Miguel Bosé y 'su libertad'
"Tenemos a un Bosé negacionista y ahora también a un Bosé nostálgico del post franquismo… Todo en el mismo 'pack' de 'prime time' en la tele generalista".
Cuando yo andaba por la veintena, Miguel Bosé le gustaba a todo el mundo. Al menos en mi entorno. Era un artista deslumbrante, rompedor. Bailaba tan bien, tenía canciones tan chulas… Un día, (yo acababa de empezar a trabajar de periodista en Valencia) me enviaron a entrevistarle. No recuerdo nada de aquel momento, la verdad, sé que sucedió porque hay testimonio gráfico. Supongo que le haría preguntas de manual, estúpidas incluso, ojalá las recordara. Lo que sí recuerdo es el séquito gigantesco que le acompañaba, el enjambre de alrededor que ordenaba las entrevistas, impedía el paso a los no elegidos, protegía al cantante de todo, filtraba indeseables, preguntas incómodas. Lo normal en estos casos, pero entonces yo era muy joven y estaba apabullada.
Debe ser fácil y difícil a la vez vivir así, con ese terciopelo permanente a tu alrededor. No solo en tu profesión, también de niño, en tu casa. Supongo que todo eso, y la vida de fantasía, de lujo, de éxito, de oropeles, tiene que marcarte mucho. A mí me siguió gustando Miguel Bosé, me gustaba más su actitud, su universo, que su música, la verdad, aunque yo como todas, coreaba sus canciones, cuyos estribillos me sabía por supuesto de memoria. Recuerdo a ese Miguel Bosé televisivo que presentó Séptimo de caballería, ese programa que tuvo poca audiencia pero que siempre se cita cuando se habla de “aquellos buenos programas de música de TVE”.
He pensado estos días en aquella tarde de la joven periodista entrevistando al artista consagrado, tras ver la serie Bosé, (bien escrita, bien pensada, bien trazada y con una Alicia Borrachero en el papel de la Tata, que te la quieres llevar a casa y dejar que te abrace) que ha llegado a España de la mano de Skyshowtime. Sí, tenemos nueva plataforma, es lo que hay. Y sí, también habrá estrenos que noospodeisperder, lo siento. Yo tenía muchas ganas de verla porque detrás de la serie hay colegas con talento a quienes respeto y quiero. Pero sobre todo quería verla para volver a disfrutar de aquel Bosé previo al trágico, al controvertido Bosé, al Bosé negacionista, borde, disparatado, aquel Bosé que rompió todos los moldes saliendo en el programa de José María Íñigo. El primer artista que se puso una falda y motivó con eso a tantos jóvenes que querían ser diferentes también pero no se atrevían. El primero en tantas cosas artísticas. Daba igual que tuviera privilegios de todo tipo (origen, familia, dinero, entorno), otros también lo tuvieron y lo malbarataron.
La serie, que es una serie buena con Bosé, por supuesto, pero no almibarada, te acerca a aquel tipo iconoclasta que vimos en la televisión y que supuso aire. Era fluido antes de que el término se inventara, era irónico, era lúdico. Era borde con la prensa canalla, porque la prensa era una bazofia, esa es la verdad. En esta profesión mía, como bien dijo Maruja Torres el otro día en el programa de Évole, hay muchos hijos de puta. Pero volvamos a Miguel. Ahí seguía años y años, y nadie se cansaba de él ni de sus canciones. Parecía inmortal. Los espectadores televisivos lo seguían queriendo. Mercedes Milá lo entrevistó para desmentir un tremendo bulo sobre su muerte y su enfermedad. Bosé salió enfadado y dejó titulares que solo podías aplaudir.
Luego se desvaneció un poco, al menos para mí. Y de pronto, zas, llega la pandemia y sale Bosé y dice todo eso que ya sabemos. Se enfada con Évole tras su desencuentro en La Sexta (recientemente, en una entrevista en El País, le ha llamado “globalista”, que no sé bien lo que es, pero suena a insulto ligero, de baja intensidad, que solo pueden entender los que dominen la jerga propia de los conspiranoicos), donde Jordi sencillamente lo desenmascaraba, al menos a ojos de lo que hemos visto morir a mucha gente cercana y lejana por el covid y no nos parece tolerable que se juegue verbalmente con todo lo que sucedió.
Vuelvo a la serie. En el biopic no se toca este tema, no sé si porque no lo quiso él o porque los responsables decidieron que no hacía falta. Y una lo agradece porque habría sido insoportable oírlo también en ficción defender lo que a mis ojos es indefendible. Siempre me preocupó mucho que gente con voz, con capacidad para sentar cátedra, los líder de opinión como se llamó a sí mismo en El Hormiguero, estuviera alineándose con ese lado oscuro y toleré mal que gente como él, como Victoria Abril, como Paz Padilla, como el tenista Djokovic, por citar solo a unos cuantos lo hicieran. Me parecía peligroso y me parecía una irresponsabilidad.
Pero en fin, que la serie me devolvió a aquel tipo que nos gustaba a todos y eso estaba bien. Hasta que de pronto, en su gira de entrevistas acude a El País y dice:
-Teníamos más libertades en la Transición que ahora. Lo sé porque lo he vivido.
-Libertad de expresión, libertad sexual ¿a qué libertades se refiere?, le pregunta el periodista Manuel Jabois
-En general. Ahora todo son reglas. Todo son restricciones. Todo son cortapisas. Antes en mi colegio, el Liceo Francés, nos estimulaban para que cada uno tuviese su propia personalidad…
Dice más cosas, pero creo que con esto vale para hacernos una idea y para cabrearnos lo suficiente, al menos yo. A mí me habría gustado decirle al oído, ya Miguel, pero es que la gente iba a una escuela pública de mierda, y vivían en un país devastado tras una dictadura infernal que nos había colocado a la cola de todo. Luego, en El Hormiguero volvió a decirle lo mismo a Pablo Motos, “en la Transición había más libertades que ahora. Pero esta vez, Motos, al contrario que Jabois, no le repregunta. Solo dice: “No hay ninguna duda”. Así pues tenemos a un Bosé negacionista y ahora también a un Bosé nostálgico del post franquismo… Todo en el mismo pack de prime time en la tele generalista.
Al día siguiente, y tras la revolución en redes por sus palabras (con toda la artillería, de la pesada y de la ligera, de las redes) un amigo, que estaba on fire, y que tiene diez años menos que Miguel, y que también es gay como él, y de clase media, me escribió un WhatsApp:
“En la Transición yo tenía un profesor en el colegio absolutamente obsesionado con detectar cualquier rastro de mariconismo o de feminidad en la clase (éramos solo chicos) y cuando lo veía se dedicaba a exponerlo y a ridiculizarlo. Un compañero mío que tenía pluma tuvo que IRSE del colegio porque el acoso era insoportable, sin que nadie hiciera NADA. ¿Eso es libertad sexual, Miguel Bosé?”
El martes, Daniel Valero, el creador de contenidos @TigrilloTW, resumió en su cuenta de Twitter buena parte de lo que estos días pensábamos muchos tras la perorata de Bosé.
“¿Libertades para quién?, el divorcio era ilegal, una mujer no podía abandonar a su marido maltratador, abortar estaba prohibido, las mujeres tenían que huir del país para hacerlo, la homosexualidad fue ilegal hasta 1978 y hasta el 88 se seguía deteniendo a parejas de hombres o de mujeres si se besaban en la calle por conducta inmoral”
Le han criticado mucho por todas estas salidas de tono, pobre. Pero no temáis por Bosé. Desde la semana pasada trabaja como jurado en un programa de TVE, Cover night, un talent donde está de jurado, realizado por Shine Iberia, la productora de MasterChef, que también ha hecho la serie, por cierto. La cadena pública ha querido separar, supongo, la persona del artista, claro, así que al que ha contratado es al Bosé talentoso. No al Bosé peligro público por decir lo que dijo cuando lo dijo y donde lo dijo. Lo sigue pensando, por cierto.
El caso, Bosé se ha quejado de que ya no se puede decir nada, de que no hay libertad, pero oye, en dos semanas ha salido diciendo lo que le ha dado la gana en los medios más convencionales, en los de más audiencia, en los más vistos. Tiene serie sobre su vida, un documental a la vista que se estrenará en Movistar Plus, y un cómodo y resultón trabajo en la tele pública. Yo diría que en el ostracismo no está.