Grito luego existo
En este país ruidoso, me parece conmovedor el interés del alcalde de Badalona por el descanso y la tranquilidad. A finales de julio declaró que no toleraría concentraciones de musulmanes en las calles de Badalona durante el ramadán.
Son ridículos los programas televisivos en los que quien más grita más razón tiene. Vamos, en los que más vale una estupidez bien gritada que una idea brillante susurrada.
Nos encanta tanto gritar que esa es ya nuestra forma natural de comunicarnos. Y además lo hacemos a cualquier hora y en cualquier lugar. Los que tengan que dormir estos días con las ventanas abiertas quizás han podido asistir a partidos de fútbol callejero entre niños hasta bien entrada la noche. O a una discusión de pareja a las tantas en la que se sacaban todos los trapos sucios a lo Sálvame. O a una última parada antes de la salida del sol de un grupo de chicos de vuelta a casa en la que se resumían a gritos y entre risas las anécdotas de la noche. A todo esto algunos lo llamarán carácter mediterráneo o del sur, ser sociables, comunicativos, o como quieran. Otros lo llamarán mala educación, falta de respeto por los demás o incluso falta de empatía.
A principios del último curso académico un grupo de estudiantes Erasmus españoles que se alojaban en una residencia universitaria de Poznan, Polonia, montaba tal jaleo que los compañeros de otros países se quejaron formalmente de ellos y tuvieron que llamarles la atención. Días después fueron protagonistas de un artículo en la prensa local en el que se explicaba la nula adaptación de los Erasmus españoles al ritmo de vida y a los modales de otros países y su afición por las fiestas y el ruido. Cierto es que se alojaron a todos los Erasmus españoles juntos en la misma planta y que, por tanto, éstos se sentían como si estuvieran en España. Pero para el periodista el problema residía en que ese comportamiento era demasiado desconsiderado con los estudiantes de las otras plantas de la residencia.
En este contexto de país y gente ruidosos, me parece conmovedor el repentino interés del alcalde de Badalona, el señor García Albiol (PPC), por el descanso y la tranquilidad de sus conciudadanos. A finales de julio declaró en un canal autonómico catalán que no toleraría concentraciones de musulmanes en las calles de Badalona durante el ramadán. Añadió que a quien no estuviera de acuerdo con esta medida, le podía mandar a la puerta de su casa a 2500 musulmanes para rezar y ver si de esta manera cambiaba de opinión. Por cierto, el conflicto surge porque actualmente Badalona no cuenta con ninguna mezquita que pueda acoger a tantos musulmanes, un problema que los propios musulmanes esperan tener resuelto para el próximo ramadán.
Quiero creer que esta preocupación por la tranquilidad en las calles de Badalona y el descanso de sus gentes no se debe exclusivamente a que se trate en este caso de musulmanes, sino que es un nuevo rumbo en la política de actos públicos en las calles de la ciudad. Y que, por tanto, el alcalde de Badalona también prohibirá conciertos al aire libre, mercadillos, terrazas de bares, pasacalles, mítines, etc. Es decir, cualquier acto que interfiera en el descanso de las gentes de Badalona.
Conociendo la trayectoria del señor García Albiol, sospecho que el problema se debe a que son musulmanes y el alcalde de Badalona no quiere ni oír hablar de ellos y ni mucho menos oírlos. Mantenerlos en silencio en un país donde la gente se comunica alzando la voz y se hace notar a gritos sería lo más parecido a hacerlos desaparecer.
Pero en este caso, como en otros, no aceptamos en los demás los defectos que no vemos en nosotros mismos. Nosotros somos sociables, ellos maleducados. También he escuchado muchas veces decir que nosotros somos pícaros y ellos ladrones. Son cosas del diferente punto de vista.