Cosas que tenemos que dejar de decir a los padres
Tenemos que dejar de hablar sobre los padres como si fueran un accesorio inútil. Mi marido y yo escuchamos comentarios de este tipo constantemente. Como cuando un día en el parque mi hijo llevaba un zapato de cada y una camiseta vieja y llena de manchas. "Hoy te ha vestido papá, ¿eh?". Pues no.
Hace poco, estuve charlando un rato con una mujer simpática en la cola del supermercado.
(Porque cuando lo más destacado de la tarde de un viernes es haber estado en la sección de congelados del supermercado, puedes hablar con cualquier persona).
La mujer simpática me sonrió mientras colocaba un paquete de pañales en la caja.
"¿Tienes hijos?", me preguntó con una sonrisa.
"Sí, un niño pequeño", respondí.
"¿Con quién está ahora?", preguntó.
"Está en casa con su padre".
Me sonrió aún más.
"¡Anda!", dijo mirándome con esa mirada.
La cosa va así:
He intentado aprender a poner esa mirada.
Pero, al final, lo que pasa es esto:
Y entonces me lo soltó:
"¡Esperemos que siga todo bien cuando llegues a casa!".
Carcajada, guiño, guiño.
Tuve que contenerme para no tirarle los pañales a la cabeza.
En vez de eso, asentí y sonreí apretando los dientes.
Fue entonces cuando me di cuenta.
Tenemos que dejar de hablar sobre los padres como si fueran un accesorio inútil.
Mi marido y yo escuchamos comentarios de este tipo constantemente.
Como aquella vez que estábamos en el parque y mi hijo llevaba un zapato de cada y una camiseta vieja y llena de manchas.
"Hoy te ha vestido papá, ¿eh?"
Exclusiva: le había vestido yo. Y lo hice fatal, como suele ocurrir. Cuando se encarga su padre, parece un niño sacado de un catálogo de ropa.
"¿Hoy le toca a tu padre hacer de canguro?"
No, porque no es un canguro.
Es un padre.
Está en el jardín, jugando, dándole un beso a la herida que se acaba de hacer mi hijo en la rodilla, poniéndole crema solar en la cara y aguantando otro berrinche de "¡no quiero crema!" como un experto.
Está sentado en el váter mientras un pequeñajo le mira a través de una rendija de la puerta.
Está construyendo fuertes, estaciones de tren y circuitos de carreras.
Más tarde, limpiará el queso que se ha quedado pegado en el suelo, tenderá las camisetas de nuestro hijo, limpiará los cojines del sofá y recogerá caca de la bañera.
Descubrirá que a nuestro hijo le ha salido un sarpullido detrás de las orejas, buscará en Google "muerte por sarpullido detrás de las orejas" y se autoconvencerá de que es un virus necrosante.
Se preocupará y pensará en nuestro hijo constantemente.
Se equivocará, acertará, se volverá a equivocar y volverá a acertar.
Discutirá con su pareja (yo) por quién tenía que comprar los calzoncillos desechables y los dos nos preguntaremos por qué decidimos meternos en algo así. Entonces, ocurrirá algo mágico.
Alegría.
Leerá su cuento preferido seis veces seguidas (sin inmutarse) y conseguirá que mi escurridizo hijo se ponga el pijama.
Se sentará en su cama y dirá las tres palabras que ayudan a que mi hijo se duerma tranquilamente.
"Papá está aquí".
Bajará a recoger los juguetes, se sentará en el sofá para beberse una cerveza y se levantará dos minutos después cuando nuestro hijo se despierte llorando.
Y seguirá haciéndolo una y otra vez hasta que dé por perdida la cerveza.
Comprobará que las puertas están cerradas y se acercará una vez más a su habitación para darle las buenas noches, aunque sepa que ya lleva durmiendo unas 4 horas.
Al salir, le observará y pensará:
"Es precioso":
Además, también estoy yo. Haciendo exactamente lo mismo todos los días.
Es verdad que hay muchos padres vagos. Lo sé con certeza, creedme. Y también hay muchas madres vagas.
Pero esos padres buenos tienen que formar parte de nuestras conversaciones.
Sólo hay que echar un vistazo a la cantidad de caras sonrientes de madres e hijos en revistas, películas, anuncios e Internet para descubrir la imagen que se tiene de la paternidad.
Sí.
Ajá.
Eso es.
Hay que fijarse en las frases que decimos sobre padres para saber cuál es la situación.
Tenemos que darnos cuenta de la presión que ejercemos sobre las madres para que sean las cuidadoras natas. Las del instinto maternal. Las que saben cómo hacerlo en condiciones.
Es que incluso en el bote de champú de nuestro hijo pone "9 de cada 10 madres lo recomiendan".
¿Qué pasa con los padres?
Por eso hay una película que se llama Papá canguro.
Por eso casi no se nombra a los padres en las clases preparto.
Por eso se concibe a un buen padre -aquel cariñoso, preocupado, valiente, leal, perfectamente capaz y con instintos innatos- como un tontorrón que no deja de cometer errores.
Por eso existe un hashtag #dumbstuffdadsdo (cosas estúpidas que hacen los padres); pero no uno equivalente para madres. Porque nosotras nunca hacemos nada estúpido, ¿verdad?
Por eso la gente se maravilla al ver a un chico con un bebé, como si se tratara de un mesías.
Por eso, al menos en Estados Unidos, la mayoría de los padres se debe contentar con sólo cinco días de baja por paternidad (si es que son de los afortunados) cuando tienen un hijo.
Por eso el término "padre trabajador" no es tan común como "madre trabajadora".
Por eso Facebook comenzó una campaña en la que pedía a mujeres de todo el mundo que compartieran "cinco razones por las que me alegro de ser madre".
No hay reconocimiento para esos padres geniales.
Nada.
Porque lo más probable es que se estén tocando las narices mientras ven fútbol, ¿verdad?
Error.
Se tocan las narices mientras ven los Teletubbies.
Aleluya.
Este post fue publicado originalmente en la edición estadounidense de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Irene de Andrés Armenteros.