Esos señoritos que emigran para trabajar de camareros
La muy periodista Charo Zarzalejos dijo saber de buena mano que muchos jóvenes aceptan en el extranjero trabajos que no aceptarían en España, por ejemplo, de camareros o de pinches de cocina, y que si los aceptaran en sus ciudades, no deberían emigrar.
Uno no acaba de explicarse el porqué del desinterés general del Gobierno de Rajoy por los jóvenes que emigran, sobre todo si lo comparamos con las palabras de disculpa del primer ministro italiano con los de su país. Que te digan que emigrar a otro país ahora se llama "movilidad exterior" o que la UE no es el extranjero, no es más que un insulto a una generación que creía no tener que repetir lo que hicieron muchos de nuestros padres y abuelos; un insulto acompañado de una patada en el trasero, que es lo máximo que ha hecho este Gobierno para que la juventud llegue lejos. Parece que para nuestro actual Gobierno, la emigración no es un problema sino parte de una solución para maquillar las cifras del paro juvenil. Así que, a joven que escapa, puente de plata.
Lo cierto es que he encontrado entre algunas personas, no sólo políticos del PP, una buena dosis de desprecio soterrado hacia los jóvenes que emigran. Finalmente, he descubierto a qué se debe dicho desprecio. El 3 de junio, la muy periodista Charo Zarzalejos en su habitual participación en Los Desayunos de TVE1 dijo saber de buena mano que muchos jóvenes aceptan en el extranjero trabajos que no aceptarían en España, ya sea, por ejemplo, de camareros o de pinches de cocina, y que si los aceptaran en sus ciudades, no deberían emigrar. Ahí está la respuesta: los jóvenes españoles son unos señoritos y en el extranjero se tragan el orgullo. Y, evidentemente, en España hay tantas ofertas de trabajo para camareros y pinches que nadie debería emigrar. Por lo tanto, hay que despreciar a estos jóvenes que en España sólo quieren vivir de la sopa boba mientras que en el extranjero son capaces de trabajar como hombres de verdad.
Debo admitir que no es la primera vez que escucho semejante desprecio hacia la juventud que emigra. Lo he escuchado de diferentes personas de diferentes tendencias políticas y clase social. Pero tengo muy claro que quien dice tal impertinencia, sea quien sea, es alguien que nunca ha tenido que emigrar y empezar una nueva vida en un país diferente al suyo y en donde no se habla su idioma. Si lo hubieran tenido que hacer, habrían descubierto que no todo el mundo emigra con un contrato en el bolsillo. También habrían descubierto que todos, independientemente de la formación que tengan, lo primero que deben hacer es buscarse cualquier trabajo que les ayude a sobrevivir los primeros meses mientras se orientan sobre cómo buscar una salida profesional enfocada hacia su formación, porque, si algo comparten los jóvenes con Charo Zarzalejos y los políticos del PP, es la extraña costumbre de comer tres veces al día. Además, queda mal ir a las entrevistas de trabajo con el estómago vacío.
Por otra parte, muchos jóvenes, al aceptar puestos poco cualificados, lo que hacen realmente es invertir en idiomas con la esperanza de poder encontrar un trabajo mejor en España a su regreso.
En definitiva, esos comentarios referidos a los jóvenes en los que se les describe como señoritos que no aceptan cualquier trabajo pero que en el extranjero no tiene inconveniente en lavar platos en la cocina de un restaurante están tan fuera de lugar como afirmar que los que cobran el subsidio de desempleo están felices por no tener que trabajar. Son generalizaciones que ofenden.