Un viaje al pasado: la judería de Toledo
Azulejos con las palabras jai y Sefarad, y otros con el dibujo de la menorá nos transportan a un pasado rico y tumultuoso-
Durante los siglos XII y XIII la judería de Toledo se convirtió en la más rica y populosa del reino de Castilla. Por sus callejuelas discurrieron a diario hombres de letras, comerciantes y rabinos, personajes que encaminaban sus pasos hacia algunas de las diez sinagogas que había en aquellos momentos en la ciudad.
A pesar de que durante mucho tiempo hubo una convivencia pacífica entre judíos, musulmanes y cristianos –la ciudad de las tres culturas- no fue ni de lejos tan idílica como se nos ha dibujado. En las calles de la judería todavía hay ecos del asalto de 1391, que la historia recordará con el nombre de podrom de Toledo, y que supuso la muerte de decenas de judíos y la destrucción de la mayoría de las sinagogas.
El mazazo definitivo llegaría con la expulsión decretada por los Reyes Católicos en 1492, que supuso que muchos judíos tuvieran que abandonar definitivamente Sefarad, llevándose las llaves de sus casas porque albergaban la intención de volver algún día.
Un homenaje a la vida
Con las letras hebras jet y iud se compone jai, que significa “vida”. Una inspiradora palabra que forma parte de las tres azulejos que se puede ver por el suelo a lo largo y ancho de la judería de Toledo, junto con la palabra “sefarad” y un grabado de la menorá”.
La menorá –en hebreo significa lámpara- y entre su simbolismo representa la luz que lleva Yahvé a los siete días de la semana. Cuando se construyó el templo de Salomón permaneció durante todo el tiempo encendida y la festividad de la Janucá –la fiesta de las luces-conmemora el momento en que se volvió a encender después de que fuera profanado por los selúcidas.
Cuando los soldados romanos, guiados por el general Tito, saquearon el templo de Salomón se llevaron la menorá a Roma, de hecho en el arco de Tito –que se encuentra en el centro de la capital romana- aparece representado un grabado que muestra cómo se lo transportaron.
Hasta hace pocos años esa representación se tenía por la más antigua que existía, con sus arcos con la forma de las ramas del árbol del almendro. Sin embargo, un hallazgo arqueológico encontrado en la sinagoga de Magdala, cerca del mar de Galilea, fechado en el siglo I de nuestra era, muestra brazos geométricos en lugar de circulares.
Otro de los símbolos que se pueden admirar en la judería toledana es la estrella de David. Según una leyenda esta estrella, con sus seis puntas, habría aparecido grabada en el escudo del rey hebreo, al igual que en el de sus soldados. En relación a ella han surgido multitud de explicaciones kabalísticas, unas que afirman que representa dos flechas, una que señala al cielo y otra a la tierra; otra que tiene doce lados una por cada una de las de las tribus de Israel, o bien que representa al Shabat –centro- rodeado por seis puntos, que son los días de la semana.
Tan solo dos sinagogas
La historiografía nos marca al siglo XIV como una centuria marcada por la destrucción, en ella tuvo lugar la epidemia de peste y la Guerra de los Cien Años, sucesos que dejaron una terrible hambruna y miseria en el Viejo Continente. En Toledo, cuando ya estaba prohibido levantar sinagogas en el Reino de Castilla, el rey Pedro I hizo una excepción y como agradecimiento al apoyo prestado por los judíos de Toledo y en especial por su tesorero –Samuel ha-Levi- permitió que se edificara la Sinagoga del Tránsito. Como en su construcción participaron arquitectos musulmanes es posible adivinar en ella una simbiosis de las tres culturas.
La otra sinagoga que todavía está en pie en Toledo es la de Santa María la Blanca, que se construyó bajo el reinado de Alfonso VIII. En ella se pueden contemplar cinco naves separadas por columnas y coronadas por arcos de herradura, con motivos geométricos y vegetales, otra muestra de la multiculturalidad.
Entre ambas sinagogas –en la Travesía de la Judería- está ubicada la casa de un rico judío que vivió a caballo entre los siglos XIV y XV: Ishaq. Al parecer habría participado en la financiación del viaje de Colón a las Indias, prestando dinero a la reina Isabel a cambio de sus joyas. En el sótano tenía un baño ritual de purificación –miqvé-, lo que atestigua la posición social destacada del personaje.