El gurú del lince que multiplicó la especie por 10: "Decían que poníamos cadáveres en carreteras"
"Estaba muerto de miedo", confiesa el biólogo.
Todo es fruto de un extenso equipo de personas de distintos sectores y ámbitos -desde biólogos, naturalistas, científicos a guardias forestales, agentes del orden, voluntarios y vecinos-, pero sí hubo un nombre clave en la gran proeza medioambiental conquistada por España recientemente. ¿Cuál? Lograr que el lince ibérico pasase del último escalafón de ser una especie en peligro de extinción a estar 'solo' catalogada como vulnerable.
Para llegar a ese tan necesario como feliz temporal desenlace -aún queda mucho trabajo por hacer para proteger al lince-, hubo que idear y planificar la hoja de ruta para llegar a este. Buena parte es fruto del biólogo jienense Miguel Ángel Simón (1954), una suerte de gurú del lince que con su trabajo contribuyó a que se multiplicase por diez el número de ejemplares en el territorio español, en las últimas dos décadas.
El experto ha concedido una entrevista al diario ABC en la que aborda los complicados inicios de un programa que ya está siendo objeto de admiración a escala mundial. "Sacaba la estrategia cuando iba conduciendo. Luego había que traducirlo a los papeles y ver si funcionaba, claro", revela de los viajes en coche donde se gestó buena parte del plan.
"La extinción parecía asegurada"
En este sentido, Miguel Ángel Simón recuerda que por aquel entonces "estaba muerto de miedo", puesto que "la situación era dramática" y que "la extinción parecía asegurada". No lo pensó a la ligera, puesto que lo se encontraron fueron 94 'bichos' aislados en dos grupos que adolecían de la falta de su sustento más básico, el conejo que caía presa de distintas enfermedades.
Por eso, un factor decisivo era conseguir recuperar una población estable y sana de conejos que sirvieran para que los linces tuvieran una fuente de alimento segura. Eso pasaba por la implicación de vecinos y comunidades de montes y lo cierto es que cuando comenzaron a aparecer más linces en zonas como Doñana eso también hizo brotar la desconfianza, ante los que aparecían atropellados.
"Llegaron a decir que teníamos linces congelados y que los sacábamos de vez en cuando, los poníamos en la carretera y decíamos: otro atropellado", señaló a ABC el experto. Todo cambió cuando comenzaron a tornarse distintos los comentarios. "'¡Os estáis llevando nuestros linces!'", denunciaron vecinos de Andújar cuando se habían capturado varios ejemplares para su traslado a Doñana. "Eso me emocionó", rememoró Simón, que en ese momento "pensé: 'Hemos ganado. Consideran al lince como suyo'".