El fotógrafo de la movida se muda al paraíso
Pablo Pérez-Mínguez, pese a las apariencias -tenía un físico potente y unas manos inmensas de hombre de campo- seguía siendo un niño, una de esas personas que se quedan fijadas en un momento o en una edad, aunque el cuerpo les siga creciendo. Pablo era un niño ingenuo, generoso y bueno...
El fotógrafo Pablo Pérez-Mínguez ha fallecido. Hace unos pocos meses fue uno de los protagonistas de un documental que produje sobre la Colección Visible de arte LGTB, con dirección de Ione Hernández, y que quizás, impensablemente, sean las últimas imágenes de él en movimiento que hayan quedado para la historia. Era el mes de abril, creo recordar, y organizó una velada fotográfica en su estudio con un modelo, para una sesión de desnudo. No tenía ninguna prisa por acabar y estuvimos allí toda una tarde charlando mientras hacía fotos, hablaba o tocaba la guitarra... varias horas que luego en el documental se quedaron en unos preciosos minutos en los que se le ve feliz dentro de su mundo de luz y de filtros de colores, en el paraíso fotográfico que él eligió como forma de vida. Un mundo que él había creado para que ese niño que siempre le acompañaba siguiera existiendo.
Pablo Pérez-Mínguez en su estudio. Foto: PABLO PEINADO.
Porque Pablo Pérez-Mínguez, pese a las apariencias -tenía un físico potente y unas manos inmensas de hombre de campo- seguía siendo un niño, una de esas personas que se quedan fijadas -como en una fotografía- en un momento o en una edad, aunque el cuerpo les siga creciendo. Crecen y maduran, pero una parte de su personalidad sigue detenida en ese momento. Pablo era un niño ingenuo, generoso y bueno... Un niño hiperactivo y hablador que apenas te dejaba introducir una réplica entre sus largos parlamentos. Pese a su abrumadora conversación, nunca aburría al interlocutor porque tenía una forma absolutamente personal de asomarse a la vida, vivirla y luego poder contarla.
Pablo era una buena persona, muy querida por sus amigos, pero además había sido uno de los fotógrafos más representativos de La Movida. La galería de retratos que hizo durante esa época pasará a la historia de la fotografía española. De echo su trabajo mereció un importante reconocimiento en 2006 al serle concedido el Premio Nacional de Fotografía. Un premio que a él le llenaba de orgullo y del que presumía siempre, porque para él fue el mejor reconocimiento a un trabajo desarrollado durante muchos años.
Pérez-Mínguez en una sesión de fotografía. Foto: PABLO PEINADO.
Vivía en una buena calle del Madrid burgués y había nacido en una familia de empresarios heladeros, hace ya muchos años venida a menos, y dos de los hijos, Pablo y su hermano Luis, algo más joven que él, se dedicaron profesionalmente a la fotografía. Siempre tuvo esa elegancia innata de quien ha recibido una buena educación y que pese a los avatares de la vida nunca pierde la compostura ni la clase. Aunque su casa ya fuera necesitando una reforma y la ropa que vistiese fuera de hace cinco temporadas. Lo cierto es que nunca le dio demasiada importancia al dinero ni a la moda y le bastaba con tener suficiente para el día a día.
Con su muerte desaparece un buen amigo y una gran persona. La Colección Visible, de la cual soy curador, tiene una excelente colección de obras suyas: retratos de Almodóvar, Fabio McNamara, Antonio Banderas, Alejandro Sanz... Pablo ha dejado muy buenos recuerdos para sus amigos y sus admiradores y una buena colección de imágenes que servirán para ilustrar el último cuarto del siglo XX, especialmente de la movida, y dejar constancia de muchos de sus protagonistas. Aunque estoy seguro de que quedan muchos tesoros de Pablo por descubrir. Ahora habrá que ver qué ocurrirá con su archivo, que según él atesora cerca de medio millón de imágenes, entre negativos y registros digitales, y con los diarios (en los que contaba su día a día) que llevaba redactando y reuniendo desde hacía muchos años y que siempre le animé a publicar. También habrá que ver qué sucede con las fotografías más fuertes y espontáneas de la movida, aquellas que él siempre se negó a mostrar por respeto a los retratados y porque un niño como él nunca quiso enfadar a los adultos, sino tan solo ganarse su cariño y su respeto. Y esto lo logró con creces a lo largo de toda su fotográfica y colorista vida.
Pedro Almodóvar y Fabio McNamara. Foto: PABLO PÉREZ-MÍNGUEZ, Colección Visible.