, indefensión...
La medicina de familia sigue siendo fiel a una tradición antigua que mezclaba humanismo y ciencia, servicio cercano al paciente y conocimiento profundo de este. Somos especialistas en las personas que atendemos, les conocemos bien, conocemos bien sus familias y comunidades. Somos los encargados de guiarles por esos laberintos. Se puede hacer mejor. Hemos fallado mucho porque han quitado mucha madera a nuestra barca para construir los imponentes transatlánticos que son los hospitales. A veces navegamos impulsados por nuestras propias manos, con muy pocos medios y mucha presión. Nos queda el convencimiento de que nuestro hacer sigue siendo tremendamente necesario.
Algo nos dice que hay que buscar un nuevo enfoque, una nueva manera de ofrecer cuidados basados en valores muy sencillos: confianza, seguimiento a largo plazo, cercanía, accesibilidad, buena comunicación...
No conseguimos ver claro ese enfoque todavía, pero tengan por seguro que nos obligará a hacer cambios a todos. A los pacientes para tomar más conciencia de lo que les está pasando, de las causas que hay detrás de lo que sienten, de los cambios que necesariamente tendrán que acometer. A los profesionales sanitarios para ampliar la perspectiva y la visión, para dejar de centrarnos en lo biológico, en lo aparente, y podamos tener en cuenta todo el universo de la persona que tenemos delante, sus niveles psicológicos, sociales, espirituales... todo eso que no se ve a primera vista y que constituye el armazón de todo ser.