Las claves de Alán: una amnistía que no acaba de aprobarse y una legislatura que no acaba de despegar
Vamos a explicar el gran lío en el que estamos metidos a costa de una amnistía que no acaba de aprobarse y de una legislatura que no acaba de despegar.
La agónica negociación de los reales decretos de hace unas semanas ya apuntó lo que la fracasada votación sobre la ley de amnistía acaba de confirmar. Que esta legislatura va a ser de todo excepto sencilla.
Pero antes de dejarnos llevar por el pesimismo de estas predicciones, hay que hacer una importante advertencia: ya se dijo exactamente lo mismo de la anterior legislatura. Cuando el primer gobierno de coalición echó andar sus enemigos hablaron de “Gobierno Frankenstein” y advirtieron que no duraría demasiado, sin embargo, ese gobierno acabó por aprobar tres presupuestos generales, una reforma laboral y más de 200 iniciativas legislativas.
El Frankenstein aguantó a pesar del pesimismo de las elecciones. ¿Tendrá la misma capacidad de resiliencia este nuevo gobierno? Todos los datos indican que no, pero también es cierto que estos últimos años la realidad nos ha enseñado a la fuerza a ser sensatamente prudentes respecto a los azares del discurrir de la política española y, sobre todo, a no dar por muerto nunca a Sánchez.
Lo único que sabemos con certeza es que Junts ha votado en contra de la ley de amnistía. De una ley de amnistía que ellos mismos habían exigido para permitir la investidura de Sánchez. Y a partir de ahí todo es especulación.
Pero es posible que a los de Puigdemont esto no les vaya a salir bien. Porque ellos vendieron una amnistía para el pueblo, para directores de instituto, alcaldes de pequeños municipios y militantes sacrificados por la causa. Y ahora tienen que explicar que cuando más cerca estaban de conseguir el perdón para todos ellos, reculan porque temen que Puigdemont quede fuera debido a la acción de unos polémicos y muy oportunos jueces.
Mientras tanto el PSOE ya ha sido muy generoso, ya ha cedido y reculado mucho desde sus posiciones iniciales. Tanto que la hemeroteca es su principal enemigo. De decir que la amnistía era inconstitucional a votar a favor de una. Es cierto que hacer política es ceder y negociar, asumir posiciones difíciles. Pero también saber donde parar. Y en este caso el PSOE sabe que debe parar si no quiere que la amnistía fracase no porque Junts le vote a favor, si no porque el Tribunal Constitucional acabe tumbándola.
Y mientras tanto la oposición está confundida. Ni Feijóo ni Abascal han asumido todavía que el 23 de julio se quedaron de nuevo fuera de la Moncloa y continúan lamiéndose las heridas mientras organizan sin descanso manifestaciones en las calles reclamando que deberían gobernar ellos (con el pequeño inconveniente de que los españoles no les les votaron suficiente para ello). ¿Quién hace la oposición de verdad entonces? Unos jueces que han aplicado la máxima del expresidente Aznar “quien pueda hacer que haga” y están haciendo todo lo posible desde su tan poco inocente pulcritud de prestigiosos juristas para torpedear a un gobierno que odian con toda su alma. Y lo más inesperado de toda esta estrategia es que Junts, que tampoco han sido nunca los más avispados de la clase, le compren la provocación a los jueces aznaristas y acaben tumbando una ley que necesitan más que nadie.
La legislatura puede aguantar, sea con o sin amnistía, sea con o sin presupuestos. Sánchez ya gobernó en 2019 y 2020 con presupuestos prorrogados. Rajoy lo hizo en 2012, 2017 y 2018. Y si hablamos de Ayuso, que ahora pide la dimisión de Sánchez por haber perdido una votación en el Congreso, estuvo con los presupuestos prorrogados y sin aprobar ni uno solo en 2021, 2022 y 2023. Es evidente que Junts no es un socio fiable y que esta legislatura va a ser especialmente dura para el gobierno de Sánchez, pero también hemos aprendido suficientes cosas estos últimos años como para pensar que por eso esta legislatura ha acabado ya.