- No se trata de comprar cosas, sino de pasar tiempo juntos. Las personas disfrutamos más de las experiencias que vivimos que de los bienes que tenemos, que una vez adquiridos, pierden valor. Tus hijos no recordarán el mejor juguete, pero sí que guardarán en la memoria los momentos en los que jugasteis, reísteis y estuvisteis juntos.
- El regalo más caro no es el que más ilusión hace. Lo que emociona es que alguien haya pensado en ti, haya dedicado tiempo a darle vueltas a lo que te gusta y con lo que disfrutas. El valor de las cosas no está en el precio, sino en el detalle.
- No estás obligado a asistir a nada que te genere un conflicto o que no te apetezca. La Navidad no obliga a estar en familia. Solo te invita, propone, pero con el fin de disfrutar. Si para ti es un sacrificio compartir algo con determinadas personas, elige. Es cierto que cada elección afecta a terceras personas, pero tienes que ponerlo en la balanza. Cada vez que tomas una decisión, en este caso asistir o no hacerlo, ganas y pierdes algo. Un psiquiatra amigo mío me dijo una vez: "Esta noche voy a ir a la ópera. La ópera no me gusta nada, pero a mi mujer le encanta y a mí me encanta mi mujer".
- Cuidado con el consumo de alcohol. Además de estar prohibido si vas a coger el coche, te desinhibe. Dirás y harás cosas que sin beber no harías. Cuidado con la imprudencia, los comentarios subidos de tono y con lo que sea ofensivo. Nadie quiere escuchar tus verdades, sino pasar un tiempo agradable en familia y amigos.
- Estas fiestas no son el momento para fardar de lo maravillosa que es tu vida, el coche que te has comprado o lo magníficos que son tus hijos. Interésate por la gente, pregunta cómo están y cómo les va la vida. No es el momento de competir. Muchas personas se reúnen en Navidad y presumen delante de todos para sentirse fuertes, seguros, poderosos. El poder no están en la vajilla fina, sino en la calidad de nuestros valores como personas.
- La Navidad se asocia a la generosidad. Dona, participa, ayuda, ofrécete, no solo en los mercadillos solidarios y con los niños que no tienen regalos, sino con los familiares más próximos y seres queridos. A tu alrededor hay personas que lo están pasando mal. Préstales un poco de atención.
- Los días de descanso son un buen momento para que te dediques también a ti. Tú eres importante. Haz cosas que disfrutes, descansa, haz esa llamada a esa amiga de la que llevas tanto tiempo sin saber, empieza algo nuevo, visita un museo, ve al cine solo, abúrrete o simplemente no hagas nada.
- No es lo que te falta, es lo que sí tienes. Pon el foco en lo que suma. En Navidad echamos a mucha gente en falta, comparamos nuestra situación familiar y problemas con quienes están mejor que nosotros, y todo esto puede generar nostalgia y tristeza. La atención tiene que estar puesta en quién está contigo, quien te felicita y se acuerda de ti, en ver el alumbrado navideño y lo bonita que está la ciudad decorada, en la cara de los niños ilusionados con tanto encanto, las personas que comparten contigo una comida, la postal escrita a mano de alguien que se ha molestado en felicitarte la Navidad. En definitiva, en los detalles.
- La Navidad y el Año Nuevo no son la solución a nada. La solución la tienes tú. Es cierto que cambiar de año nos provoca un nivel de motivación mayor, porque anticipamos que puede traernos cosas buenas, que nos puede cambiar la suerte y que así cambiaremos la actitud para conseguir nuevos retos. Todo este pensamiento mágico es genial si tú te involucras, si pones de tu parte, si de verdad decides ser el protagonista de tanto reto. Con esfuerzo, fuerza de voluntad, trabajo, perseverancia y disfrutando de cada paso.
- Practica la benevolencia. Sí, es cierto, hay que ser bueno todo el año. Pero si estás teniendo dificultades para ser flexible, respetuoso, si estás enfadado con alguien, igual te hace falta el pistoletazo de salida para empezar a cambiarlo. En Navidad estamos más abiertos a todo, incluso al perdón. Cierra las carpetas abiertas, sobre todo las de los conflictos emocionales y empieza 2015 sin el lastre de los malos rollos.