Cuatro escenas sueltas y un camino abierto: recuperemos la democracia
Contra lo que pensáis, sí podemos -y por supuesto debemos- obligaros a cambiar. No vamos a toleraros que confundáis responsabilidad de gobierno o de oposición con "tenemos un cortijo". Se acabó la era de la estética y llegó la de la ética, y esto no tiene vuelta atrás, mal que os pese. La transparencia ha llegado para quedarse.
Al Gobierno se le atraganta la democracia. No hay que ser un lince para darse cuenta de que en apenas un año han hecho saltar por los aires derechos ciudadanos que fueron y deberían seguir siendo intocables. Los ejemplos son cientos, pero me centraré en la libertad de expresión e información, que es lo que como periodista me toca más cerca. Os propongo un paseo por cuatro escenas recientes que me dispara enfurruñada mi mente. Si no tienes tiempo, sáltate las 4 escenas y ve directamente a las conclusiones (tras el vídeo).
1. Interior de un Ministerio, hace unos días. Un grupo de gente, la mayoría periodistas, acudíamos a la llamada de una organización que nos pedía ideas para la comunicación de un evento muy bueno para la sociedad. Y como es bueno -no viene al caso nombrarlo-, los organizadores pidieron a un Ministerio una sala para reunirnos, y éste la cedió.
Tras la reunión, nos invitaron a que grabásemos un testimonio en vídeo apoyando una causa solidaria digna de todo aplauso. Todos quisimos, claro. Se grababa dentro de la sala pero poniendo detrás del entrevistado una pancarta de esa causa que tapaba por completo la imagen. Era imposible saber si se trataba de una sala de un Ministerio o de cualquier otra oficina. Mientras iban grabando a cada uno, el resto esperábamos en un pasillo... hasta que llegó ella. Ella, que además de ceder un trocito de su Ministerio, había asistido muda a la reunión. Como los malos toreros, salió a los medios cuando no debía: se plantó en jarras en medio de los 10 ó 12 que éramos e, interrumpiendo la conversación, les espetó con absurda violencia a los organizadores: "Si os he dicho que no se graba aquí vídeo, es que no se graba vídeo. A mí se me obedece. Y punto". Cortó en seco con una chulería que ninguno entendimos. Nos quedamos helados, por el tono y por la prepotencia con la que vino a decir "este chiringo es mío y se hace lo que mando". Luego, como si no fuera ella quien acababa de cortar el ambiente con un cuchillo, nos repartió tarjetas. Como las vacas al tren la mirábamos. "Asesora de un secretario de Estado", ponía en la suya. Nos fuimos sin ni siquiera despedirnos de ella. A grabar a la calle; lejos de su Ministerio. Supongo que pagará por tan imponente edificio una hipoteca alta, claro. Pero por lo menos es suyo.
2. Otra sala de Ministerio, hace más tiempo: junio de 2012. Me reúno con un alto cargo, alguien que lleva la relación del Gobierno con las televisiones.
- "Tenéis que obligar a las teles a firmar un código por el que se comprometan a no pagar a delincuentes por hablar de su delito en TV", le digo.
Y me contesta:
- "No vamos a hacerlo. Si vuelven a pagar a alguien que deba dinero por una condena, como lo de la madre de El Cuco, denúncianoslo y actuaremos".
- "De eso nada -le digo-. Ni yo ni ningún otro ciudadano tiene por qué ver su vida amenazada por denunciar algo que es necesario que se cambie. Y tú tienes la obligación de buscar la forma de hacerlo. Te lo pido en nombre de 53.727 personas, y no tienes ni una sola razón para negarte a un cambio que es una mejora para la sociedad".
- "Sí, pero es que llevamos una racha dura con las televisiones. En este momento no les puedo tocar más las narices", me confiesa.
- "Eso es distinto, pero entonces estáis dejando de cumplir con vuestra obligación con los ciudadanos", le respondo.
El resto de la reunión no merece ser reseñado. Pero sí lo que pasó luego. ¿Adivináis qué hizo aquel hombre cuando me fui? Llamó a una televisión. A una concreta. Y si trato de imaginar lo que hablaron, supongo que les debió de decir algo así: "Ha estado aquí el niñato. Sigue empeñado con lo de que os prohibamos pagar a delincuentes. ¡Qué manía le ha dado al chaval...se ve que se aburre!". Y colgaron, sabiendo uno que el otro le estaba agradecido y el otro, que le debía un favor.
3. Interior de un plató de televisión: Telecinco, en directo durante El Gran Debate del pasado 19 de enero. Mientras hacían el programa, un productor de El gran debate recibió un SMS de la directora de Comunicación del PP: "Te pido que Jordi González anuncie en el programa esto: Dirigentes del PP que están viendo el programa estudiarán la interposición de la acción que corresponda ante las informaciones que se están difundiendo en El Gran Debate". Al ser informado en ese momento de que el PP amenaza con demandar a su cadena, Paolo Vasile decide -con muy buen criterio- que el presentador del programa lo lea en directo, y así lo hace.
O sea, que no contento con tolerar durante años una corrupción intolerable, el PP se permite el escandaloso lujo de amenazar a un programa de televisión porque se está haciendo eco de que el que fue su tesorero durante años, ha tenido 22 millones de euros en Suiza. Amenazan con acciones judiciales contra un medio de comunicación que ni siquiera era el que dio la primera noticia...¡Es lo que nos faltaba por ver! Censura pura. Y lo digo yo, que no soy nada sospechoso de defender a Telecinco...
4. Salón de actos de una gran empresa: rueda de prensa de la Ministra Báñez. No se admiten preguntas, lo que ya debería ser motivo de dimisión o destitución para cualquier cargo público. Pero lo peor está por llegar: la periodista de Telecinco Marta Nebot, sufre un secuestro que dura el tiempo en que la Ministra se pone a salvo de sus indeseadas preguntas. Impiden a la reportera salir de la sala, con un comportamiento que más recuerda a la Mafia que a un Gobierno. Casualmente, es la misma periodista a la que Aznar faltó al respeto con un machismo repugnante poniéndole un bolígrafo en el escote. Por suerte, el equipo de Telecinco grabó la escena completa, que habla por sí sola:
¿Qué conclusiones sacamos de esos cuatro trocitos de realidad aparentemente inconexos? Las mías son, por desgracia, aterradoras. Nunca en mi vida había visto tantos síntomas de que el Gobierno, gran parte de la oposición, con PSOE y CIU a la cabeza, y hasta algún miembro de la Casa Real, se ponen el país por montera como si nuestros derechos les pertenecieran. ¿Qué os habéis creído, que España es vuestra? ¿De verdad pensáis que los periodistas y, sobre todo, los ciudadanos, os vamos a consentir que traicionéis todos los principios que deben regir vuestro comportamiento?
Ni sois intocables ni merecéis otra cosa que no sea el reproche más absoluto. La libertad de expresión e información son derechos fundamentales, protegidos especialmente por estar en el Título I de la Constitución, ese libro sobre el que apoyáis la cabeza al recostaros. ¿De verdad pensáis que esto se pasa y que en 2015 podréis comparecer, como hacíais cada cuatro años, para pedirnos el voto? Esta vez no. Los grandes partidos, y el Gobierno especialmente, habéis abierto una brecha con nosotros, el pueblo, que sólo podréis cerrar dándoos la vuelta como un calcetín.
Y contra lo que pensáis, sí podemos -y por supuesto debemos- obligaros a cambiar. No vamos a toleraros que confundáis responsabilidad de Gobierno o de oposición con "tenemos un cortijo". Se acabó la era de la estética y llegó la de la ética, y esto no tiene vuelta atrás, mal que os pese. La transparencia ha llegado para quedarse, y ya no existe la opción de que os tapéis entre vosotros. La verdad puede más que la mentira. E internet es el pegamento que a las personas nos hace poderosas. Sí, esa red a la que pretendéis poner coto por medio de leyes estúpidas que nacen también de intereses espurios.
¿Que no podremos exigiros que cumpláis con vuestro mandato con lealtad a nosotros? La experiencia me demuestra que sí que podemos. Que juntos somos más poderosos que vosotros si lo que pedimos es justo. ¿Qué plan tenemos? De momento, ninguno. Pero últimamente, todas las conversaciones con amigos acaban igual: "Tenemos que ponernos en marcha". Ninguno sabemos qué significa eso, pero sí que nuestra indignación ha tocado techo. Habrá alguno suelto que queme contenedores, pero millones de ciudadanos buscaremos formas pacíficas, legales y efectivas de conseguir nuestro reto. No sé si llamaremos a papá Europa o de qué manera trataremos de tener de vuelta lo que creemos robado: nuestros derechos. Lo que sí tengo clarísimo es que nos moveremos, y que millones de españoles encontraremos el momento adecuado y la manera de recuperar la democracia.
Todavía estáis a tiempo de apuntaros también vosotros, los políticos. Reformar el sistema de arriba a abajo sería lo más patriótico que podéis hacer, aunque en ello perdáis privilegios, injustas dietas, opacos sobresueldos con dinero nuestro y demás prebendas. España es nuestra, y nuestros hijos merecen crecer en un país nuevo, más justo y lleno de valores. Sin vosotros el cambio llegará igualmente, pero el camino será mucho más duro y en él perderemos todos. También vosotros. Si participáis de verdad los grandes partidos, y colaboráis a regenerar el sistema, habréis hecho clic en un comienzo de un mundo mejor. Cambiaréis ser parte del problema por ser parte activa de la solución. Pensadlo, de corazón. Merece la pena.