Las tildes sentidas
Por primera vez en mi vida he ganado una batalla. No conocía lo que se siente. He votado en todas las elecciones durante toda mi vida y he perdido siempre.
La columna de hoy tiene un significado especial para mí. No se lo quiero ocultar a los presuntos lectores. Por primera vez en mi vida he ganado una batalla. No conocía lo que se siente. He votado en todas las elecciones durante toda mi vida y he perdido siempre. Absolutamente siempre. Ni en unas municipales. Defiendo posturas minoritarias en todos los temas y jamás ha salido aprobada ninguna propuesta que he presentado a los mil organismos a los que pertenezco. Tema en cuyo activismo me meto, tema contra el que se legisla. En el grupo de amigos nunca se va al restaurante que yo propongo. En casa no soy yo el que maneja el mando a distancia. Pero sabía que tarde o temprano llegaría mi momento. Sólo era cuestión de esperar. Sólo, con tilde. Y ya llegó: ¡esta semana la Real Academia Española ha rectificado y vuelve a permitir el uso de tildes en "sólo" y en los pronombres "éste", "ése" y "aquél"!
Es dulce el aroma de la victoria. Compensa los sinsabores de la lucha. En este caso el activismo ha sido sutil, casi clandestino. Un grupo de valientes hemos arriesgado nuestra integridad gramatical -que muchos valoramos más que nuestra integridad fisica- por una causa cuya justicia tuvimos clara desde el primer momento. Aquí y allá operamos en una guerra de guerrillas. Cuando menos se esperaba, zas, "sólo quiero señalar que..." en un escrito a un decano. Zas, "aquél que no esté al corriente del pago..." en una nota a la comunidad de vecinos. ¡Incluso "éste me queda mejor" en un whatsapp! Zas, zas, zas. Operábamos en la sombra. Golpeábamos y nos desvanecíamos en la noche. Un simple trazo en un papel y una mirada cómplice indicaba que nos habíamos reconocido como hermanos en la causa diacrítica. ¡Cuántas veces hemos acogido en nuestras casas a compañeros que buscaban refugio cuando las cosas se ponían feas en sus propios círculos sociales!
Que nadie me malinterprete. Mi defensa de la tilde en "sólo" y en los pronombres no se centra en las ambigüedades que pueden derivarse de su supresión. No me da miedo no saber si alguien toma el café sin leche o si únicamente toma café. No hablamos flotando en un vacío intergaláctico, sino en un contexto que supone el noventa y nueve de la comunicación. Se trata, por encima de todo, de una cuestión de elegancia, carajo. De elegancia y de justicia. Si "éste" va a funcionar como un sustantivo, si va a ser la palabra más importante de la oración, hay que destacarla, resaltarla, tratarla con la distinción que se merece. Un "ese" sin tilde sólo es el ruido de fondo del vinilo cuando posamos la aguja y todos esperamos que comience la música. Un "ése" con tilde es la música. Un "solo" sin tilde no es más que un detalle que casi hubiéramos agradecido que no se nos hubiera contado. Un "sólo" con tilde es la clave del asunto.
Si suprimimos las tildes en los pronombres demostrativos, ¿por qué no quitarlas también de las partículas interrogativas y exclamativas? ¿Acaso el contexto no permitirá distinguir perfectamente entre "¿cuándo viniste?" y "¿cuando viniste?"? ¿Por qué mantener el punto y aparte si el cambio de línea ya indica sobradamente el fin del párrafo? ¿Por qué no unificar "por qué", "porque" y "porqué" en un contextual "xq"? Se empieza quitando la tilde a "sólo" y se acaba suprimiendo la coma del vocativo. Y eso jamás. Hemos conseguido que la RAE permita a voluntad del escritor las tildes diacriticas. Hemos ganado una batalla, pero la guerra continúa. Porque amamos el español sabemos que las tildes no son un sentimiento ni una elección en función de cómo se identifique el escribiente. Volveremos a la militancia clandestina en contra de las tildes sentidas y a favor de las tildes normativas.