Yogures sabor PSOE
Si yo fuera un partido político y Pedro Sánchez necesitara mi voto para ser investido presidente exigiría una ley contra el uso de las grandes palabras.
“Convivencia”: 50.000 euros de multa. “Reconciliación”: 120.000 euros de multa. “Concordia”: 85.000 euros. “Progreso”: 1.000.000 de euros de multa y pena de diez años y un día de prisión. Si yo fuera un partido político y Pedro Sánchez necesitara mi voto para ser investido presidente exigiría una ley contra el uso de las grandes palabras. Ley Orgánica contra la Demagogia. La LOD. Decreto Ley contra la Malversación de Palabras Nobles. El DLMPN. Ley Orgánica contra la Consideración de que el Electorado es Gilipollas. La LOCEG. Exigiría que la ley se aprobara por procedimiento de urgencia, de forma previa a la negociación, y luego lanzaría a Bolaños, a Patxi, a Alegría, a Isabel Rodríguez a que justificasen los acuerdos con las nuevas reglas del juego. Nos íbamos a reír.
Los acuerdos que está a punto de firmar Pedro Sánchez tienen un innegable sabor progresista, aunque la cantidad de progresismo que contienen es la misma cantidad de fresas que hay en un yogur sabor fresa. El envase pone “sabor fresa”, pero en verdad debería poner “color fresa”, porque si el yogur fuera de color amarillo, degustaríamos ese mismo producto y estaríamos seguros de que estamos tomando un yogur sabor piña. Y si lo comiéramos con los ojos cerrados no sabríamos qué bodrio estamos tomando. Como si estuviéramos ante un caso de sinestesia, en política saboreamos colores y vemos sabores. El color de los yogures es el nombre de los partidos. Cambia el nombre y sabor a progresismo se convertirá en sabor a respeto a la constitución. No pongas ningún nombre y sólo sentiremos asquito.
En la inmensa mayoría de los casos, las grandes palabras son el disfraz de los tramposos. En el 90% de los casos. En el 99,99% de los casos. “Avanzar en la convivencia y la reconciliación” puede significar por igual conceder o no conceder la amnistía según sople el viento en una dirección o en la contraria. En la Ley Orgánica contra la Demagogia estaría especialmente penado usar términos que pueden significar una cosa y la contraria, y sería un agravante en caso de realizar una consulta a las bases cuya respuesta fuera a ser la misma en ambos casos. Que nadie vea en esto una alegoría de las cloacas del Estado, pero a un político deberíamos exigirle lo mismo que a un fontanero: que no se refiera a nada que no pueda señalar con el dedo.
Sánchez no había nacido en el siglo XVIII, por eso tiene más mérito la extraordinaria intuición de Samuel Johnson (1709-1784) cuando, obviamente refiríendose al secretario general del PSOE, dijo aquello de que “el patriotismo es el último refugio al que se aferran los canallas”. En la misma intervención en la que aseguró estar obrando en el nombre de España —¡ay, mamina!—, el líder citó mal el dicho “hacer de la necesidad virtud”, ignorando que significa tolerar con paciencia aquello que no se puede remediar. No es él el que va a hacer de la necesidad virtud, sino nosotros a lo largo de toda la legislatura que nos espera. Nos armaremos de resignación, tomaremos yogures sabor PSOE y recordaremos que no necesitamos una ley de amnistía sino una ley contra la malversación de palabras nobles.