Mi marido aparecía en la lista de adúlteros de Ashley Madison
Sólo veis una lista con nombres y dais por supuesto que eso es todo lo que necesitáis saber. Pero lo que no sabéis es que yo di permiso a mi marido para que buscara en otros lugares, porque yo soy incapaz de mantener relaciones sexuales. Ashley Madison cree que ha publicado una lista de adúlteros, pero lo que ha hecho es humillar a familias que hacen lo que pueden por sobrevivir.
Cuando leí la noticia del asalto de los hackers a la web de citas Ashley Madison, se me cayó el alma a los pies. No porque fuera a publicarse ninguna información sobre mí, sino porque sabía que sí habría información sobre mi marido. Hace unos cuantos años, mi esposo se hizo una cuenta en Ashley Madison a mis espaldas. Cuando por fin me lo contó, no me enfadé. Estaba triste. Triste por él, por mí, por los dos. Me entristeció saber que nos encontrábamos en ese punto de la relación. Lloramos, hablamos, nos abrazamos y pasamos página.
Las reacciones tras la divulgación de la información sobre los infieles están llenas de una especie de regodeo sádico y morboso. Pero antes de que empecéis a soltarme broncas santurronas y a decirme que los adúlteros están recibiendo su merecido, os pediría que lo reconsiderarais. Porque las cosas nunca son tan sencillas como parecen. Todos los que entran en esa web tienen un motivo para estar ahí. Pero ¿cómo vais a saberlo vosotros? Todo lo que veis es el nombre de alguien en una lista y dais por supuesto que eso es todo lo que necesitáis saber.
Lo que no sabéis es que hace dos años que mi marido y yo no tenemos relaciones sexuales.
Lo que no sabéis es que llevamos hablando de nuestras carencias sexuales casi cinco años, todas las semanas.
Lo que no sabéis es que hemos pedido asesoramiento profesional, juntos y por separado, y aún seguimos yendo a terapia.
Lo que no sabéis es que sufro de trastorno de estrés postraumático a causa de múltiples agresiones sexuales y que tengo episodios disociativos cada vez que mi marido me toca.
No sabéis la desesperación con la que nos amamos.
No sabéis lo maravillosa que es nuestra relación en los demás aspectos.
No sabéis que él es mi mejor amigo y mi mayor apoyo.
No sabéis que le di mi permiso para que buscara en otros sitios.
No sabéis que abrió esa cuenta en un momento de tristeza y falta de afecto.
No sabéis que nunca contactó con nadie a través de Ashley Madison, aunque de hacerlo no habría habido ningún problema.
No sabéis el tipo de amargura que pesa sobre él por el hecho de no poder intimar conmigo en este momento, por culpa de mi trauma.
No sabéis lo que ansío poder ser capaz de tener sexo con él, ni tampoco la dedicación con la que trabajamos para superar esta situación.
Todo lo que sabéis es que su nombre aparece en una lista. Y eso es todo, porque se trata de nuestro problema, no del vuestro. Airear nuestros trapos sucios, o los de quien sea, al mundo entero y sin consentimiento es un acto cruel. La publicación de esos nombres, sin un contexto, es injusto y engañoso.
Mi marido abrió una cuenta en Ashley Madison movido por la desesperación, después de amarme y lidiar con mi trastorno postraumático durante cinco años. Si me hubiera abandonado a causa de mi trauma, lo habríais tachado de cabrón. Cuando las personas pasan por una situación jodida, ¿os extraña si no salen victoriosas?
El caso de mi marido no es el de Josh Duggar. Nunca pretendió ser un modelo público moral para nadie. Tampoco la mayoría de las personas víctimas del hackeo, antes anónimas. Eso significa que son personas como las de vuestra familia, vuestros vecinos, vuestros amigos, los feligreses de vuestras parroquias. Somos personas dentro de vuestros círculos sociales. Somos personas que conocéis y que amáis.
Nunca sabréis lo que pasa en las vidas de los demás de puertas para adentro, y tampoco tenéis por qué saberlo. Hay ciertas cosas que no incumben a otros. Así que aunque los piratas crean que han dejado al descubierto una lista de adúlteros, lo que en realidad han hecho es humillar a familias como la mía, a personas que intentan sobrevivir lo mejor que pueden.
Así que ahora no os cortéis, juzgad a mi marido todo lo que queráis. No me importa lo que opinéis de él, porque es mi marido y no el vuestro. Y no lo cambiaría por nada de este mundo.
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Esta historia apareció por primera vez en ravishly.com, y ha sido traducida de su publicación en la versión estadounidense de 'The Huffington Post' por Diego Jurado Moruno.