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Francia en la encrucijada

Francia en la encrucijada

"La ambigüedad de París con respecto a la extrema derecha, después de haber lucido durante mucho tiempo el estandarte de la intolerancia frente a quienes ponen en duda los llamados valores republicanos, es muy perturbadora para el resto de la comunidad internacional".

Marine Le Pen, líder de la ultraderecha en Francia, asiste al juicio por el presunto uso irregular de fondos europeos.Chesnot

Como es conocido, la extrema derecha francesa -Ressemblement National (RN)- ganó las pasadas elecciones europeas en Francia, una débacle de Macron que el presidente quiso zanjar con la convocatoria de unas elecciones legislativas.

Esas legislativas fueron ganadas por el Nuevo Frente Popular (NFP), una coalición de izquierdas que incluye a los socialistas, a los verdes, a Francia Insumisa y al Partido Comunista, que, aunque con menos votos que RN, logró más escaños (182 frente a 143) gracias a acuerdos puntuales con el partido de Macron (la coalición centrista Juntos por la República, que obtuvo 168 escaños) para retirar ciertos candidatos en beneficio del otro. Lo lógico hubiera sido que el presidente de la República hubiera encomendado la formación de gobierno al partido más numeroso de la cámara, con el que había compartido décadas de cordón sanitario para aislar a la extrema derecha, pero no hizo lo que parecía lógico y designó primer ministro a Michel Barnier, de la derecha democrática francesa (Los Republicanos, RE), con apenas 60 escaños.

En estas circunstancias, Barnier, obligado a presentar unos presupuestos en varias fases que contengan el desbocado déficit francés, no consigue la mayoría necesaria ya que entre los partidos de Macron y el propio apenas logra 228 escaños de una cámara de 577. Barnier tiene la opción de utilizar la conocida cláusula constitucional 49.3 para aprobar en las próximas horas la legislación de la seguridad social… Pero los partidos opositores ya han anunciado que de actuar así,el primer ministro se encontrará con una moción de censura. Primero la izquierda y después la derecha, todos los adversarios de Macron hacen inexorable la derrota, con la consiguiente caída de primer ministro, que habría sido el más breve de la historia de la V República.

No parece que estas estrecheces abrumen a Macron, quien se encuentra en Arabia Saudí girando una larga visita, pero el problema es grave, no solo para Francia sino también para la debilitada Unión Europea, carcomida por el Brexit y con Francia y Alemania en serias dificultades políticas, e buena medida suscitadas por la emergencia de la extrema derecha.

El problema francés tiene obviamente solución, con o sin Barnier, con o sin Macron, pero lo realmente relevante de todo este asunto es que, como se ha dicho, peligra el cordón sanitario que ha permanecido firme desde que en 1972 Jean-Marie Le Pen fundó el Frente Nacional, que ciertamente ha sido moderado tiempo después por su hija, pero que conserva todavía bastantes de los signos distintivos dela extrema derecha europea, un espécimen que en el Viejo Continente no puede librarse fácilmente de las referencias provenientes de las potencias del Eje que perdieron la segunda guerra Mundial.

El pecado de Macron es, pues doble: por un lado, ante la victoria del Nuevo Frente Popular, donde milita su bestia negra Mélanchon, el presidente de la República encarga la formación de gobierno a un representante de la derecha clásica que apenas ocupa el cuarto lugar en el ranking electoral. Y, por otro lado, si en sus cálculos prescinde del NFP para conseguir la gobernabilidad, es claro que hará tenido que contar secretamente con los ultras de RN porque si no no salen las cuentas. Macron y el NFP suman mayoría absoluta. Macron y la derecha de Barnier, RE, no.

La ambigüedad de París con respecto a la extrema derecha, después de haber lucido durante mucho tiempo el estandarte de la intolerancia frente a quienes ponen en duda los llamados valores republicanos, basados en los derechos humanos y en el demoliberalismo primigenio de las Constituciones francesa y americana, es muy perturbadora para el resto de la comunidad internacional, para los países europeos que registran grupos ultra en ascenso y para los países que pertenecieron al Pacto de Varsovia que están hoy desconcertados por la deriva europea y el ascenso de sus propios neofascistas.

Macron deberá meditar muy serenamente la encrucijada a la que ha llevado a Francia, porque el futuro del gran país central de la UE, que con Alemania sostiene el peso principal de la Unión, está muy confuso. Quizá haya que pactar con RN un marco democrático estricto a cambio de la rehabilitación, pero lo que no es posible es ignorar la existencia de un problema vertebral en Europa, que de seguir así podría verse arrastrada hacia versiones escalofriantes de ultranacionalismo y descomposición.