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¿Qué puede aportar la socialdemocracia al fortalecimiento de la defensa de la UE?

¿Qué puede aportar la socialdemocracia al fortalecimiento de la defensa de la UE?

Sólo nuestra fragmentación explica nuestra impotencia y nuestra irrelevancia.

La visión de López Aguilar

Bajo el impacto de la invasión de Ucrania por los tanques de Putin bajo la guisa de la "operación militar especial", 22 de febrero de 2022, la UE se dispuso al zafarrancho del Zeitenwende —cambio de época— explicado al día siguiente por el entonces Canciller Olaf Scholz ante el Bundestag. Desde ese día, sacude Europa la conmoción de la guerra a las puertas, con varios Estados miembros (EEMM) en alerta permanente ante la vecindad inexorable del gigante ruso.

También han corrido ríos de tinta sobre el "despertar" (awakening) del letargo de la paz al que debe seguir la urgencia de construir una capacidad europea de defensa, con un pilar de seguridad propio (autonomía estratégica), no dependiente del paraguas de una OTAN en la que la hipótesis de que EEUU se retire de todo compromiso con su "solidaridad colectiva" (art. 5 del Tratado de Londres, fundacional de la Alianza) es más verosímil que nunca con el regreso de Trump a la Casa Blanca.

En esas estamos, la entera UE —sus Instituciones, sus EEMM y su sociedad civil (ThinkTanks, analistas y comentaristas)— se ha sumergido abruptamente en una tormenta de ideas acerca de cómo acelerar su Política Exterior, de Seguridad y Defensa —tal y como urgió con coraje el entonces Jefe de la Diplomacia de la UE Josep Borrell—, así como también, sobre todo, cómo financiar su rearme. Todavía digiriendo la lamentable encerrona planeada por Trump y Vance avasallando a Zelenski en el Despacho Oval, la Presidenta de la Comisión Europea, Von der Leyen, anuncia la flexibilización de todas las reglas fiscales para estimular un incremento de la inversión en Defensa de 800.000 millones de euros.

Y este horizonte desafía, cómo no, singularmente a la familia socialista y socialdemócrata europea. Las razones son palmarias. Primero, porque el respeto al imperio de la Ley democráticamente legítima es premisa de la acción progresista, y ello exige alinearse siempre con cualquier agredido frente a cualquier agresor: los Gobiernos de izquierda han apoyado la causa de Ucrania frente a la despiadada agresividad de la dictadura de Putin, sin contemplar ninguna "paz" que encubra su capitulación frente a quien ha violado todas las reglas básicas de la comunidad internacional. 

Segunda, porque el rearme no puede ser ni explicarse como una causa en sí misma, sino como una apuesta por una seguridad europea que no solo preserve la paz que hemos construido a partir de las lecciones de la II Guerra Mundial, sino que sea compatible con ese modelo social (intergeneracional, social e interregional) que es la razón de ser del alma socialdemócrata de Europa.

En estos últimos tiempos, tan presionados por las bombas y por la destrucción masiva, se ha puesto de manifiesto que, si los 27 EEMM de la UE fuesen capaces de mancomunar sus esfuerzos defensivos, la UE en su conjunto sería la segunda potencia militar del mundo, por detrás de EEUU, pero por delante de Rusia, China, India y otras potencias globales (por cierto, todas nucleares). 

La tarea socialdemócrata es asegurar que cada incremento porcentual de Presupuesto nacional de cada EM de la UE en Seguridad y Defensa adquiera sentido sólo desde la racionalización común de cada aportación individual

Sólo nuestra fragmentación explica nuestra impotencia y nuestra irrelevancia: con sus inversiones parceladas, los EEMM de la UE no tienen ninguna posibilidad de hacerse respetar —no ya digamos temer, en cuanto disuasión— por ninguno de los actores globalmente relevantes con que debería aspirar a una interlocución eficaz en términos de respeto recíproco (esto es, "de tú a tú").

Si la propuesta que prevalece es la de la que los 27 EEMM incrementen sus respectivos Presupuestos nacionales de Defensa (incluso hasta un 5%), fracasaremos en el empeño proclamado de fortalecer un Pilar continental europeo de Seguridad cuya formulación no será comunitaria (al menos, no mientras perviva el método decisional de la unanimidad, minado por los pro-Putin Gobiernos de Hungría y Eslovaquia), sino apoyado por aquellos dispuestos a avanzar juntos (Coalition of the Willing). 

Ese Pilar europeo, a día de hoy por inventar, habrá de ser compatible con la continuidad de la OTAN. Y ese Pilar construido sobre incrementos nacionales fragmentados entre sí no solo fracasará —por falta de una estrategia común que racionalice los esfuerzos defensivos y los especialice país por país—, sino que esa frustración alimentará la espiral en la que crece y prospera la extrema derecha y sus mantras (histeria seguritaria, germinada en inseguridades y miedos, explotados por formulaciones distópicas, mentirosamente añorantes de algún pasado glorioso de soberanía nacional, libre de cualquier atadura con la globalización).

La tarea socialdemócrata es, evidentemente, otra, radicalmente opuesta: delinear un escenario común de Defensa paneuropea, en que las inversiones conjuntas —no individuales, adscritas al limitado casillero nacional— adquieran sentido sólo desde la perspectiva de las responsabilidades compartidas y las solidaridades mutuas. 

La tarea socialdemócrata es asegurar que cada incremento porcentual de Presupuesto nacional de cada EM de la UE en Seguridad y Defensa adquiera sentido sólo desde la racionalización común de cada aportación individual. Por especialidades, por valor añadido, por experiencia en misiones de mantenimiento de la paz en escenarios de conflicto, por liderazgo, por experticia técnica o por mera dimensión operativa de la fuerza armada (es absurdo esperar especialización en la Marina en EEMM sin costa —y hay unos cuantos en la UE—, del mismo modo que es absurdo esperar un Estado Mayor de alta cualificación estratégica en EEMM de escasa dimensión territorial y encerrados en un entorno geográfico pura y exclusivamente europeo).

Debe aportar una visión de Europa consciente de sí misma, y al mismo tiempo coherente con su razón de ser, tan social, tan democrática, tan vinculada a los valores de la civilización...

Y la tarea socialdemócrata concierne también, especialmente, a la ecuación de su financiación: esta no puede descansar en una prueba de estrés de Presupuestos nacionales; por contra, deben potenciarse todas las herramientas financieras europeas para acometer el empeño: la prolongación y ampliación de los Fondos Next Generation, la incorporación de nuevos Recursos Propios de la UE en el próximo Marco Financiero Plurianual (MFF), tras la caducidad del presente en 2027, y la adopción de nuevos Fondos europeos (con deuda mancomunada) con destino finalista a la Industria de Defensa.

En lo demás, es crucial que la socialdemocracia asegure que el "rearme" y el aumento de la inversión en Defensa y Seguridad europea no sea acometido a costa de las Políticas vertebrales ("clásicas" o "tradicionales") de la integración europea: Política de Cohesión, Fondos Estructurales, Política Regional, Política Agrícola Común... Pero tampoco a costa del exigible relanzamiento del Pilar Social Europeo para abordar el derecho a una vivienda digna y a precio asequible, prioridad absoluta para abrigar las esperanzas de las nuevas generaciones, gente joven cuya pérdida de horizontes de emancipación afecta negativamente sobre la continuidad y el futuro de la propia UE.

En definitiva, la socialdemocracia europea no puede ni debe permitirse el lujo de una connivencia acrítica con la aproximación puramente incremental al Presupuesto de Defensa. Debe aportar una visión de Europa consciente de sí misma, y al mismo tiempo coherente con su razón de ser, tan social, tan democrática, tan vinculada a los valores de la civilización que todo el planeta —y las generaciones vivas que lo habitan— identifica con nuestro continente y con nuestra experiencia conjunta

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Licenciado en Derecho por la Universidad de Granada con premio extraordinario, Licenciado en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid, becario de la Fundación Príncipe de Asturias en EE.UU, Máster en Derecho y Diplomacia por la Fletcher School of Law and Diplomacy (Tufts University, Boston, Massasachussetts), y Doctor en Derecho por la Universidad de Bolonia, con premio extraordinario. Desde 1993 ocupa la Cátedra de Derecho Constitucional en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Es, además, titular de la Cátedra Jean Monnet de Derecho e Integración Europea desde 1999 y autor de una docena de libros. En 2000 fue elegido diputado por la provincia de Las Palmas y reelegido en 2004 y 2008 como cabeza de lista a la cámara baja de España. Desde 2004 a febrero 2007 fue ministro de Justicia en el primer Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. En octubre de 2007 fue elegido Secretario general del PSC-PSOE, cargo que mantuvo hasta 2010. En el año 2009 encabezó la lista del PSOE para las elecciones europeas. Desde entonces hasta 2014 presidió la Delegación Socialista Española y ocupó la presidencia de la Comisión de Libertades Civiles, Justicia y Asuntos de Interior en el Parlamento Europeo. En 2010 fue nombrado vicepresidente del Partido Socialista Europeo (PSE).