Desinformación y bulos: ¿está España cerca de un estallido social contra los inmigrantes?
Agitadores de extrema derecha propagaron mentiras en torno al asesinato de Mocejón (Toledo) para señalar a la población inmigrante y "quemar las calles", como ocurrió hace unas semanas en Reino Unido tras el triple crimen de Southport.
El pasado 29 de julio, un menor británico de padres ruandeses asesinó a tres niñas e hirió a otras diez personas con un arma blanca en Southport, una localidad situada al noroeste de Inglaterra. Horas después del incidente, se desataron diferentes protestas racistas ya que en redes sociales y webs de información de poca credibilidad se apuntaba a que el asesino era un inmigrante ilegal musulmán, que estaba vigilado por terrorismo y que las autoridades le estaban protegiendo. Incluso, se dieron datos concretos de ese sospechoso: se llamaría Ali Al Shakti, era un inmigrante que había pedido asilo para vivir en Reino Unido y llegó al país cruzando el canal de la Mancha.
Poco después, la propia policía inglesa desmintió dichos bulos y aseguró que el asesino ni se llamaba así ni había llegado en una barca: era un adolescente de origen británico. Pero, para entonces, la maquinaria del fango ya se había puesto en marcha y era imposible de frenar.
La cuenta @europeinvasionn, de contenido abiertamente racista, aseguró a sus más de 360.000 seguidores en X, antes Twitter, que el sospechoso es un "inmigrante musulmán", según un análisis de Sky News. En unas horas, el bulo se viralizó gracias a usuarios tan influyentes como el misógino Andrew Tate, acusado de violación y de liderar una organización criminal para explotar sexualmente a mujeres; o Tommy Robinson, fundador de la Liga Inglesa de Defensa (una plataforma contraria al Islam). Ambos comenzaron a difundir en sus redes sociales fotos y datos falsos sobre el autor de estos crímenes y pidieron a la población británica que se movilizara. Además, un pseudomedio de nombre "Channel 3 Now" afirmaba con total rotundidad que el criminal era un sin papeles que había llegado en una pequeña embarcación tiempo atrás.
Como ya empieza a ser habitual, el bulo se propagó más rápido que la verdad. La afirmación de que el sospechoso era un solicitante de asilo o un inmigrante fue vista al menos 15,7 millones de veces en X, Facebook, Instagram y otras plataformas, según mostró un análisis de Reuters. Y el dirigente de derechas populista Nigel Farage sembró la duda entre sus electores al preguntarse si el gobierno estaba "ocultando la verdad" a la ciudadanía sobre este caso y cuestionó por qué el incidente no estaba siendo tratado como un acto terrorista.
Las consecuencias de esta enorme bola de mentiras fueron devastadoras. Reino Unido se ha enfrentado estos últimos días a los peores disturbios callejeros en más de una década. Agitadores de extrema derecha han marchado por ciudades como Manchester, Leeds, Nottingham o Middlesbrough, saqueando comercios, agrediendo a musulmanes o asiáticos e incluso intentando quemar edificios en los que se alojan refugiados, como un hotel cercano a Rotherham que fue asaltado. Más de 400 personas han sido detenidas por estos incidentes.
Mucho más cerca, en nuestro país, un nuevo bulo alrededor de un crimen ha estado también a punto de prender la misma mecha social. Un niño de 11 años fue brutalmente apuñalado el pasado domingo mientras jugaba al fútbol con otros amigos en Mocejón, un municipio de la provincia de Toledo. El agresor logró huir sin ser visto y la Guardia Civil activó la "operación jaula" para darle caza.
Sin apenas información sobre el suceso, perfiles de redes sociales vinculados con la extrema derecha comenzaron a difundir rápidamente que el autor del asesinato era un "moro". "Políticos culpables”, “Llámenme racista, xenófoba, lo que les de la gana, pero los quiero fuera ¡YA!” o "No es por defender a los vecinos del niño asesinado. Es para proteger a los moros que han matado al niño”, son algunos de los mensajes que podían leerse en perfiles muy populares. En su cuenta de Telegram, el eurodiputado Alvise Pérez dijo que los vecinos de la localidad se quejaban de numerosos "robos y violaciones" desde que un grupo de menas se hospedaban en un hotel muy cercano al pueblo. La maquinaria del engaño se había puesto en marcha.
Muchos de estos usuarios, algunos anónimos, arengaban a la ciudadanía a salir a las calles para repetir la espiral de violencia que se vivió en Inglaterra días antes con el asesinato de las tres niñas de Southport. Se hablaba abiertamente y sin tapujos de matar a musulmanes y quemar mezquitas. El clima de odio empezó a ser tal que hasta el portavoz de la familia del niño asesinado, Asell Sánchez, fue insultado por estos mismos perfiles al pedir públicamente que no se señalara a ninguna etnia o colectivo.
La posterior detención de Juan Pérez, un joven de veinte años de nacionalidad española y con una supuesta discapacidad psíquica, demostró que todas las informaciones vinculando a la migración con este crimen eran falsas. Rápidamente, la Fiscalía anunció que investigaría este propósito deliberado de despertar sentimientos de odio, hostilidad y discriminación contra la población migrante y el fiscal de delitos de odio, Miguel Ángel Aguilar, propuso en una entrevista radiofónica reformar el código penal para que los condenados por cometer delitos de odio en las redes sociales tengan que mantenerse un tiempo alejados de ellas, así como que todos los usuarios tengan que estar identificados.
Pero, ¿estamos cerca de que se produzca en España un estallido social contra la inmigración de igual manera que ha ocurrido recientemente en Inglaterra u otros países de nuestro entorno? Jacobo Muñoz Comet, profesor de Estructura social en el Departamento de Sociología de la UNED y especializado en inmigración y mercado laboral, cree que España todavía no se ha visto envuelta en capítulos de tensión extrema por motivos de racismo.
"Incluso en épocas de recesión económica, la inmigración nunca ha sido uno de los principales problemas que preocupaban a los españoles", asegura a preguntas de El HuffPost. En efecto, según el último estudio del CIS publicado en el mes de julio, la inmigración sólo es mencionada por el 8,8% de la población como uno de los tres problemas del país que más les afecta.
Además, el doctor en sociología cree que el fenómeno migratorio es relativamente joven en España. "Tenemos países del centro y norte de Europa en los que ya hay inmigración desde después de la II Guerra Mundial y ya van por la tercera o cuarta generación. Y los conflictos suelen suceder con la segunda y tercera generación porque, aunque esos jóvenes suelen tener una movilidad social ascendente, algunos grupos de migrantes se ven envueltos en una falta de expectativas y oportunidades y eso puede derivar en conflictos", asegura.
Laura Oso, catedrática en la facultad de Sociología de la Universidade da Coruña, sí considera que nos podríamos estar aproximando a situaciones como la vivida en Reino Unido "si se siguen generando discursos racistas y campañas de odio a través de las redes sociales". Y recuerda el caso de Lucrecia Pérez, víctima del considerado primer asesinato racista de la democracia española. "Su muerte en 1992 se produjo a raíz de la publicación de una serie de noticias que aparecieron en los medios de comunicación sobre la llegada de migrantes y que provocaron actitudes racistas. Si hoy se siguen promoviendo esos discursos, ahora reforzados por unas redes sociales incontrolables, es probable que se puedan fomentar de nuevo esas conductas racistas y xenófobas entre la población", señala.
Para Oso, de hecho, estamos viviendo actualmente en un tipo de sociedad que algunos expertos lo definen como la "sociedad de la postverdad". "Existe una distorsión de la realidad social, ya que priman nuestras emociones y creencias personales frente a los hechos objetivos. Es decir, se intenta ver como verdad algo que no lo es. Y lo peor es que también se está intentando hacer un uso político de esta postverdad, cuando lo que debería preocuparnos es la integración social. Somos una sociedad de migraciones, tenemos que asumirlo. Por razones demográficas y por el propio mercado de trabajo, necesitamos inmigrantes. Sin embargo, no valoramos todo el aporte positivo que nos da la inmigración y generamos unos discursos de odio dentro de esta sociedad de la postverdad que lo único que consiguen es distorsionar la realidad social", apunta.
Muñoz Comet también señala que la gente tiene en ocasiones una percepción del mundo errónea, en función de sus experiencias personales y lo que le cuentan. "Lo que acontece a nuestro alrededor no tiene por qué ser representativo de la realidad. De todos modos, a lo largo de la historia de la humanidad siempre ha habido gente propensa a creer bulos. No considero, por tanto, que vivamos en una época extraordinaria. Es bastante común en las sociedades humanas que se propague información no fundamentada y que algunos la den por cierta", explica.
El sociólogo experto en inmigración Hein de Haas, toda una eminencia en este asunto, ya señalaba el pasado mes de julio en una entrevista en EFE que, pese a la percepción mayoritaria, los niveles de inmigración en España “no son excepcionales”, dado que en la mayoría de los países occidentales esta cifras de población extranjera están en torno al 15 % - y en otros, más altos- y en nuestro país es del 12%.
Además, De Haas subraya que la gran mayoría de esta inmigración es regular, pese a lo que piensan muchas personas que tienen su visión “distorsionada” en este sentido, en gran medida por las imágenes que repiten los medios de comunicación y que hacen creer que toda la inmigración es la que llega por pateras.
Pero, ¿es España un país racista? Muñoz Comet concluye que, en nuestra cultura actual, se da más el "clasismo" que el "racismo". "Ante una inmigración o extranjeros con muchos recursos económicos o alta cualificación, el discurso es muy distinto. Yo creo que, por este motivo, opera más una diferencia de clase social que una cuestión racista", sentencia.